Hace más de sesenta años que se estrenó la que probablemente es la mejor película del cine británico: El tercer hombre. Es inevitable pensar en la cítara de Anton Karas al recordar la película. En Viena te puedes dedicar a recorrer los escenarios de la película, que aunque fue rodada en parte en unos estudios del Reino Unido, se sirvió de las calle de la capital austriaca para grabar las localizaciones en exteriores, en una Viena de posguerra, cuando la ciudad estaba dividida en cuatro sectores.
El guión de la película fue un encargo realizado por el productor Alexander Korda a Graham Greene, un escritor que sonaba a mezcla de cubitos de hielo en un vaso de whisky y a tambor de una pistola jugando a la ruleta rusa y que consiguió que sus novelas supieran a hostia consagrada. Pero sin duda el gran artífice del éxito de la película fue el siempre histriónico Orson Welles. El de Wisconsin consiguió que mucha gente olvidara que el director de la película fue Carol Reed.
Aunque creo que el gran mérito de Welles fue lograr que el espectador dudara si tomar antes partido por el mal que por el bien. El magnetismo de su personaje, Harry Lime, acaba eclipsando al personaje protagonista, el escritor de novelas baratas Holly Martins. Algunas de las escenas de la película están entre las más recordadas de la historia del cine, como la metáfora del gato huyendo de Holly demostrando que sólo quería a Harry, la aparición de Harry Lime en el portal, la persecución por las alcantarillas de Viena (que tanto recuerda a la escena del Otello de Welles en la Cisterna Portuguesa de El-Jadida) o el diálogo en la noria del Prater. Y el final… vaya final. Yo quiero que las mujeres me despechen como lo hizo una guapísima Alida Valli, tan guapa como sólo podían serlo las actrices del blanco y negro.
Para el recorrido por la Viena de El tercer hombre tuve el guión de mi buen amigo Alonso Ibarrola y como guía a un fetichista Gerhard Strassgschwandtner, el mayor coleccionista de objetos relacionados con la película y que regenta el museo de El tercer hombre, con objetos tan interesantes como la cítara original de Anton Karas, un proyector Ernemann 7b con el que se proyectó la película en el estreno, la gorra del niño Hansel o grabaciones de Schellack. La película cuenta con numerosas curiosidades, de las que paso a contar algunas.
En ese viaje que hice tras los pasos de El tercer hombre supe que de todos los protagonistas de la película tan solo sobrevivía el niño Herbert Hablik, Hansel en la película. Regentaba un estanco concedido por el ayuntamiento tras un accidente en una tarde de baño en el Danubio que le dejó postrado en una silla de ruedas. He tratado de saber si hoy todavía sigue vivo, pero no he obtenido ningún dato sobre ello.
En los créditos de la película aparecen nombre y apellido de todos los actores, pero no de la actriz que aparece como Valli. También se dio esa curiosidad en los carteles originales, no así en la versión española donde sí aparece el nombre completo Alida Valli.
La famosa frase en la noria del Prater es errónea. Fue una improvisación de Orson Welles, que dijo: “En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel Angel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor y fraternidad, 500 años de democracia y paz. ¿Y qué tenemos? El reloj de cuco”. El reloj de cuco es un invento alemán y Welles mostró a posteriori su arrepentimiento por el error.
Anton Karas era un músico callejero cuando Carol Reed lo encuentra por las calles de Viena y decide que interprete el tema principal de la película.
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