El sábado y el domingo las calles se han llenado de rúas, de desfiles de Carnaval, el momento más esperado de las fiestas carnavalescas que se celebran por todo el mundo. En Sitges, la tarde del día del Señor, celebran la rúa de la Disbauxa (la del desenfreno), pero parecen no tener suficiente con una. Por esta razón, el martes de Carnaval celebran la del Extermini (que no hace falta traducir).
El Diccionario define ruar como “pasear la calle con el objeto de cortejar y hacer obsequio a las damas”. No sé si en Sitges harán regalos a las damas, pero sí que es uno de los carnavales mas gamberros que conozco. El carnaval de Sitges tiene solera y no es sólo la rúa, son los bailes en las entidades, las xatonades (comidas colectivas donde el denominador común es el tradicional plato de xató), la llegada de su Majestad, el Predicot (el pregón), las visitas del cortejo a los mercados, las tiendas, las escuelas, los hogares de abuelos y, finalmente, el entierro del Rey el miércoles de ceniza. Las fuentes documentales constatan su celebración desde hace más de un siglo.





“Una fiesta es fiesta cuando la gente la celebra, cuando la gente la hace suya. Una fiesta es más fiesta cuanto menos se puede controlar desde el poder. En Sitges el Carnaval es de la gente”, escribe el antropólogo Josep Fornés. De hecho, como ha ocurrido en otros lugares, el principal problema de la fiesta es precisamente su éxito. No es fácil gestionarlo. Sin embargo, aún hay rincones, callejuelas, donde se puede degustar la rúa sitgetana más gamberra, sin guiones, caótica, desastrosa como desfile, pero terriblemente humana, cálida, cercana, provocadora y catártica. Este es, sin duda uno de los carnavales más prestigiosos, singulares e irreverentes del país.





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