Dormir bajo las estrellas es uno de los grandes placeres que conozco y que procuro practicar con frecuencia. La mayoría de ocasiones con un simple saco de dormir y, a veces, con una tienda de campaña. Tratando de alejarme al máximo de los núcleos habitados y, si es posible, ascendiendo a alguna montaña. En Francia tuve ocasión de pasar la noche a 2877 metros de altitud, en el Pic du Midi de Bigorre. Pero en esta ocasión de manera mucho más cómoda, en una de las habitaciones que en su día estuvieron destinadas a los científicos que visitan el observatorio allí instalado.
Con la ampliación del complejo, esas habitaciones han quedado para el turismo, para un grupo muy pequeño de afortunados por noche. Hice la ascensión en el último teleférico que sale de La Mongie, un rato antes de la puesta de sol para tomar posesión de mi habitación. Aunque, como otras noches bajo las estrellas, iba a hacer poco uso de ella. Las habitaciones son sencillas, con un aspecto de celda que puede recordar al camarote de un barco, pero ese detalle es lo de menos cuando te asomas por la ventana de la que disponen y ves el paisaje a los pies del Pic du Midi, con el teleférico subiendo a los últimos visitantes del día.
Tras una breve introducción para explicar en qué consiste la actividad, te ponen una copa de vino en la mano y a contemplar el atardecer. Tuve el privilegio de que todo ocurriera al son de una guitarra española que tocaba Rafael, el guía (físico) francés que me habían asignado durante mi estancia allí. En el rato que transcurre hasta que el cielo alcanza la oscuridad necesaria para disfrutar del espectáculo, tuve ocasión de cenar. Estando en Francia, tocó darle un repaso de arriba abajo al pato. Y yo feliz: foie, magret y confit. Mientras, Rafael había instalado un par de telescopios donde la gente se agolpaba para ver los anillos de Saturno. Yo estaba a otra cosa, buscando el encuadre óptimo para fotografiar la Vía Láctea cuando mostrara su mejor cara.
Fotografiar las estrellas desde los Pirineos tiene un punto de decepción, no es el Pic du Midi el mejor sitio, como tampoco lo son los picos al otro lado de la frontera, en nuestro país. Aunque hay algún sitio con menor contaminación lumínica, como la zona del Anayet en Huesca, desde allí se puede ver la luz de ciudades como Barcelona o Toulouse, así como de los pueblos de alrededor. Ojalá algún día tomen conciencia, como lo hacen en La Palma, y nos devuelvan las estrellas que nos están robando.
Tras las primeras horas al fresco —la temperatura había descendido hasta cerca de los cero grados— entré un rato en la habitación para recuperar algo de temperatura. Gracias a programas como el Stellarium o a la App Star Walk, sabía la hora exacta en la que la Vía Láctea se situaría entre dos de los telescopios del complejo.
Conseguí una foto que me gustaba, dejando la parte naranja correspondiente a la contaminación lumínica casi oculta tras la base de los telescopios. Por la mañana, hicimos una visita al museo astronómico y al telescopio que observa la corona solar y el comportamiento de las tormentas solares, causantes del aumento de las auroras boreales durante el año pasado y de algún que otro desajuste tecnológico.
Los precios para pasar la noche en el Pic du Midi de Bigorre, incluyendo la sesión nocturna de observación del cielo y la pensión completa, son de 269 euros en habitación individual y de 359 euros en habitación doble. Podéis reservar en la página de Pic du Midi.
me ha gustado, felicidades. Queda poca gente escribiendo con sentido común y estético. Yo estuve en el Pic du Midi en septiembre de 2015 y después de tantos años de estar soñando con él, me dejó indiferente. Igual fueron culpables las hordas de japonesas en chanclas, las parejitas subiendo a zonas peligrosas para hacerse los selfies o las excursiones de inconscientes que subían con bebés de meses a esta altitud en la que pueden quedar sordos. Pero bueno, el turismo de masas es así, igual me pasó en el Mont Saint Michel, prodigio de lugar pero lo quiero para mí solo y eso no puede ser y es muy posible que no vuelva por allí para sufrir de nuevo con lo padecido. Repito de nuevo mi felicitación por este artículo. Saludos de un aficionado a la fotografía de los malos, casi vecino tuyo de Salinas y cansado de ver siempre el horizonte del mar.
Muchas gracias, Marino. Es cierto lo que comentas sobre la gran afluencia de gente. En mi caso, me quedo con el momento en que las cabinas hicieron el último viaje del día. Al quedarme a dormir pude disfrutar de una relativa soledad, tanto por la noche como al amanecer, porque las plazas para pernoctar son muy limitadas.