Recuerdo una canción de Potato, una banda vitoriana de reggae, que decía: En Vitoria hace un frío que pela / hay hasta quien dice que parece Siberia / para calentarse algunos parados / han prendido fuego al obispado / para calentar alguien va a quemar / el ayuntamiento y la catedral…
Por suerte para Ken Follet y Paulo Coelho, dos de los escritores que más han hecho por evitar la cojera de las mesas, no llegaron a quemar la Catedral. Por suerte para nosotros, la ciudad decidió abrirla por obras. La Catedral de Santa María no es la más bonita del país, tampoco la de mejor arquitectura, pero te permite adentrarte en sus entrañas, tener privilegios antes reservados para el capellán y el campanero. De la primitiva Gasteiz, sobre la que se asienta el templo, queda tan solo echarle imaginación. La expansión demográfica ha borrado el rastro de la antigua aldea, más allá del trazado de un par de calles paralelas.
Seguimos con la música ¿Conocéis la letra de La Paloma? Pues su autor, Sebastián de Iradier, vivió parte de su vida en el centro de Vitoria. Sobre la ciudad, contar que es pura elegancia norteña, sin medias tintas; para salir a comprar el pan se arregla uno, no vaya a ser que pase por la plaza de la Virgen Blanca, donde mira y es visto todo aquel que esté empadronado.
Justo al lado, un poco más íntima, está la plaza España. Un viernes cualquiera, durante toda la tarde, el ayuntamiento de la ciudad escupe un bodorrio tras otro, los invitados hacen cola ante la puerta para entrar y los mayores, esos mayores que tiene toda plaza de España que se precie, se lo miran con una mezcla de sabiduría triste y añoranza. Hacia arriba, hacia el casco antiguo y la catedral, nos llevan varios tramos de escaleras mecánicas que salen desde el Cantón de la Soledad.
Como museo curioso, apuntamos el de Fournier. Gracias al afán coleccionista del nieto de Heraclio Fournier, podemos contemplar una interesante muestra de naipes de todo el mundo y todo lo relacionado con su historia. Cuántas timbas, copas y risas hemos pasado con una de sus barajas en la mano. La fábrica ya cerró, pero en el hotel Silken Ciudad de Vitoria podemos ver los fabulosos murales que la decoraban.
Vitoria fue Green Capital durante 2012. Sus méritos fueron que cada habitante tiene un parque a menos de 300 metros, le pertenecen 46 metros cuadrados de zona verde y puede contemplar mientras pasea más de 200 especies botánicas. La ciudad está rodeada por el anillo verde, formado por seis parques de los que destacaría el de Salburua, a apenas un par de kilómetros del centro de la ciudad y donde es posible ver grupos de ciervos cruzando los humedales. Ornitólogos de toda Europa llegan hasta allí por la enorme diversidad de avifauna.
¿Y por la noche? Hablan de pinchos y marcha hasta altas horas de la madrugada, aunque se cuenta que Pajares y Esteso decían en una de sus películas: “Aquí se folla menos que en Vitoria”. En el asunto de los pinchos hay de todo, desde la clásica banderilla, Gilda la llaman, hasta obras de arte que se esconden en vitrinas como las joyas. También está el pintxo pote, tapa y bebida a un euro, que tiene toda una serie de rutas por la ciudad. Pero por encima de todo destacaría restaurantes como Izartza, en la plaza España. Soberbio su arroz cremoso, el bacalao en tempura y el tataki de atún. Y mejor aún que la comida, la atención del dueño. En fin, que por eso y mucho más, Vitoria es Capital Gastronómica durante 2014.
Arratsaldeon Rafa!
Nos ha gustado mucho, todo lo que cuentas de Gasteiz, hay algunos locales que ya no están como por ejemplo Izartza. Eso sí, todos al igual que tú nos acordamos de lo rico que estaba el tataki de atún, con un rico vino blanco de Rioja Alavesa 🙂
¡Las fotos son muy buenas!
Te damos las gracias por escribir y dar a conocer rincones y curiosidades de Vitoria Gasteiz…
Un abrazo, y a… ¡Seguir Comunicando! 😉