En Sevilla abundan los lugares emblemáticos: la Giralda, la Torre del Oro, la calle Betis, los Reales Alcázares… En una ciudad a la que la historia le ha regalado tantos y tan importantes atractivos turísticos es difícil destacar uno solo.
Sin embargo, hay otro rincón de Sevilla que jamás ha dejado indiferente a quien lo haya visitado. Un espacio único, que se levanta majestuosamente ante el asombro de todos aquellos que lo visitan. Se trata de la Plaza de España, uno de los monumentos más hermosos construidos en el último siglo en Sevilla.
La primera vez
Cuando se atraviesa por vez primera la verja de entrada a la plaza, la reacción es quedarse sin habla. Quizás sean los 50.000 metros cuadrados que ocupa, que le aportan un justificado aire de grandiosidad. O quizás sea la elegancia con la que fue proyectada y construida, que hacen que cada detalle y cada rincón de este monumento brille por sí solo. La cuestión es que se mire por donde se mire, y aunque se hayan visitado otras muchas “plazas de España” con anterioridad —ya sea en España o en el resto del mundo— muy posiblemente nada habrá sido igual a lo que en esta ocasión aparece ante los ojos.
El monumento se encuentra situado junto al parque de María Luisa, muy cerca de la ribera del Guadalquivir. Para conocer su pasado tenemos que huir de los grandes protagonistas de la Sevilla más histórica. Ni judíos, ni musulmanes ni cristianos tienen que ver en esta ocasión con el monumento en cuestión. Aunque, siendo realistas, lo cierto es que su influencia está clara en muchos detalles.
El artífice de esta maravilla fue Aníbal González, el arquitecto por excelencia del regionalismo andaluz de principios del siglo XX —un movimiento artístico que recuperaba tintes mudéjares y barrocos del pasado más glorioso del país y los adaptaba a la arquitectura sevillana del momento— y que marcó toda una época en el diseño de la ciudad.
La Exposición Iberoamericana del 29
La construcción de la plaza se extendió a lo largo de nada menos que 16 años y en ella trabajaron un total de mil hombres. Era necesario acabarla antes de 1929, cuando Sevilla celebraba la Exposición Iberoamericana, un acontecimiento mundial que situaría a la ciudad en el centro de todas las miradas.
Pero la presión no podría con Aníbal González, que no sólo fue el encargado de diseñar el proyecto de la Plaza de España, sino de toda la exposición. Sin embargo, el arquitecto no finalizó su trabajo. Tres años antes de la exposición, dimitió, y dejó todo en manos de Vicente Traver, que decidió darle su toque personal al proyecto incluyendo, en medio de la plaza, una enorme fuente redonda. Un detalle que levantó más de una polémica.
Por tierra o por agua
Aunque la Plaza de España es lo suficientemente amplia como para recorrerla sin agobios, la enorme cantidad de turistas y sevillanos que se acercan hasta ella a cualquier hora del día —a los que se le suman los vendedores de abanicos, los quioscos de refrescos y los tenderetes de souvenirs— se hace notar. Así que, si hay que elegir un momento para poder disfrutarla, yo me quedo con el atardecer. Es entonces cuando la afluencia de personas disminuye y, paradójicamente, la plaza luce más bella.
La plaza tiene forma de hemiciclo y luce una decoración muy trabajada en la que destaca algo fundamental: los 48 bancos, uno por cada provincia española excepto Sevilla (en esa época Canarias formaba una sola provincia), que se levantan en su cara interior y que se han convertido en la mayor atracción del monumento. Y es que pocos son los que han visitado este rincón de Sevilla sin haberse retratado frente al banco que representa a su provincia.
Y, después de la foto, ¿por qué no relajarse y disfrutar navegando a remo por el canal que bordea a la plaza? Si es que existe opción para el relax, porque el ajetreo que se traen unos y otros botes y sus improvisados capitanes convierten la experiencia en lo más parecido a montarse en una atracción de autos locos. A pesar de ello, merece la pena intentarlo: se pasará un rato entretenido. Las barcas se pueden alquilar a la entrada de la plaza.
La plaza más cinematográfica
Además de ser atractiva tanto para turistas como para sevillanos, la Plaza de España ha tenido tiempo incluso de ser protagonista de las películas internacionales más afamadas. De esta forma ha aparecido en superproducciones como Lawrence de Arabia, por ejemplo. O El viento y el León, protagonizada por Sean Connery y El dictador, de Sacha Baron Cohen. Aunque el rodaje que más revuelo causó fue, sin duda, el de George Lucas y su Star Wars Episodio II: El ataque de los Clones.
Anochece en la Plaza de España
Cuando cae la noche, las luces de la plaza se encienden y la verja de entrada se cierra. El monumento se queda completamente vacío y es entonces, en plena calma, cuando se le dedica una última mirada. Ese es el recuerdo que nos hará saber que dará igual las veces que regresemos a este lugar: la Plaza de España seguirá impresionando siempre como la primera vez.
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