Tenemos que hablar, Estambul. Y no, no soy yo. Eres tú.
Hablemos. Necesito que me cuentes. ¿Qué te ha pasado? ¿Dónde estás, que no te encuentro? Sí, a veces ni te reconozco. Has cambiado tanto que a veces me pregunto si lo nuestro tiene solución. No es solo tu fisionomía. Es también, y esto me preocupa más, tu carácter.
No creo que tú te des cuenta. Sigues enamorando y embrujando a todos los que te conocen por primera vez. De día, de noche o incluso hasta cuando les despiertas al alba con tus llamadas al rezo. Todos suspiran cuando se pronuncia tu nombre. ¿Qué les das, que ya me cuesta verlo, que ya casi no me acuerdo? Oigo que unos dicen que son tus mercados y museos, otros que son tus edificios históricos, decadentes y calles empedradas. ¿O será el Bósforo, esa grieta cubierta de agua, que libera de la asfixia ante la ausencia de parques o zonas verdes? Pero ¿será ésa tu perdición, que hace que no sepas dónde estar, si en Europa o en Asia?
Con todo los embelesas. Yo creo que es porque pocos salen de tus barrios históricos, Sultanhamet, Eminönü, Gálata, Faith, Balat. Tú me dirás que ésa es tu esencia, tu pasado, que no es necesario mirar más allá. Pero ¿de verdad lo crees así? Eres una ciudad de 15, 17 o 20 millones de habitantes (ni siquiera tú sabes a cuánta gente alojas) ¿y me pides que te juzgue por esa ínfima y bella parte? No es justo.
Las últimas veces que nos hemos visto he visitado barrios donde, sinceramente, no he visto a ninguno de tus admiradores o aduladores. Nuevos barrios desmadrados, grises, creados para el beneficio de quienes han tendido las calles y levantado edificios sin personalidad. El ladrillo ha podido contigo. Si no ¿por qué has permitido que desaparezcan campos, bosques y cultivos de tus alrededores para construir barrios desnaturalizados, de edificios de 10, 15 o 20 plantas? ¿Dices que eso es el progreso? Y la ostentación de los centros comerciales, cada cual más caro y lujoso que el anterior ¿era necesaria?
¿En quién te fijas, quién es tu modelo, tu referente? Has dejado de ser tú misma.
Me da pena porque creo que no eres consciente del problema. Creo que te embelesaron con palabras vacías. Te prometieron ser la ciudad más importante del país; ¡que va, de Oriente o acaso del mundo! Te prometieron más puentes para unir tus dos gajos. Y autopistas, nuevos barrios, lujo, dinero, riqueza… Ser una ciudad modelo para el resto del país. Aduladores. Te dejaste embaucar por el sueño de grandeza de tu antes alcalde, luego primer ministro y ahora presidente. Sí, Erdoğan. Un megalómano que aspira a convertirse en el nuevo Atatürk. Te ha prometido convertirte en la más bella, la más grande, la más importante. Y tú te lo has creído. Pero créeme, él no está contento contigo: te cree vieja, pobre, anticuada. Yo creo que se avergüenza de ti. Por si fuera poco, ahora quiere romperte nuevamente, crear un nuevo estrecho, un nuevo canal, y junto a él construir el aeropuerto más grande del mundo. ¿No ves que son delirios de grandeza?
Te seré sincero: no son celos, no me siento desplazado, pero también tus nuevos amigos me inquietan y la religión está cada día más presente en cada aspecto de tu vida. Tú que te habías convertido en una ciudad liberal, laica, amable con todos. Ahora quieren moldear tu carácter, controlar la justicia y la educación. Segregar. Separar. Imponer. No, no me parece mal que cada cual crea en lo que quiera mientras respete a los otros, pero es que siempre te habías mantenido al margen. Te has contagiado del ambiente del resto del país, cada vez más dividido por culpa de las creencias de unos y otros. Y no, no es sólo que tus nuevos amigos sean los países árabes, con sus bolsillos llenos de dólares, pero supongo que contribuye. A eso, y a que ya no sea raro ver a mujeres completamente cubiertas con el chador negro por barrios como Beyoğlu.
No, no me llames egoísta por negarte lo que nosotros tenemos. Al contrario, todo esto te lo digo porque ya lo he vivido. Porque me ha pasado, porque lo veo en la ciudad en la que vivo, y me da pena. Sí, mi país se arrastra. Nos dejamos llevar, como tú. Nos creímos ricos, nos creímos que ésa era la única dirección, la evolución normal de la ciudad y ahora lo estamos pagando. Por eso te digo que no sigas adelante, que mires lo que ya tienes, que pares antes de que sea demasiado tarde. Pero aún estás cegada con el aparente esplendor del mármol, acero y espejos que invaden tus calles. Lo sé, es difícil decir “basta” cuando tantos quieren hacer negocios contigo.
Caminar por tu barrio de Beyoğlu, por ejemplo, es casi como hacerlo por cualquier otra ciudad europea. Los centros comerciales sustituyen a los cines y las multinacionales se han adueñado de tus locales. Como sigas así, de verdad, ¿en qué te vas a diferenciar del resto? Ten cuidado, porque a este paso, un día dejarás de resultar atractiva. La gente buscará otra ciudad donde encontrar lo que buscan: un lugar genuino, único, irrepetible.
Me gustaría que esto no acabara aquí. De hecho, a veces pienso que lo nuestro tiene solución. Cuando cruzo el Bósforo en barco; cuando escucho a tus músicos gitanos tocar su chirriante oboe; cuando uso tu nuevo y reluciente metro, saltándome los insufribles atascos; cuando me tomo una copa en la azotea de algún edificio sobre una alfombra infinita de luces; cuando entro en alguna de tus lokantas a comer una sopa y un buen guiso de carne; cuando al girar alguna calle me encuentro con olor a cardamomo, comino y pimienta…
Tal vez pueda, lo que no tengo claro es que quiera empezar de cero. Sí, tendría que cambiar la manera de mirarte, borrar mis recuerdos. Ya no eres quien yo conocía. Eres una ciudad nueva, por más que te empeñes en invitarme a visitar tus mezquitas, bazares y museos. Has cambiado demasiado, no lo niegues. Cierto, todos lo hacemos, pero cada vez hay menos cosas que te hacen única. Y ése, ése es el peligro. A este paso serás una más. Y entonces ya no habrá vuelta atrás.
No me puedo resistir a dejar el primer comentario. Mi amor por Estambul es incondicional. Pese al cemento de Erdogan…
Ay,ay,ay…esa ciudad que me tiene loco, esos atardeceres, esa energía palpitante, ese centro del Mundo. Y sí, lo están destrozando, cambiando y no para mejor. Siento esas sensaciones como mías, esos feos barrios modernos, impersonales, esas torres de hormigón que rompen el encanto y la magia de una ciudad epicentro de tantas cosas. Pero esa ola de supuesta modernidad acelerada no afecta sólo a Estambul, aunque por ser lo que es duele todavía más.
Y no sólo el cemento, los centros comerciales, las mismas tiendas presentes en cualquier otro lugar. Como dice Pablo, es el ambiente, el imparable avance de un Islam que aquí se ha entendido y vivido durante generaciones separado del Estado. Pero que ahora el mismo Estado intenta imponer a golpe de limitaciones, prohibiciones, censuras e invasión de nuevas mezquitas que crecen como setas por toda la geografía turca. ¿Hacia dónde caminas Turquía? ¿Qué están haciendo contigo Estambul?
¿Hacia donde caminas Turquía?
Exelente critica!!!!!!Una hermosa descripcion de un viejo amor que aun sigue latente!!
Los que amamos Estambul y sentimos ese Hüzün que nos domina cuando nos vamos de Estambul, tenemos que ser consciente de que la ciudad siempre ha estado en completa mutación, así ¿cual es la Estambul que debemos echar de menos?
La mayoría de nosotros no hemos conocido esa Estambul que menciona por ejemplo Orhan Pamuk en su célebre libro sobre la ciudad, una capital sin embajadas pero donde los griegos y los armenios aun eran abundantes y los judíos sefardíes aun hablaban en lengua djudeo española. Mucha gente añora el laicismo que impulso Atatürk y que ahora quiere echar abajo Erdogan, pero acaso no fue el nacionalismo turco laicista también responsable de la perdida de la diversidad inherente a esta urbe, no fueron sus medidas asimiladores las que desterraron a los mevlevi, que desfiguraron parte de la herencia otomana, quienes sentenciaron de muerte al ladino e incluso expulsaron muchas comunidades historicas de la ciudad. Los griegos o los armenios, los grandes diseñadores de la belleza de Estambul, desaparecieron a base de venganzas calculadas por ese desbordante nacionalismo turco.
La ciudad esta mutando, pero que ciudad no lo hace, lo que me da miedo es que Estambul muta sin consenso, sin respeto a nada y que a muchos se los excluya de ese debate porque si, porque no son de los nuestros como diria Erdogan. En mi opinión Estambul deberia acoger de nuevo a todo el mundo, y entre todos reflexionar primero en como mejorar de verdad la vida de sus ciudadanos, ya que Estambul padece en deficit crónico de servicios, que sigue sin corregirse. Las necesidades del gobierno van a hacia la invasion de los espacios naturales y a la construcción de centros urbanos, hoteleros y comerciales, que lo unico que hacen es aumentar el problema.
Estambul no necesita centros comerciales, necesita espacios deportivos, arboles, transporte publico y menos contaminación. Estambul necesita que los ciudadanos crucen una calle sin miedo a ser atropellados, que policias multen y gestionen el tráfico de una vez y dejen de reprimir al ciudadano cuando quiere expresar su opinión. Estambul y Turquía necesita que el conservadurismo de unos no afecte a la vida diaria de los demás. Estambul realmente lo que necesita es mutar y de verdad, pero claramente y en eso estoy de acuerdo contigo que no en esa dirección.
Es un relato precioso y a la vez triste. Es una declaración de amor a una ciudad y un reproche por no satisfacer la expectativa esperada. A mí también me enamoró la ciudad vieja de Estambul, sus rincones, sus gentes… ¿A quién no? Dudo que nadie que pise sus calles diga lo contrario. No conozco esa zona nueva que describes pero seguramente la consideraría como un añadido por romper la estética de lo establecido, la que hace de la ciudad un lugar único. También sentiría que Estambul, como gran parte del mundo árabe, fuera radicalizándose, no es bueno, el respeto es la premisa de la convivencia.
Estambul, te conocí por vez primera en 1989 y he ido regresando cada diez años, más o menos. Leyendo el excelente artículo de Pablo creo que no volveré a verte para no olvidar la impronta que dejaste en mi corazón.
Como dice Antonio Quinzán ¿Qué están haciendo contigo Estambul?
Una crítica muy bien hecha y con estilo. Lo de que tiene remedio lo veo complicado, de la primera vez que estuve a esta (11 años después) el cambio ha sido enorme. Y eso sin conocer los bloques de hormigón de los barrios que dices.
Caminando por la calle principal de Beyoglu que va hasta la plaza Taksim me pareció estar en cualquier ciudad menos en Estambul. Pero vamos, que como dices, es un caso más de ciudad que se va quedando sin alma, aunque puede que en este caso duela más por la originalidad de la misma.
Abrazos Pablo!!
que penica…