Bajo el ruido ensordecedor de Skógafoss, una de las cascadas más conocidas del sur de Islandia, recuerdo haber visto una serie de puntos blancos que volaban muy cerca del agua y que rápidamente llamaron mi atención. A simple vista parecían gaviotas, pero una observación más detallada reveló una peculiaridad: unos orificios nasales en forma de tubo, situados justo encima del pico, evidenciaban que no se trataba de gaviotas sino de fulmares boreales (Fulmarus glacialis), una especie adaptada a la vida oceánica y perteneciente al orden de las procellariiformes.
Especialistas de la vida en alta mar
Gran parte de la vida de los fulmares transcurre en mar abierto y el único modo que tienen de hidratarse pasa por beber agua salada. Para ello han desarrollado unas glándulas destinadas a eliminar el exceso de sal, que además les dota de un sentido del olfato marcadamente superior al de otras aves. El fulmar boreal está adaptado a planear a ras de agua y a aprovechar las corrientes asociadas al oleaje. Estas aves basan su alimentación en pequeños peces de superficie y otros desechos que les proporcionan las flotas pesqueras gracias a las técnicas de pesca actuales.
Los fulmares suelen vivir muchos años, alcanzando la madurez sexual a los cinco o más. A partir de ese momento tiran adelante una sola cría por temporada a la que alimentan con un concentrado estomacal a base de pescado.
Parece ser que su nombre en latín (y en inglés) proviene de la palabra islandesa fúlmár, que se podría traducir como gaviota sucia o fétida. Hace referencia a que el aceite estomacal que utilizan para alimentar a su descendencia es usado como defensa y lanzado a modo de vómito sobre depredadores como el halcón gerifalte (Falco rusticolus).
Como la mayoría de aves marinas, los fulmares se concentran en colonias donde las parejas se disputan el poco espacio disponible, ubicándose habitualmente en lugares inaccesibles como cortados rocosos.
Además de en Skógafoss, es posible avistar fýll —nombre actual de los fulmares en islandés— en prácticamente toda la costa de la isla. Sin salirse de la carretera 1, la principal de la isla, pude verlos y fotografiarlos también en la península de Dyrhólaey y en Reynisdrangar.
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