La ruta por Alcalá de Henares debe empezar y acabar, invariablemente, en la plaza Cervantes, el corazón de la literaria y vetusta ciudad a la que se refería Cela en su Nuevo viaje a la Alcarria, libro en el que también había espacio para la ciudad dormitorio, la que parece un suburbio de Los Ángeles de California. Es la de las letras la que llamó la atención de la Unesco para incluirla en su lista de Ciudades Patrimonio de la Humanidad.
La plaza Cervantes es el espejo del pueblo, donde acuden a mirarse, y a que los vean, sus habitantes. Al caer la tarde se reúne en la plaza Cervantes el Alcalá de abrigo caro y café con leche —corto de café, sin espuma y con la leche hirviendo—, grupos de señores con cigarro en charla previa al partido del Plus y los ocasionales llegados desde todos los puntos cardinales. El alcalaíno de adopción, Luis Madrona, seudónimo de Fernando Sancho Huerta, cuenta en sus Bagatelas que en la plaza había horchaterías donde fueron felices sin conocer bebidas raras. Todavía no salimos de la plaza.
Uno de los edificios más importantes de Alcalá de Henares, el Corral de Comedias inaugurado en 1602, volvió a recuperar las funciones para las que fue construido tras pasar a lo largo de su historia por ajustes neoclásicos y románticos. Tampoco fue ajeno a la revolución cinematográfica haciendo las veces de sala de proyecciones hasta el año 1972.
Las visitas guiadas permiten conocer la historia y las diferentes partes del edificio. Desde la zona de la cazuela, ocupada por las mujeres, llovían frutas y verduras cuando la representación no cubría las expectativas. También existía la figura del apretador, una especie de experto en Tetris para meter en el teatro hasta 600 personas. Hoy el aforo es de alrededor de 170. En la parte de arriba había unos aposentos tras una celosía que ocultaba a las viudas en duelo y guardaba los diversos placeres de la vida de las miradas indiscretas. No necesariamente por separado. Por último, el balcón de las apariencias, un contenedor de vanidades trasladado hoy a la propia plaza Cervantes y su extensión por la calle Mayor, la más larga de España soportalada.
Entre enormes columnas de piedra, algunas muy restauradas debido a los estragos del tiempo, transcurre la vida alcalaína. Por la mañana, la ciudad se despierta por allí, con el ajetreo de carga y descarga durante las pocas horas en que se permite el tráfico rodado. Como curiosidad, en una de las calles que cortan la Mayor hay una placa que recuerda dónde tenían las carnicerías los judíos, ocupadas hoy por uno de esos establecimientos donde las hamburguesas a la parrilla saben mejor. Al caer la tarde, con los últimos rayos del sol colándose por los soportales, pasean las madres primerizas disfrutando de los placeres sencillos de la vida. Los estudiantes, a otra cosa más tangible y menos etérea, empiezan a ocupar unos bares que ya no abandonarán hasta el alba.
Hay que agradecer a la Sociedad de Condueños que todavía se pueda contemplar la fastuosa fachada de la Universidad, obra de Gil de Hontañón, y visitar sus patios.
La sociedad se crea en el año 1850 ante la amenaza de subasta —se cuenta que habían numerado los bloques para su traslado a Estados Unidos— de los edificios de la Universidad creada por el cardenal Cisneros. Tras la fachada, el patio de Santo Tomás de Villanueva, donde se encuentra la frase referida a la vacilada del cardenal al rey Fernando el Católico. Ante la burla del monarca por la poca presencia de un edificio en el que el cardenal había volcado tantos esfuerzos, éste le respondió: “Otros harán en mármol lo que yo hice en barro”. De ahí la inscripción en latín En luteam olim celebra marmoream. Al siguiente patio, el de Continuos o Filósofos, ya se refirieron Quevedo en El Buscón y Mateo Alemán en Guzmán de Alfarache. En especial a la llamada Puerta de los Burros, por la que pasaban los estudiantes con suspensos para recibir las burlas de los compañeros: podían ser manteados o que les cayera encima la gran nevada, una lluvia de escupitajos. Lo único que ha cambiado con el paso de los años es que ahora es el alumno aplicado el que es vilipendiado. El termino gorrón se acuñó en la Universidad de Alcalá, porque los estudiantes con sus grandes gorros eran especialistas en colarse en todo tipo de fiestas. En el paraninfo se entrega cada año el prestigioso premio Cervantes y de aquí también salió la Biblia Políglota, en la que tanto empeño puso el cardenal Cisneros, que recibió sepultura, entre mármol del bueno, en la capilla de San Ildefonso.
Las visitas guiadas que ofrece la oficina de turismo permiten caminar por encima de la muralla. El guía habla de adarves y quimeras —las estatuas que representan monstruos imaginarios, alados y que vomitan fuego— y la gente asiente con cara de no haber entendido nada, pensando más en la ruta que van a hacer a la hora del aperitivo que en la que les ocupa. Pese a todo, sigue con la historia de Alcalá de Henares. Va dando la alineación de responsables: Alonso de Covarrubias arquitecto, al arzobispo Pedro Tenorio le debemos el perímetro amurallado. Luego llegaría el siglo XIX, con los franceses y la desamortización de Mendizábal, con mucho más ruido que nueces.
A la salida, una madre le cuenta a otra lo que le gustan a su hijo esas cosas. Pues anda que al mío. Pero son ellas las que han hecho la visita y se dirigen con prisas hacia las tabernas de la calle Mayor. Atrás se han dejado la Catedral-Magistral construida en homenaje a los Santos Justo y Pastor, los hermanos protagonistas de uno de los capítulos del cuento fundacional de la Complutum romana, de donde deriva el gentilicio complutense. Aunque la universidad que lleva ese nombre está en la capital. Pero no pisemos terreno pantanoso y vayamos con Miguel de Cervantes. “Yo no nací aquí por casualidad”, dice una voz grave en la capilla del Oidor. Siempre me había imaginado a Cervantes con una voz mucho más fina, quizá debido a ese aspecto frágil que ofrece su imagen más conocida, con la eterna golilla.
En una parte de la parroquia de Santa María, hoy cercenada de la torre desde la que se tienen las mejores vistas de la ciudad, han instalado el centro de interpretación Los Universos de Cervantes. El eco de esa voz que le han puesto a nuestro literato más universal inunda el lugar donde se encuentra la reproducción de la pila bautismal, con un par de pedazos incrustados de la original. Se habla de una Galatea más hermosa que cruel, también de su viaje al Parnaso para reclutar poetas que lucharan contra los mediocres. En el lugar donde se cree que tuvo la morada el manco de Lepanto, se acondicionó la Casa-Museo Cervantes, con sus estancias decoradas a semejanza de la época
Amé este lugar…!!!