Coimbra, ocho de la mañana. Pasa una persona envuelta en una capa negra por la calle que sube junto a la Sé Velha, marcando cada paso con el característico soniquete del tacón del zapato sobre el suelo empedrado, con una cadencia que sugiere prisa. Podría ser el inicio de una película de misterio o la huida del amante al ser sorprendido. Pero estamos en Coimbra, así que con toda seguridad es un estudiante que llega tarde a clase. La Universidad de Coimbra es la más antigua de Portugal, más de 25.000 estudiantes cursan estudios de diversas disciplinas. Si hacer una carrera cuesta, aquí se lo recuerdan cada día a los estudiantes. La Universidad está en la parte más elevada de la ciudad, coronando cuestas concebidas para pierna ágil y enorme aliento. Como dice Saramago en su Viaje a Portugal, por la empinada vía de la Couraça de Lisboa rodaron muchas ilusiones perdidas de bachillerato y licenciatura.
En el año 1969, tras una huelga de exámenes por parte de los estudiantes, se cerró la Universidad y se decretó el Luto Académico, prohibiendo la praxe y que se vistiera el uniforme con la tradicional capa —oficialmente no se ha levantado el Luto Académico, pero en la práctica la praxe volvió en los años 80 y el llevar uniforme se deja a la elección del alumno, excepto en celebraciones solemnes y fechas señaladas, como la Queima das fitas, en que casi todos lo llevan—.
Ese mismo año, la Académica tenía un equipazo de fútbol y llegó a la final de la Taça de Portugal, el equivalente a nuestra Copa del Rey, jugando contra el Benfica. Los estudiantes tomaron el estadio y portaban brazaletes de luto. Tras el descanso se levantaron pancartas y todo el estadio convirtió la final en una manifestación contra Marcello Caetano, el sucesor de Salazar. A nueve minutos del final la Académica marcó. Todo el mundo celebraba una victoria más política que deportiva, pero a falta de cinco minutos el Benfica empató y acabó ganando en la prórroga con un gol de Eusebio. El Presidente de la República, Américo Tomás, no entregó el trofeo y la RTP no televisó, por primera vez, la final de la Taça. Pese a la derrota, nada pudo parar la decadencia de un régimen que terminó la madrugada del 25 de abril de 1974.
El Luto Académico simbolizó la oposición de los estudiantes al régimen de Salazar —como curiosidad, decir que el dictador fue profesor de finanzas en la Universidad de Coimbra—, que llamaba a filas a los estudiantes más conflictivos y eran trasladados al continente africano, al callejón sin salida de las guerras coloniales contra Angola, Mozambique y la actual Guinea-Bissau. De allí volvieron, junto a otros compañeros de otras partes del país, convertidos en los Capitanes de abril, liderados por Salgueiro Maia para iniciar la Revolución de los Claveles en 1974. El momento de la partida para Lisboa lo decretó el Grândola, Vila Morena sonando en las emisoras. La pieza de José Zeca Alfonso, miembro de la bohemia conimbricense, se convirtió en el himno de los opositores al régimen.
Una parte de los estudiantes se aloja en lo que se conoce como repúblicas estudiantiles, casas con estética okupa pero con una ley a su favor que evita la expulsión por parte de los propietarios y que reciben ayudas de la Universidad para la gestión de las comunidades. Se pueden diferenciar entre las que siguen la praxe a rajatabla y las que son radicalmente contrarias a la aplicación de los preceptos de la misma. En un resumen rápido, se puede considerar a la praxe como el conjunto de ritos iniciáticos que aplican a los caloiros (estudiantes de primer año). En realidad es algo mucho más complejo, que nació en la Universidad de Coimbra con jurisdicción propia, al margen de la ley civil. Lo que empezó siendo un órgano de control para asegurarse de que los estudiantes asistieran a clase y para observar el correcto comportamiento de profesores y alumnos, ha acabado siendo una patente de corso para la aplicación de la investida, caçoada o troça, novatadas en los que la violencia física ha tenido algún que otro episodio trágico. Lo que no ha cambiado desde el principio es el papel de los archeiros, los porteros o guardas del recinto, que tienen autoridad por encima de la policía civil y deben dar permiso para que cualquier cuerpo de seguridad entre en la Universidad. En los actos solemnes, los archeiros todavía lucen sus alabardas.
Cuando una cuarta parte de la población, por lo menos entre semana, está formada por estudiantes, la diversión está asegurada. Más cuando esos estudiantes se empeñan en que Coimbra siga siendo una de las ciudades europeas donde más cerveza se consume.
El momento álgido de las fiestas y celebraciones estudiantiles llega a partir del 1 de mayo, con la Queima das fitas (Quema de las cintas). Las capas de los estudiantes están adornadas con una serie de cintas de colores, en función de los estudios que cursan. Arrojando las cintas a una hoguera simbolizan el final de una etapa: un noviazgo fallido, alguna asignatura cateada, los meses de hincar codos en la mesa.
Como turistas, los archeiros no nos van a poner ningún impedimento para entrar en el patio de la Universidad y realizar el circuito abierto al público. Se accede por la Puerta Férrea, una barrera entre siglos. Atrás quedan los edificios de corte fascistoide que Salazar plantó encima de jardines, iglesias e incluso de las ruinas de la fundación de la ciudad. De portal manuelino tenemos la capilla de San Miguel, con un impresionante órgano barroco decorado con motivos chinos en su interior. En la capilla se celebran bodas y funerales, pero siempre de personas vinculadas al mundo académico, como profesores y estudiantes de cualquier año. En la Sala de los Capelos tienen lugar las ceremonias solemnes y los exámenes de doctorado, donde se impone a los estudiantes la borla y el capelo que simbolizan la inteligencia y la ciencia respectivamente. En la Sala de los Arqueros se pueden ver expuestas las alabardas que se utilizan en actos oficiales.
La joya del recinto es la Biblioteca Joanina, una de las más hermosas de Europa. Fue construida bajo el mecenazgo de João V gracias al oro que sangraron de Minas Gerais en Brasil. Para la construcción de las tres salas sucesivas se emplearon maderas exóticas. Maderas que, tras casi tres siglos brillando, necesitan una serie de cuidados. Para evitar que la carcoma y demás insectos afecten a la madera, hay una colonia de murciélagos que sale cada noche a hacer su trabajo. En el sótano de la biblioteca está la Cárcel Académica, donde antiguamente te podían caer hasta seis meses de condena por destruir un libro, expresión máxima de la sabiduría.
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