La ciudad más siglo XVI de España. Así definía Azorín a Ávila, la de los Caballeros, la del Rey y la de los Leales. Hay más. También es la capital de provincia a más altitud de España. La ciudad se levanta sobre un escarpe rocoso que sirve de poderoso cimiento para la muralla. Más de 2,5 kilómetros, 88 cubos y 9 puertas que separaban la ciudad civilizada de la salvaje. Fue así hasta hace cuatro días, cuando el exterior de la muralla estaba reservado a las huertas. Ávila, como el resto de España, no escapó a las ampliaciones de la burbuja inmobiliaria y ahora la mayoría vive extramuros.
Más de la mitad de la muralla es accesible para caminar por el adarve, un paseo para elucubrar cómo fue la vida en tiempos de Alfonso II de Castilla, cuando Ávila y sus ciudades vecinas eran consideradas tierra de nadie. Si la imaginación no es suficiente, basta con acudir a alguna de las visitas teatralizadas que se llevan a cabo durante las noches estivales.


Enfrente de cada puerta se construyó una iglesia, a modo de protección espiritual. Pero por si fallaba ese escudo, estaba la muralla de un recio algo más tangible y menos vulnerable a los ojos del ateo. El paso del tiempo y los enemigos no pudieron con la muralla, pero a punto estuvo de hacerlo un alcalde. Si hoy seguimos disfrutando del poema de piedra es porque una crisis mayor que la actual tenía las arcas municipales llenas de telarañas. Con un poco de razón y el valor que da el tiempo a las cosas, llegó la indulgencia plena: pasaba a ser un icono entre las ciudades castellanas.
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