Estamos en la plaza del Campo de Siena esperando la carrera del Palio. Faltan casi tres horas para que empiece, no hemos podido coger primera fila y la plaza ya está medio llena. Las fotos serán las de un turista bajito, en medio de una multitud, desesperado buscando un hueco entre miles de cabezas. Lo tengo crudo. Alguien podría pensar que los profesionales tenemos alas, pero no es así. En un evento multitudinario como éste, sin acreditación no vuelas. No deja de ser una cura de humildad ahora que todo el mundo tiene cámaras.
Decidí que este sería un viaje de vacaciones con los amigos. Nada de trabajo. Ahora, sin embargo, confieso una inquietud por no poder situarme en el lugar adecuado para obtener unas buenas imágenes de la fiesta. Quizás hubiera sido mejor no haber traído la cámara. Quizás, pero no es fácil. No.
Uno de los primeros en entrar en la plaza es la escuadra de carabinieri a caballo, con traje de gala y el sable en la mano. Impresionan. Después de la primera vuelta, a la señal del capitán (o lo que sea) dan otra más a toda velocidad, con el arma extendida, apuntando al frente. ¡Guau, que miedo! No puedo más que pensar en los desgraciados de otros tiempos que verían acercarse una carga de caballería como ésta, pero de verdad. ¡Dios mío, qué bien se vive sin que un tipo con espada se abalance sobre ti cabalgando sobre 500 kilos de carne desbocada!
Y comienza el cortejo histórico, con cientos de participantes representantes de todas las entidades sienesas que se pueda imaginar. Más de una hora de abanderados y personajes diversos. Los trajes y caracterizaciones son muy cuidadosas y el ambiente renacentista es sorprendente. También el ritmo. Todo va muy despacio, una lentitud que contrastará con el poco tiempo que dura la carrera. Unos 90 segundos solamente. Como un ristretto exagerado. Como señala un amigo mío, ésta es una competición donde la clave es la velocidad, pero una velocidad animal, sin motor. Nuevamente el pasado se hace muy presente en Siena.
Sigo inmerso en un mar de turistas penitentes —muchos americanos— y locales acostumbrados a los ritmos de la fiesta. Delante, unas adolescentes italianas. Dos gemelas risueñas encantadoras, cosa que se agradece.
Me he sentado un rato en tierra para descansar pies y espalda. La maquina colgada, con el 200 mm, se hace notar. Ahora sí que no veo nada. Sólo piernas y pantalones. Me acaba de caer una patata frita encima. La señora americana de al lado tiene hambre, o quizás mata el tiempo… Me la como (la patata). Empiezo a pensar que parte de la emoción de la carrera se debe a que todo está a punto de acabarse y el sueño de una cerveza fresca y una silla está más cerca. Muy emocionante todo. Sí.
De repente, la gente se activa a mi alrededor. Algo pasa. Me levanto pero no noto ninguna diferencia. Todo el mundo está con los brazos alzados sosteniendo cámaras, teléfonos, tabletas, niños… incluso jóvenes lozanas a hombros de adolescentes sobrados de testosterona. Finalmente, tras el desfile del cortejo de los diez barrios que corren hoy (son 17 en total), ha entrado en la plaza (justo por donde estamos) el gran carruaje donde se exhibe el pendón —el palio— que pasará a manos del ganador. Da la impresión de ser la reminiscencia de un vexilium, el estandarte de las legiones romanas. El carruaje me recuerda las Rocas del Corpus de Valencia, origen de los actuales pasos de Semana Santa. Todo luce enormemente, pero lo que de verdad me ha impresionado son los cuatro enormes bueyes blancos que lo arrastran como si nada, como si fuera de papel.
¡Dios mío, nunca había visto unos bueyes tan enormes! El lomo sobrepasaba dos palmos las cabezas de sus cuidadores. ¡Qué majestad! Me ha vuelto a venir a la mente el relato de ceremonias romanas que alguna vez me han explicado los amigos. La delimitación del perímetro de las ciudades, por ejemplo, o los ritos iniciáticos asociados a la diosa Cibeles, donde un toro era decapitado mientras su sangre chorreaba sobre el iniciado. Blanco, rojo, muerte, vida.
El carruaje se ha retirado y de una de las puertas del palacio del Ayuntamiento comienzan a salir los caballos y los jinetes, vestidos con los colores llamativos que identifican cada barrio. La plaza está a reventar. Sólo queda libre la pista de tierra. En las casas y palacios no hay una sola ventana o balcón que no esté ocupado por ojos curiosos o emocionados, que llevan horas, días o meses esperando este momento.
La gente está muy inquieta, los nervios contenidos se hacen evidentes. El gran momento se acerca y me temo lo peor. Será imposible encontrar un buen hueco entre tantas cabezas moviéndose para poder disponer de una buena vista de la famosa curva de San Martino. Y sólo pasarán tres veces… y volando. Decido jugármela y probar a hacer las fotos con la cámara alzando los brazos, aguantado como pueda el 200, que hoy parece más largo y pesado que nunca. Paso a visión de pantalla, aunque casi no la veo. Además, esto hará que los disparos con ráfagas se ralenticen considerablemente. Fantástico, sólo falta que me coja una rampa.
Después de un rato de indecisiones llega la salida buena. La cuerda cae (aunque no la veo), los jinetes salen escopetados, como poseídos (tampoco los veo) y la emoción se desata. Me parece que están llegando a la curva. Disparo. Así las tres veces.
La carrera ha terminado. Los seguidores del ganador saltan enloquecidos a la pista para abrazar al jinete y, sobre todo, al caballo, el verdadero héroe de la fiesta. Yo tengo la sensación de no haber visto nada… Hoy, más que nunca, la cámara ha sido mis ojos (y no sé si me ha gustado mucho).
¡Cuánto me recuerda a cuando estuve en el Palio de agosto del 2012! ¡Cuánta gente y cuánta calor! ¡¡Y qué pasión exteriorizaban los sienenses!!
Así es como lo viví yo: flickr.com/photos/smb_flickr/sets/72157632603777798/
Saludos.
Te felicito por el post. Hace unos meses estuve sentada en el suelo en medio de esa plaza comiendo un poco de Panpepato intentando imaginar como seria el famoso dia de la carrera del Palio…. nunca pense que fuera tan espectacular cuando al volver a España busque imagenes e informacion. Con este post me has hecho estar un poco mas cerca y reavivar las ganas de volver en epoca de carrera la proxima vez.
Buen trabajo
Saludos
Angeles
Está increíble esto!! a mi me encanta viajar pero me gusta mucho hacerlo con los destinos que tiene mi membresía de Fiesta Americana Vacation Club les recomiendo todos sus destinos están increíbles.