El poeta alemán Heinrich Heine dijo: “Ya no se construyen catedrales góticas porque los hombres de aquellos tiempos tenían convicciones; nosotros, los modernos, no tenemos más que opiniones, y para elevar una catedral gótica se necesita algo más que una opinión”.
Cuando pregunté a la guía que me acompañó al Santuario de la Verdad —situado en la costa tailandesa cerca de Pattaya— por la fecha de construcción del templo, me dijo que se inició en 1981 y que todavía continúan los trabajos. Deduje que los pacientes artesanos que trabajan en el santuario tenían las convicciones de las que carecían los coetáneos a Heine.
Cuesta creer que sea de construcción reciente y no de hace algunos siglos. No es la única sorpresa durante la visita. Está construido enteramente en madera de teca, sin utilizar clavos sino pernos y cuñas también de madera. Enormes figuras talladas muestran las enseñanzas de diferentes religiones y filosofías: budista, confucianismo, persa, mitología hindú.
Podemos encontrar escenas de las epopeyas hindús Ramayana y Mahabharata, cuentos que hablan del bien y del mal, que enfrentan la sabiduría con la ignorancia, que nos hablan de las creencias orientales acerca de la verdad y de la felicidad eterna.





No hay un centímetro sin tallar, sin alguna figura. Es totalmente imposible prestar atención a todos los detalles del templo, perdidos en un delicado barroquismo, oxímoron acertado para entender la mezcla de abigarramiento y de delicadeza, casi podríamos hablar de trabajo de orfebre.
El hecho de que siga en construcción no significa que haya zonas acotadas a la visita. Todo lo contrario. Con el obligatorio casco sobre mi cabeza, me fui aproximando a la escalinata para acceder al interior del santuario y poder ver en directo el trabajo de los artesanos que están allí a diario, armados con martillos y cinceles de diferentes formas y tamaños. Parece ser que tienen faena hasta el año 2025.
El interior se divide en diferentes salas que representan cosas como el origen del Universo y de la Tierra, los cuatro elementos a través de los dioses: Shiva tierra y fuego, Vishnu agua, Brahma viento. También están las estrellas, el hombre y sus costumbres en la sociedad, el camino de la vida de Buda y el Bodhisattva. El exterior no se queda atrás en iconografía, llaman la atención las enormes cabezas de elefante y las figuras que decoran la parte superior de las torres, esculturas que muestran cuerpos celestes como el de Deva sosteniendo una flor para simbolizar el establecimiento de la religión, otro que muestra las etapas de la vida en las personas, uno que sostiene el libro que representa la continuación de la filosofía inmortal y uno más que sostiene una paloma para simbolizar la paz.


El Santuario de la Verdad tiene todos los ingredientes de proyecto megalómano, más cuando se sabe que el dinero lo aportó un excéntrico millonario, llamado Khun Lek Viriyaphant, con el objetivo de mostrar al mundo el patrimonio cultural de Tailandia. El mecenas no verá la obra acabada, ya que falleció en el año 2000. Serán los turistas los que disfruten de la evolución de las obras, como pasa en la Sagrada Familia, previo pago de una entrada bastante elevada para el estándar en Tailandia, pero que contribuye a que los artesanos sigan tallando con precisión cada centímetro del santuario.
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