En el vuelo que me llevaba desde Madrid a Buenos Aires, iba planeando cómo sería mi viaje por la Patagonia, dejando una buena parte del itinerario a la improvisación. Aunque la cuestión del alojamiento hacía muchos días que tenía cruz en el mapa. Quería vivir la Patagonia desde una de las auténticas estancias en El Calafate, considerada la puerta de entrada al Parque Nacional de los Glaciares. La elección fue Los Sauces Casa Patagónica, un hotel junto al lago Argentino que abrió sus puertas en septiembre del año 2007. Un asistente personal me recibió en el aeropuerto para llevarme hasta el hotel donde me esperaban para darme una calurosa bienvenida, copa de champagne incluida.
Todo en la casa está dispuesto para sentir la hospitalidad argentina en cada detalle, desde una decoración que combina con absoluto desparpajo lo criollo con las influencias europeas, hasta el entorno: el arroyo Calafate cruza la propiedad en su camino al lago entre sauces y plantaciones de rosa mosqueta. El lago Argentino es el telón de fondo de la propiedad. A priori, me daba igual la habitación que me asignaran de las 38 suites ubicadas en cinco casas independientes, con nombres tan sugerentes como Casa del Viento o Casa del Bosque. Pero tras ver las denominadas Corner Suite tuve muy claro que mi habitación tenía que tener vistas al lago y al cerro Calafate. Nada más entrar en la casa para ocupar la habitación asignada me topé con el que se iba a convertir en mi espacio para pasar largos ratos leyendo: un living con cómodas mecedoras junto a una chimenea, el té siempre a punto y esas pequeñas pastas que los franceses bautizaron como petit fours. Para cuando tocara recogerse, esperaba una habitación decorada con tapizados de barracán, paredes de pórfido, detalles en cuero y obras de artistas argentinos colgadas en la estancia.
Bien es cierto que la localidad de El Calafate ha experimentado un gran crecimiento debido al turismo y que Los Sauces está apenas a tres calles de la principal. Pero entre que El Calafate sigue siendo en esencia un pueblecito patagónico y las comodidades de la casa, se cumplen a la perfección las condiciones para aislarse del mundo que sugiere el nombre Patagonia. Pero si aún así nos falta algún detalle, para eso está el spa Las Piedras, de curiosa forma octogonal. Tratamientos corporales para todos los gustos, masajes faciales y el masaje con piedras patagónicas calientes como plato estrella de la carta. Si alguien llega con ganas de marcha, el gimnasio junto al spa ofrece rutinas programadas por profesionales adaptadas a las necesidades de cada cliente. Las opciones deportivas se completan con los paseos que bordean el lago Argentino desde Bahía Redonda hasta punta Soberana.
Como tanto el spa como el ejercicio abren el apetito, en el Quincho Las Brasas ofrecen la auténtica comida de la región, como las perdices, verduras de la huerta, potajes, pastas y pan artesanal, las afamadas empanadas rellenas de carne y productos del mar tan sabrosos como la merluza austral y la centolla fueguina. Aunque el verdadero protagonismo lo tienen los asados de cordero patagónico regados con unos vinos de la Patagonia que cada vez son más interesantes y que poco a poco le van ganando terreno a los más afamados de Mendoza. La otra opción gastronómica, el restaurante La Comarca, ofrece en un ambiente más distendido quesos, ahumados y otras comidas ligeras. También tiene bar y coctelería si se quiere prolongar la velada. Aunque por la noche conviene reservar unos minutos para salir al exterior y maravillarse con los cielos de esta parte del planeta, casi libres de contaminación lumínica y con el valor añadido de ver las estrellas al revés que en la vieja Europa. Si curioso es ver la constelación de Orión patas arriba, contemplar la Cruz del Sur y el Triángulo Austral, constelaciones vetadas en Europa, es simplemente fascinante.
Ese hotel es una de las principales causas de lavado de dinero y corrupción de los presidentes kirchner. Se me revuelve el estómago al ver tanto lujo pagado por el pueblo en un país con mas de un 30% de pobres. Como se usó para lavar dinero con retornos de los empresarios amigos a quienes les otorgaban obras públicas, tuvo muy pocos pasajeros. Podría decirse que fuiste “un afortunado” al conseguir una plaza allí.