El hombre siempre ha tenido la necesidad de manifestarse artísticamente, en el Renacimiento, en el Barroco y con las vanguardias; también lo hizo durante el Paleolítico y el Neolítico. La Rupestrología, el arte rupestre, es la parte gráfica de una narrativa que explica ciertas historias prehistóricas. En las comarcas de la Costa Daurada, gente de ambos periodos nos dejó una amplia muestra de pintura; las cuevas, abrigos y rocas al aire libre de las Montañas de Prades y de los alrededores de Capçanes, entre otros lugares de Catalunya, sirvieron de lienzo.
Esos paisajes fueron testigo de un gran momento, el cambio de una economía cazadora-recolectora a otra en que entraron en juego agricultores, ganaderos y pastores. Pese a que en esa fase de transición hubo los dimes y diretes propios de los patios de vecinos, parece que los cambios fueron graduales y poco traumáticos por lo menos en lo que se refiere al arte, donde hubo un respeto del espacio. Lejos de destruir las obras de sus antecesores, se compartió la pared y el mural, copiando y adaptando técnicas y motivos. En las Montañas de Prades hay más de cuarenta localizaciones con arte rupestre, una tercera parte del total de Catalunya, y casi una veintena en el municipio de Capçanes, en ambos casos con muestras de arte levantino (cazadores-recolectores) y arte esquemático (agricultores-ganaderos). Este año se ha cumplido el 200 aniversario del descubrimiento de la primera cueva con arte rupestre en Catalunya, el Portell de les Lletres, una de las que podemos visitar en las Montañas de Prades. El arte rupestre del arco mediterráneo de la Península Ibérica fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en el año 1998.
No son pocas las ocasiones en que las mentes profanas han calificado de simple el arte rupestre, de trazo “casi infantil”. Cuando descubrieron las pinturas de Altamira, el reputado arqueólogo francés Émile Cartailhac tuvo que comerse sus palabras y acabó escribiendo un artículo que llevaba el subtítulo Mea culpa de un escéptico. Su primera impresión, coincidente con la de otros colegas, fue la de catalogar las conclusiones del estudio de Sanz de Sautuola como fake, si utilizamos terminología actual. Para tratar de desmontar prejuicios nos citamos con Ramon Viñas, Doctor en Arqueología del Comportamiento Simbólico, en el CIAR (Centro de Interpretación del Arte Rupestre) de Montblanc. «Los autores de las pinturas estaban bien preparados, sabían muy bien qué tenían que hacer y cómo. Había oficio, que probablemente se aprendía desde pequeño. No pintaban monigotes en cuevas, tenían un gran conocimiento de la anatomía y de la estilización. Nunca hacían borrones». Con este primer apunte, Ramon deja claro que hablamos de verdaderos artistas. «En algunos motivos o temáticas que se repiten, separados geográficamente, se identifica la mano de un mismo autor, igual que reconocemos la obra de cualquier pintor en otro periodo histórico. Ves el trazo, ¿es un Dalí, un Picasso?», nos dice.
Eran conocedores de las técnicas adecuadas para hacer pigmentos, las cargas necesarias y los aglutinantes para fijarlos. Trabajaban con buenas herramientas, se tenían en cuenta los mejores pelos y conocían las formas para hacer pinceles. En cuanto a los colores, básicamente utilizaron el rojo, el negro y el blanco, de procedencia mineral. A la hora de determinar las temáticas y significados de este valioso legado arqueológico, que nos conecta con el imaginario de nuestros antepasados, ya entramos en el terreno de la interpretación; la conceptualización frente a la arqueología que obedece a dataciones y medidas. El empirismo frente a las fascinaciones de la mitología, creencias, etnología, filosofía, semiótica, ecología, astronomía y sociología, puestas al servicio de las hipótesis y de las analogías, sabiendo que toda interpretación nace para ser cuestionada y enfrentada, cuando no directamente rechazada, y que difícilmente sobrevive a la siguiente.
Hay que pensar que una sola temática, como es la caza, puede tener diferentes simbolismos. Puede hablar de un lugar estratégico para la caza, especial por motivos espirituales, puede ser el reflejo de algún episodio histórico, un rito iniciático o tener alguna clase de relación con los astros, por ejemplo con equinoccios y solsticios. «Los bóvidos o los cérvidos pueden representar al sol en el mundo de los cazadores. ¿Puedes demostrarlo? No, pero en determinados momentos vemos la incidencia del sol en lugares donde hay estos animales», nos explica Ramon. Si la interpretación del arte levantino resulta compleja, la del esquemático, que muta progresivamente del arte figurativo a la abstracción simbólica, no lo es menos. La cosmovisión del hombre del Neolítico, por ejemplo, incorpora a las paredes numerosos soliformes.
La magia, la religión, los ritos de fertilidad, los animales asociados a símbolos femeninos y masculinos o los signos de inicio y fin de obra con patrones de ubicación, son otros de los elementos que aumentan exponencialmente las posibilidades interpretativas. Cabe incluso pensar en la posibilidad de prácticas de chamanismo previas a la realización de las pinturas, con figuraciones que podrían responder a visiones experimentadas durante el éxtasis.
Ramon destaca la importancia del estudio de las comunidades de cazadores, recolectores, pescadores y agricultores, de otros continentes que todavía conservan esos modos de vida, ya que aportan datos vitales para la comprensión por analogía etnográfica de estas obras: «Ver lo que hacen los pueblos cazadores no para hacer analogías sino para entender y comprender». Si de entender se trata, es recomendable hacer una visita al Centro de Interpretación del Arte Rupestre de Montblanc antes de visitar cualquiera de los abrigos con arte rupestre. El CIAR nació como respuesta a la demanda de socialización del conocimiento, además de la divulgación también trabaja en la conservación y en la investigación de las pinturas de las Montañas de Prades. Una serie de paneles y réplicas de las cuevas nos va introduciendo en la temática. El centro organiza talleres educativos de técnicas prehistóricas dirigidos a escolares y universitarios con el fin de divulgar responsablemente y sensibilizar a la gente. La intención final de esta labor educativa es la preservación del patrimonio, conservamos lo que conocemos y estimamos. Recientemente, han organizado en Montblanc unas jornadas internacionales sobre el arte rupestre del arco mediterráneo de la Península Ibérica.
Se atribuye a Picasso la siguiente frase: «Después de Altamira todo es decadencia». Más allá del titular provocativo, el mundo del arte rupestre ha sido una fuente de inspiración para pintores y escultores. Sin salir del mundo picassiano, tenemos su serie de tauromaquias, con grandes similitudes con los bóvidos y caballos del arte rupestre; en algunas obras de Tapies encontramos las huellas de punzones y dedos, las formas de algunos caballos pintados por Barceló nos resultan familiares y aún más la estilización de las figuras de Giacometti. Fuimos a ver a Ramon Viñas con una docena de preguntas y salimos con un centenar de interrogantes. Nos quedamos con una de sus frases durante la entrevista, que condensa perfectamente el ansia de saber y los motivos por los que nos acercamos a las manifestaciones artísticas que nuestros antepasados dejaron en cuevas y abrigos: «Cuando intentamos conocer cosas del pasado lo que queremos saber es cómo somos nosotros».
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