La particular geografía de los fiordos ha obligado a los noruegos a entonar el Ain’t no mountain high enough con cierta frecuencia y cuando se proponen llegar a algún sitio, llegan. Si se han encontrado con montañas las han atravesado con túneles de hasta 25 kilómetros y cuando era el mar el que se cruzaba en su camino, han pasado por dentro del agua. Es el caso del trayecto que va desde Ålesund hasta el pueblo de Alnes, en la isla de Godøy. Si se busca en Google maps veréis que el recorrido no tiene desperdicio. Tras varias vueltas, un cruce por arriba del mar y otro por debajo, se va saltando de una isla a otra hasta llegar a la de Godøy. El aroma a tarta de arándanos y moras me indicó que el faro estaba abierto.
La farera había horneado tartas y, mientras preparaba café, me permitió subir al faro para tener una privilegiada vista del pueblo.
Me explicó que el guardián de la isla de Godøy lleva desde 1876 alertando a los pescadores del afamado bacalao, que sigue teniendo en Ålesund su mayor centro de manufactura. Alnes tiene esa pinta de pequeño pueblo de pescadores al que a uno le gustaría retirarse, en una de esas casas de colores shoulder-to-shoulder con la parte de atrás asomando al embarcadero y su correspondiente barca esperando. Podría pasar por atrezo, con la garantía incluida de éxito en la pesca, si no fuera porque estuve un rato observando a un tipo sin suerte. Era un noruego alto, sin duda descendiente directo de los gigantes que poblaron Escandinavia cuando se formó el mundo. Buscaba conversación y yo estaba cansado de hablar solo. Tras bromear un poco sobre la poca pericia con la caña, se puso más serio para contarme la particular relación de los noruegos con la naturaleza, que en Noruega es cosa de ley. Pese a que no sufren demasiado estrés en las ciudades, a la que tienen un rato se escapan a su segunda residencia, frecuentemente una cabaña junto al lago. Algunos, emulando a Thoreau, sueñan con quedarse. Cuando amenazó con contarme algunas leyendas, le dije que había llegado la hora de irme. Aún así, comenzó a hablarme de Nixie, la versión nórdica de las sirenas de Ulises que cautivan con su belleza para llevarte al fondo del lago. Aunque pensándolo bien, quizá no es tan mal plan dejarse seducir por una sirena nórdica.
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