Son las 11 de la mañana y la vida comienza a despertar, tranquilamente, en las Nueve Calles, el barrio más pintoresco de Ámsterdam. Las tiendas y negocios no tienen prisa y van abriendo poco a poco sus puertas a los clientes —vecinos de la zona, aquéllos que paran de camino a otros lugares y, sobre todo, turistas que vienen a curiosear—. Saben que acabarán por llegar.
“Las Nueve Calles” —o Negen Straatjes, como se dice en holandés— es un pequeño barrio que se extiende entre las calles Leidsestraat y Raadhuisstraat, y está atravesado por sendos tramos de los cuatro canales más importantes de Ámsterdam: Herengracht, Keizersgracht, Prinsengracht y Singel, que dibujan círculos concéntricos alrededor del centro de la ciudad. Se encuentra dentro del llamado Cinturón de Canales, la zona declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, y para conocer su verdadera historia es necesario remontarse varios siglos atrás.
Singel, donde todo empezó
Ya en el Siglo de Oro el poeta holandés Joos van den Vondel lo escribió: “el mundo entero está construido en torno a Ámsterdam”. Y no le faltaba razón. A finales del siglo XVII la ciudad vivía una época floreciente y atrajo a miles de personas del resto de Europa que buscaban una oportunidad. Muy pronto el canal Singel se convirtió en el centro de la vida de Ámsterdam y todo giraba a su alrededor. La pequeña ciudad empezaba a destacar como gran potencia económica y comercial del continente y eso había que aprovecharlo.
La red de pequeñas calles que comunicaban unos canales con otros es lo que ahora se conoce como “Las Nueve Calles” de Ámsterdam. En varias de ellas se establecieron hace siglos artesanos peleteros que abrieron sus negocios y comercios. Si se presta atención a los nombres que todavía mantienen algunas de estas calles, todo cobrará sentido: Reestraat (Calle del Corzo), Hartenstraat (del Ciervo), Wolven (del Lobo) o Beren (del Oso). Incluso existe la Huidenstraat, la Calle del Cuero. Runstraat hace referencia a la corteza que se utilizaba en el proceso de teñido de las pieles.
La mayoría de los edificios que se levantan junto a los canales son del siglo XVII. Las calles, adoquinadas, fueron cerradas al tráfico hace unos años y pasear por ellas, ya sea a pie o en bicicleta, es todo un placer. Los pequeños puentes dan el toque perfecto a una estampa tópica pero de la que es difícil cansarse.
El paraíso de las compras
El barrio aún conserva el encanto del pasado aunque, eso sí, con un considerable lavado de cara. “Las Nueve Calles” se han convertido en el epicentro de las compras de Ámsterdam. El paraíso de la moda, de las tiendas vintage, del postureo y del ambiente más trendy. Por supuesto también hay cabida para las galerías de arte y los museos. Los comercios que se encuentran en la actualidad poco o nada tienen que ver con las peleterías de antaño. Y si alguien encuentra, por casualidad, una prenda u objeto de piel en alguna de las tiendas de moda posiblemente se lleve un pequeño susto al ver el precio.
Muchos de los negocios que hay en el barrio han apostado por la especialización, sea cual sea el producto que ofrezcan, desde quesos o gafas a cámaras de fotos o cepillos de dientes. Sin olvidarnos de la ropa, por supuesto. Los escaparates están repletos de modelitos para ir a la última, muchos de ellos confeccionados por diseñadores locales. Aquí no hay multinacionales ni franquicias.
Después de visitar tantas tiendas hay que parar a tomar algo. La oferta gastronómica del barrio incluye bares, cafeterías y restaurantes para todos los gustos. Los locales, decorados de mil maneras originales, ofrecen todo tipo de comida. No hay nada como desayunar un croissant con mermelada y zumo de naranja en algún pequeño café mientras se disfruta de una buena lectura. O hacer un alto a media mañana para degustar un sándwich en una terraza de lo más cool. Un plan perfecto podría ser cenar con amigos en alguno de los restaurantes especializados que existen, ya sea en cocina mediterránea, asiática u holandesa.
Rembrandt y Ana Frank, a la vuelta de la esquina
El hecho de que “Las Nueve Calles” estén situadas en pleno centro de la ciudad significa que desde aquí se puede llegar, con un simple paseo, a algunos de los puntos más turísticos de Ámsterdam. Sin ir muy lejos, a sólo una manzana al norte, es posible visitar la famosa casa donde vivieron escondidos Ana Frank y su familia —Prinsengracht 276— durante dos años. Junto a la casa se encuentra otro rincón interesante: la Westerkerk, una de las iglesias más famosas de Ámsterdam en la que, además, está enterrado Rembrandt. Y para llegar a la mítica plaza Dam sólo habrá que caminar unos diez minutos.
Cómo llegar
Una de las mejores opciones para llegar hasta Ámsterdam es en un vuelo de la compañía Vueling, que enlaza Ámsterdam con numerosas ciudades españoles, ya sea en vuelos directos o a través de Barcelona, a precios muy interesantes.
Para más información, visita la página de Vueling.
Qué belleza, espero ir el año que viene. Me impactó la foto de la chica en el bar, relajada con auriculares y su reflex sobre la mesa junto a la ventana, en algunos bares de Buenos Aires el siguiente cuadro de la foto sería la chica llorando o corriendo detrás de su cámara. Qué lindo que es vivir en paz y tranquilo :-). Lindo nombre la autora de la nota 🙂 igual que nuestra presi