Una vuelta a Islandia escuchando a Sigur Rós puede ser interminable, surrealista, monótona, con un raro interés por escribir tesis sobre el suicidio cuando te hayas tragado toda la carretera nº1. Que sí, que tienen una docena de temas muy potentes para los que no hace falta saber nada del shoegazing —actitud entre el nihilismo y un mal viaje con las drogas— ni caer en que algunas están cantadas en vonlenska, una jerigonza inventada con la que sueltan monosílabos no necesariamente al ritmo de la música.
Pero cuando viajas por Islandia te das cuenta de que no hay otra música posible: formaciones caprichosas, condiciones climáticas extremas, paisajes irreales, una isla sin apenas árboles, con un interior prácticamente inhabitable y volcanes que cada pocos años nos recuerdan que el planeta está vivo. Así que le ponemos música de Sigur Rós a algunos de los paisajes más conocidos de Islandia.
Thingvellir. Donde empezó todo. El primer parlamento del mundo fue creado aquí, se legislaba y se hacía cumplir la ley, pero no de igual forma para todos. La piscina de los ahogamientos estaba destinada únicamente a las mujeres. Por suerte, ese sistema se ha ido perfeccionando en Islandia a lo largo de los siglos y hoy se han atrevido con políticos y banqueros, una de esas jugadas que tanto envidiamos los españoles por lo que se desprende de nuestros comentarios en Facebook. La isla está asentada en la dorsal Atlántica, en el lugar por donde se partió el mundo. En el Parque Nacional de Thingvellir podemos caminar por alguna de las cicatrices que dejó la separación de los continentes. Esas fallas son las responsables de los habituales tembleques que se perciben en el área. Como no podía ser de otro modo, escogemos Ágaetis byrjun (Un buen comienzo), más por los últimos pasos dados por los islandeses que por aquel primigenio parlamento con tanto por mejorar.
Geysir. Junto a Thingvellir y la Laguna Azul forman el Círculo Dorado, la ruta más popular del sur de Islandia. Antes de acercarte a alguna de las erupciones de agua caliente atiende a unas sencillas normas que se resumen todas en una: no tires piedras al interior del géiser. El más famoso de ellos, que dio nombre al fenómeno, tiene el acceso cerrado y está casi inactivo debido a que algunos turistas depositaban piedras para ver cómo salían despedidas. Afortunadamente, han dejado a un lado ese curioso síndrome de Trevi que les lleva a arrojar cosas cada vez que ven agua, aunque sea un charco, y podemos disfrutar de la precisión casi suiza del géiser Strokkur. Explota cada pocos minutos y el agua alcanza varias decenas de metros. Si estás atento a la burbuja reconocerás el momento preciso para hacer clic con tu cámara. Escuchamos Gong que, aunque no tiene nada que ver, suena al instrumento de percusión que da la señal al géiser.
Cascadas. En Islandia hay agua por todas partes y en todos sus estados. La que sale del grifo es otro motivo de orgullo para los islandeses, podrás comprarla embotellada en el supermercado pero casi con toda seguridad te van a mirar raro. Ríos, glaciares, lluvia, mar. Pero es en las cascadas donde tiene su forma más fotogénica. Las hay repartidas por todo el país: Godafoss, la de los dioses; Dettifoss, la más caudalosa; Skógafoss, hábitat de una gran colonia de fulmares; Seljalandsfoss, de las más elegantes pero que vende caros los días con sol; Gullfoss, la que está más a mano, a tiro de piedra de la capital; o Svartifoss, la cascada negra, de paredes de basalto. Hún Jörd es un tema que le va muy bien, una oda a la Madre Tierra, un Padrenuestro sin hostia pasado por la etérea piedra del grupo.
Carretera nº1. Y no hay más. Aunque hay algunos ramales, caminos y pistas, es la principal carretera y da la vuelta a la isla. No está asfaltada en su totalidad pero en todo el tramo sur es una carretera de anuncio, donde te gusta conducir. Hay que tomarse en serio el tema de la conducción en Islandia; hay caminos que están prohibidos para los coches de alquiler y ninguna compañía asegura los vehículos a todo riesgo. El importe de la franquicia es del tamaño de los disgustos. Si quieres parar a contemplar el paisaje hazlo en mitad de la carretera, no te cortes. Es posible que en las siguientes horas no pase ninguna otra cosa con motor y si lo hiciera, adelantará pacientemente sin pensar siquiera en tocar el claxon. Para el coche un tema cañero que pondremos una y otra vez. ¿He dicho cañero? En fin, que suene Hoppipolla. Aunque tenga mala rima, es uno de los mejores temas de Sigur Rós.
Caballos. Los équidos en Islandia son asunto serio y motivo de orgullo nacional. Su particular estética los hace candidatos a cualquier casting en plan “porque yo lo valgo”, con esos peinados tan divinos. Otro gallo canta los días de lluvia, cuando el pelo se les encrespa. Dicen que se mantienen puros desde la época vikinga y hay estrictas leyes en cuanto a importación y exportación de animales: si un caballo sale de la isla ya no puede volver a entrar. A los caballos dedicamos el tema Olsen Olsen del álbum Takk, porque la canción tiene diferentes ritmos: paseo, trote, galope.
Reynisdrangar. Si se prevé un día despejado dirígete hasta esta zona muy cerca de Vík y no querrás marcharte del país. Son formaciones de basalto que emergen del mar, como enormes dedos. Desde el mirador que sube al faro tendrás una estupenda vista, sin salirte de la zona de confort. Eso sí, no te tomes a broma el viento. Desde allí se tienen vistas a los dedos de piedra, a una extensa playa de arena volcánica y, hacia el otro lado, a acantilados de vértigo y a uno de esos oníricos paisajes que uno piensa encontrarse cuando viaja a Islandia. Los valientes deberán saltar la barrera y acercarse hasta el pie de las formaciones, bien por el lado de la playa para ver qué poco amable puede ser el mar o bien desde Vík, pero teniendo en cuenta que hay que escoger las horas en que baja la marea. Me han contado que, debido a la temperatura del agua, no es nada agradable que llegue una ola y pase un palmo por encima de tus rodillas. Para este lugar, otro temazo. Vamos con Daudalogn.
Vatnajökull. Imponente, brutal, excesivo. Olvida todo lo que has entendido hasta ahora por hielo. Para los que gusten de esos datos empíricos tan del telediario, no tengo ni idea de a cuantos campos de fútbol corresponden sus 8.100 kilómetros cuadrados, pero el resto de glaciares del continente entrarían en su interior. Acercarse a alguna de las lagunas donde se depositan los enormes trozos de hielo que caen de sus paredes, para esperar que aparezca la aurora boreal, puede ser una buena idea. Hasta que en el silencio de la noche escuchas los crujidos del hielo al romperse. El mejor antídoto para el acojone que te entra es que suene algún tema del álbum (). No se me ha olvidado poner nada dentro del paréntesis, es que lo llamaron así. Y en la misma línea, todos los temas se llaman Untitled y van numerados del uno al ocho. Aunque la banda les puso unos subtítulos para saber de qué narices hablaban en los ensayos. Que suene el corte número cuatro, conocido como La canción de la nada.
Jökulsárlón. Es el principal lago glaciar que recibe los enormes bloques de hielo que se desprenden del Vatnajökull. Estamos ante un escenario 007, tanto Panorama para matar como Muere otro día rodaron exteriores en Jökulsárlón. Parte del hielo se funde en el propio lago y sirve para que un grupo de focas retoce a sus anchas, pero la mayoría de los enormes bloques helados pasa por un corto canal hasta el mar, donde la fuerza de las olas devuelve enormes bloques de hielo a Breidamerkursandur, una playa de negrísima arena. Siéntate, disfruta con calma de las diferentes formas y del intenso azul del hielo mientras las olas acaban fundiendo miles de años de existencia. Uno de los principales atractivos de Islandia merece un gran tema: haz que suene Saeglópur (Perdido en el mar).
Aurora boreal. Nada se puede comparar al baile de la dama verde en el cielo. El fenómeno se puede observar entre los meses de septiembre y marzo, en noches frías y despejadas. Dejamos las cuestiones de la ionosfera y el electromagnetismo para los científicos o para los adictos a la Wikipedia y nos centramos en buscar un lugar para contemplarlas. Conviene hacer la localización de día y por la noche ir provistos de algún tipo de luz auxiliar para no ver las luces del Norte con los morros en el Sur. Un buen sitio es la laguna Fjallsárlón, que en invierno permanece helada y es como un espejo que te devuelve la luz de las auroras. Fotografiarlas es uno de los sueños de cualquier amante de la naturaleza. Vamos con un tema casi impronunciable: VidRar Vel Til Loftárása. Pero ahora sí tenemos la traducción y sacamos una estrofa que nos gusta para esperar a la aurora boreal: I always come back to the same place / total silence / no answer / but the best thing God has created…
Frailecillos (y demás bichos alados). Islandia es un paraíso para los ornitólogos. De todas las especies que vuelan por la isla el frailecillo está entre las más curiosas. Durante el duro invierno viven en el mar y cuando llega la primavera se acercan a las costas de la isla para aparearse como si se acabara el mundo. El 60% de la población mundial de frailecillos atlánticos cría en Islandia. Se les ha encontrado parecido con los pingüinos, se les llama loros de mar por su colorido pico, pero a mí me recuerdan a espías con frac, mirando de un lado para otro con nerviosos tics. Dos de los mejores lugares para observarlos, realmente muy de cerca, son los fiordos orientales y la isla de Papey. Ekki múkk suena a música de documental, al acompañamiento perfecto para el apareamiento.
Mývatn. Este lago del norte del país es una de las zonas de mayor valor ecológico de Islandia. La traducción literal es “lago de las moscas enanas”. Y si hay moscas, hay patos, otros tipos de aves y entusiasmados pajareros con prismáticos correteando de un lado para otro. A lo largo de toda la orilla se encuentran numerosas formaciones de origen volcánico, producto del proceso de enfriamiento de la lava. Muy cerca del lago hay una zona donde se pueden ver, oler mucho antes, permanentes emanaciones sulfurosas y de barro. Si cerca de Reykjavik tienen el Blue Lagoon aquí se conforman con el Lagoon a secas, un centro termal mucho menos masificado. Aunque hablar de masificación en un país de 300.000 habitantes, el 70% viviendo alrededor de la capital y su área de influencia, quizá sea mucho decir. Mientras nos bañamos recordando el “Aquí huele a azufre”, podemos escuchar Varúd del último álbum de la banda, Valtari.
Península de Snaefells. El dramatismo y la épica de este rincón de Islandia le dieron a Julio Verne la puerta de entrada a su Viaje al centro de la Tierra. Al escritor se le pasó por alto un pequeño detalle: el cráter está cubierto por un glaciar que imposibilita un posible acceso al interior. Pero no vamos a fastidiarle el cuento a estas alturas. Hablando de cuentos, esta península atrae a flipados de todas partes del mundo en busca de advenimientos y contactos con el más allá. Los islandeses miran el tema con suspicacia, pero sin quitarse de debajo del brazo el libro de sagas que hablan de Odín, troles y elfos. A todos ellos les dedicamos una rareza orquestal —aunque hablar de rareza en Sigur Rós es como poco curioso— basada en un poema, el tema Ódin’s Raven Magic.
La agencia Island Tours es especialista en viajes a Islandia. Organiza viajes programados y a medida, tanto en invierno como en verano. Una semana de viaje te va a dar una primera impresión de lo que ofrece la isla y podrás visitar algunos puntos importantes en el sur. Si pretendes dar la vuelta a la isla, cuenta como mínimo con dos semanas.
Ains q ganas de verlo con mis propios ojitos. Se buscan acompañantes
Pues no lo dudes, Sonia, Islandia es uno de los destinos que más impresionan en el mundo.