Antes de viajar a cualquier lugar procuro echar mano de los libros para documentarme. Ver qué han escrito otros antes y mejor. Cuando supe que iba a viajar a Medellín las lecturas escogidas fueron La vírgen de los sicarios de Fernando Vallejo, Comuna 13: crónica de una guerra urbana de Ricardo Aricapa y No nacimos pa’ semilla de Alonso Salazar. ¿Por qué estos títulos? Para tratar de entender la gran transformación que había sufrido la ciudad en la última década, quitándose de encima el sambenito de ciudad más peligrosa del mundo. Atrás quedaban los días en que frases como “A Belencito Corazón sube el diablo rezando” llenaban las páginas de la prensa nacional. Fue el momento en que en las comunas imperaba la Ley de los Corrales: no podía haber dos gallos en el barrio y cuando eso sucedía hablaban las balas.
Hace unos pocos años, los habitantes del valle de Aburrá apenas levantaban la vista hacia las comunas por miedo a ofender, no fuera que les quedaran conociendo, como decían en la particular jerga pandillera: te podían coger de quieto —atracar en la calle— o arrebatar los cueros —tirón de bolso— en el mejor de los casos. Si no cancelabas la vacuna —pagar el impuesto revolucionario— se podían ir de cambiazo —a puñaladas— o quebrarte —matarte— con un tres ocho —una clase de arma—. Los chavales dedicaban las horas a tirar perico o hueler —esnifar coca—, a darse chumbimba —tirotearse— y a intentar dejar la pinta —tener descendencia— antes de irse para el otro barrio. El peor insulto que te podían decir era gonorrea, tras la palabra iba la bala. Y a las puertas de las funerarias, buscando clientes, se apostaban los gallinazos o comisionistas. Los sicarios rendían cuentas a su virgen, María Auxiliadora, yendo a bañar sus balas en agua bendita. El diezmo que la violencia había ejercido sobre la población masculina hacía que esa sociedad, en el fondo matriarcal, encontrara su reflejo en la figura de la virgen y a ella le pedían protección.
Corría el año 2002 cuando la operación Orión, con todas sus dudas e imperfecciones, entraba en la Comuna 13 y plantaba la semilla del cambio. Álvaro Uribe como presidente de Colombia y Luis Pérez como Alcalde de Medellín, también ambos con imperfecciones, habían dado un puñetazo en la mesa: no podía haber zonas de la ciudad en las que no se pudiera ni pensar en poner los pies. Las comunas eran los asentamientos nacidos de la invasión de tierras, chabolas construidas de pura necesidad, en una vida que solía dar la espalda a sus habitantes, que tenían que compartir espacio con cucarachas de tamaño heroico. El solo hecho de mencionar barrios como San Javier o Santo Domingo Savio ponía los pelos de punta.
Tras la intervención armada, vino la arriesgada apuesta de la municipalidad al invertir en instalaciones y servicios en las zonas más deprimidas socialmente. Se trataba de hacer ver a la gente que habitaba los laberínticos barrios periféricos que eran importantes y contaban para Medellín. Es así como nacieron el Jardín Botánico, el Parque Explora o los Parques Biblioteca. La iglesia también tuvo su parte activa en la evolución de la ciudad al lanzar la campaña Amar es desarmarte, en la que cambiaban armas por bonos de mercado canjeables por alimentos de primera necesidad. El tiempo ha dado la razón a aquella política de inversiones.
La solución, fácil en apariencia, pasaba por crear nuevas infraestructuras en los lugares más deprimidos. Todo ello cimentado con el arma más poderosa que ha creado la humanidad: la cultura y, por ende, la transmisión de la misma. En primer lugar había que conectar las dos ciudades. Para la gente del valle era impensable subir a las comunas y bajar al centro suponía un gasto que los habitantes de las comunas no podían soportar en la mayoría de ocasiones. El Metrocable vino a suturar la herida abierta, a dar fluidez a las comunicaciones para que la gente supiera lo cerca que quedaba la otra parte de su ciudad. Llegaron también los Parques Biblioteca. Cuando plantearon a los líderes comunales de Santo Domingo Savio la construcción del Parque Biblioteca España, la respuesta fue que necesitaban pan y trabajo, que los libros no les iban a llenar el estómago. Pero el proyecto finalmente salió adelante y el 24 de marzo del año 2007 los Reyes de España presidían la inauguración. Nuestro país había contribuido, a través de la Agencia de Cooperación Internacional, con la construcción del auditorio y ayudado a informatizar el centro. Dos años más tarde, con la visita de Felipe y Letizia, una niña se cargaba con un inocente comentario nuestra monarquía. Les dijo que no podían ser príncipes, que a él le faltaba el caballo blanco y a ella la diadema de brillantes. Pues eso, que los príncipes para los cuentos.
En un primer momento se construyeron cinco Parques Biblioteca, uno de ellos en San Javier (Comuna 13), en honor del canónigo que tanto hizo por la comuna en los tiempos más difíciles, José Luís Arroyave. En el año 2009, la fundación Bill Gates reconoció la labor de estos centros con el premio Acceso al Conocimiento, hecho que animó a la ciudad para construir otros cinco. Paralelamente, se levantaron en cada zona colegios y centros de desarrollo empresarial. Los libros habían vencido a las balas. Los niños empuñaban libros, se les abría una ventana al mundo con acceso a Internet y los mayores se sorprendían con la visita de personalidades y la llegada de los primeros turistas. El experimento había funcionado.
Un aspecto muy importante, teniendo en cuenta la maltrecha economía de la gente, es que tanto los Parques Biblioteca, como el Jardín Botánico o el Parque Explora son gratuitos: la municipalidad ya pagó por ustedes es el lema que recibe a los visitantes. Haciendo partícipes a los ciudadanos de esos espacios les traspasas un sentido de pertenencia y lo cuidan como si fuera, en realidad lo es, suyo. No todas las infraestructuras son recientes. En la plaza de las Esculturas y el Museo de Antioquia se puede ver la mayor concentración de obras de Botero, el artista colombiano que nunca puso a sus modelos a dieta el lunes. En la plaza hay plantadas 23 piezas monumentales del artista, accesibles a todo el mundo. De hecho, no es difícil ver a gente subida en las propias esculturas para fotografiarse. La visita al museo es gratuita para los estratos 1, 2 y 3 de la población. Nuevamente, la cultura accesible a los más desfavorecidos.
La revolución se ha contagiado a todos los sectores. La gastronomía no podía ser ajena. Uno de los impulsores de la nueva cocina ha sido Juan Manuel Barrientos, dispuesto a llevar la cocina al laboratorio y poner todo en entredicho. En su restaurante El cielo prepara un interesante menú con veinte momentos, desde lavarse las manos con chocolate hasta fusionar hidrógeno con pétalos de rosas. Por supuesto, hay momentos menos sensoriales y más masticables. En definitiva, buenos alimentos.
Las chicas en Medellín son muy guapas. Bien es cierto que algunas han pasado por el taller de la perfección y que en algunos casos al cirujano se le fue la mano con la silicona. No hay que olvidar que Medellín es también conocido como destino para el Turismo de Salud, eufemismo latino para los viajes a la clínica de estética.
Dos curiosidades más sobre la ciudad. Una, que Carlos Gardel murió en un accidente aéreo en el aeropuerto Las Playas, hoy conocido como Enrique Olaya Herrera. Y la otra es sobre la pintada de una conocida frase de Neruda en una pared, que resume perfectamente el proceso irreversible de transformación de la ciudad: Podrán cortar las flores pero no detendrán la primavera.
Hola,
Me ha gustado mucho el post y desconocía la reciente historia de las comunas de Medellín. Estamos preparando un viaje dentro de poco a Colombia y me encanta conocer su historia y más saber que se logra cambiar armas por libros, es estupendo.
Un saludo. Luis.