Para mucha gente, el solo hecho de oír nombrar la Patagonia sirve para que echen a volar la imaginación, abriendo una suerte de caja de Pandora viajera de la que salen años sabáticos o retiros temporales, todas esas promesas que generalmente dejamos enquistar. En mi caso no era una excepción, sobre todo si tenemos en cuenta que los libros de Bruce Chatwin, Paul Theroux o Alberto de Agostini, más conocido como Monseñor Patagonia, habían estado durante muchos años en mi mesilla de noche. También estaba la sugerente historia de una vida vivida a tope por los famosos bandidos Sundance Kid, Butch Kassidy y Etha Place, que se escaparon a la Patagonia pensando que lo hacían al lugar más inhóspito del planeta y que nunca los encontrarían. La película Dos hombres y un destino y su genial banda sonora en la memoria.
Campo de Hielo Sur
El Parque Nacional Los Glaciares fue creado en 1937. Son más de 700.000 hectáreas de paisaje patagónico; montañas, lagos y bosques de ñirre y lenga, por donde corren especies como el puma. Una parte importante está cubierta por el Campo de Hielo Sur, una enorme masa de hielo con 356 glaciares, aunque son los más conocidos son una docena. Los grandes glaciares del planeta suelen encontrarse, en el caso del norte, a altitudes superiores a los 2.500 metros y en paralelos muy superiores al de esta parte del mundo, que correspondería a la altura de Escocia si dobláramos el planeta por la mitad. En el Campo de Hielo Sur los encontramos a altitudes de entre 200 y 1500 metros, permitiendo llegar hasta ellos a cualquier tipo de público.
El deshielo de estos glaciares, en el lado argentino, origina la formación de dos grandes lagos, el Viedma y el Argentino, que acaban en el Océano Atlántico tras cruzar la provincia por el río Santa Cruz. Desde 1981, el Parque Nacional Los Glaciares está en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Desde 1947, el espectáculo del colapso del Perito Moreno atrae a curiosos de todo el mundo. El avance del glaciar hizo que éste se apoyara en la península de Magallanes, formando un dique que acabó cortando el drenaje natural de la parte sur del lago, el llamado Brazo Rico. Las aguas de uno y otro lado acaban teniendo un desnivel de casi veinte metros, hasta que la presión que ejercen sobre el glaciar lo acaba rompiendo. Sin ser para nada exactos, cuando hablamos de los caprichos de la naturaleza, sí podemos decir que el fenómeno se produce cada tres o cuatro años aproximadamente.
Un paseo entre glaciares
La cercanía del Parque Nacional Los Glaciares es la responsable del auge de la localidad de El Calafate. Hablar de este parque es hacerlo del Perito Moreno, un pedazo de hielo más grande que la ciudad de Buenos Aires que desde siempre ha atraído a aventureros y exploradores de toda condición. El que siempre fue Perito Moreno -durante unos años los alemanes se empeñaron en llamarlo glaciar Bismarck- es la estrella indiscutible en esta zona de la Patagonia. Por más veces que lo hayas contemplado, siempre sorprende el estruendo que provocan los trozos de hielo que se desprenden del glaciar al caer al agua. Es un sonido sordo, como de trueno en noche de tormenta, amplificado por la soledad del entorno patagónico. Aunque el glaciar es visitado por una enorme cantidad de turistas, es muy fácil alejarse de todos ellos para disfrutar del especial sabor de la soledad en esas latitudes. Si además tienes la oportunidad de subirte a la grupa del Perito Moreno, la experiencia será completa.
Actores de reparto
Aunque el protagonismo se lo lleve el Perito Moreno, hay una serie de actores secundarios de indudable interés. Una de las mejores maneras de acercarse a ellos es navegando en uno de los cruceros de Mar Patag. En la travesía de una jornada, se embarca en el Bahía Tranquila, en el puerto privado La Soledad, para navegar por el lago Argentino. Tras cruzar Punta Avellaneda y Boca del Diablo, empiezan a aparecer los primeros trozos de hielo flotando a la deriva. Un hielo de ese intenso color azul berilo que tanto entusiasmó a Darwin. Los pedazos acaban bloqueando la entrada al frente del glaciar Upsala, pero la observación desde la distancia es suficientemente sobrecogedora. Iniciada de nuevo la marcha, rumbo sur, se entra por el canal Spegazzini y, esta vez sí, el barco se acerca hasta quedar reducido al tamaño de una cáscara de nuez, bajo el impresionante frente de una altura de entre 80 y 135 metros. La comida se sirve en ese escenario. La jornada se completa con una pequeña caminata que se realiza tras descender en el puesto de Las Vacas, con el cóndor volando sobre nuestras cabezas.
Un salto hasta El Chaltén
A bastante distancia de El Calafate, pero accesible en una larga jornada (aunque es muy recomendable reservar unos días para quedarse en la zona) tenemos la localidad de El Chaltén, con el telón de fondo del pico Fitz Roy, una de las montañas más bellas de nuestro planeta. Desde allí se puede iniciar la navegación por el lago Viedma para llegar al glaciar homónimo, el segundo en tamaño tras el Upsala. El final de cualquier jornada en el Parque Nacional Los Glaciares lo pone el cielo colmado de estrellas, que es tan especial en esta parte del mundo ya que nos permite ver la Cruz del Sur o el Triángulo Austral. Mientras lo contemplamos, hay que coger con la mano un puñado de los frutos del calafate, el arbusto del que toma su nombre el principal pueblo del parque y que viene acompañado de una leyenda: todo el que prueba el fruto del calafate vuelve a Patagonia.
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