Olvídate de la pantalla, de este texto y de dónde estás ahora mismo. Piensa en África. En la primera cosa que se te haya venido a la cabeza al leer la palabra. Una sensación, una fotografía, un recuerdo, algo. Evidentemente es imposible asociar una sola idea a un continente y, por otro lado, tampoco sería justo hacerlo. Seamos ahora menos estrictos y pensemos en varias cosas, en todo lo que se nos ocurra mientras nos repetimos para dentro, por lo bajini, la misma palabra: África. ¿Han aparecido entre ellas magia, filosofía, tradición, misterio o arte? Lejos de otros tópicos asociados a este continente, justo eso encontré cuando visité el país dogón.
En el acantilado de Bandiagara
La primera imagen que recibe al que se adentra en esta zona de Mali es un imponente acantilado, el de Bandiagara, que define no sólo la orografía de la zona sino parte de la cultura de quienes la habitan. Para entender esto hay remontarse siglos atrás, cuando estas tierras eran habitadas por los tellem (en lengua dogón, “los de antes”). La sabana que se extiende a los pies de este inmenso precipicio de 200 kilómetros de longitud era el hábitat de grandes felinos y otros animales peligrosos. Esto obligó a los tellem a establecer sus hogares en recovecos del acantilado, a veces a 200 metros de altura. Muchos estudiosos aún se cuestionan cómo se las ingeniaban familias enteras para hacer sus vidas en vertical superando el desnivel sin más ayuda que una suerte de cuerdas de fibras naturales. Hoy día los dogones viven en la planicie y las cuevas que habitaron los tellem son usadas como lugar de enterramiento.
Los dogones llevan años trayendo de cabeza a los antropólogos que han intentado comprender su idiosincrasia. Y no les faltan motivos. La cosmogonía de esta etnia emplaza a Amma como dios creador, padre de cuatro parejas de gemelos hermafroditas. Éstas simbolizan la dualidad (hombre-mujer, bien-mal, día-noche…) y, lejos de ser algo anecdótico, este hecho es sólo una muestra más de cómo toda la mitología dogón entiende nuestra propia psicología como un reflejo del propio universo. Todo es creado, sea de forma natural o artificial, en base a él. Por las noches, tras la cena, es costumbre que los púberes bailen al ritmo de sus propios cánticos y que muchos adultos se reúnan para escuchar algunas de estas historias. Los visitantes son bienvenidos a compartir estos momentos, antes de quedar dormidos sobre el tejado de alguna casa a los pies de los farallones.
El número mágico de los dogones
No es casual que fueran cuatro las parejas de gemelos que engendró Amma. Éstos suman ocho, el número mágico de los dogones. Tan pronto se comienza a hablar con estas gentes en cualquiera de sus pueblos (hoy día abundan los que se expresan con fluidez en francés) aparecen las constantes referencias a esta cifra en muchas de sus explicaciones. Sólo corresponde a las aves el privilegio de observar que la silueta de cada poblado dibuja un óvalo, pero nada evita que uno se pasee entre las construcciones hasta comprobar las ocho partes en que se dividen.
Destacan la togu-na, una construcción peculiar donde los hombres del poblado discuten los problemas. Su reducida altura les obliga a entrar y permanecer arrodillados o en cuclillas, lo que complica los enfrentamientos físicos en caso de discrepancia. Es el lugar en que se alaba el poder de la palabra entre congéneres, a la que consideran uno de los más bellos regalos de Amma. A juzgar por el tiempo que le dedican, las discusiones o largas charlas parecen ser el pasatiempo de los dogones.
Pervivencia de la mutilación genital
Una costumbre que quizá sorprenda al lector es que continúe existiendo la mutilación genital. Lejos de considerarla una aberración, los dogones otorgan total significado a este rito. Cada persona nace con un órgano sexual de ambos géneros, debiendo por tanto los hombres perder el prepucio al ser considerado femenino, del mismo modo que las mujeres perderán el clítoris, considerado masculino. Tras la ceremonia, que marca el comienzo de la vida adulta, y mientras cicatriza su herida, los jóvenes deben vivir unos días en una choza dispuesta para tal fin en las afueras del poblado. Las mujeres también deben abandonar su hogar durante la menstruación, ocupando otra casa comunal alejada del núcleo urbano. Los edificios de uso diario, como los graneros, también se dividen por sexos, estando a cada individuo prohibida la entrada al del opuesto.
Los dogones se hicieron famosos por todo el mundo cuando trascendieron sus conocimientos sobre astronomía. Sorprendía que hablasen sobre las lunas de Júpiter o los anillos de Saturno, pues sin instrumentos apropiados es imposible verlos. Pero lo que más llamaba la atención es que conocieran que Sirio, el astro más brillante de nuestro cielo, es una estrella doble. Posteriores estudios parecen evidenciar que fueron misioneros y otros visitantes quienes les transmitieron estos conocimientos a comienzos del siglo XX. Sin embargo, no deja de ser curioso que la fiesta de mayor relevancia en el país dogón sólo ocurra cada sesenta años, coincidiendo con el periodo orbital de Sirio-B, estrella que durante años habían dibujado en sus murales. Durante años se preparan máscaras para el evento que son destruidas al finalizarlo, se visitan todos los poblados de la falla representando teatros y bailes y los chamanes que la lideran se expresan en un idioma secreto llamado sigi-qi, que sólo usan para explicar la creación del universo. La próxima cita, por si quieres hacer planes, será en el 2027.
La tradición y la modernidad
Los nuevos tiempos han llegado también a Bandiagara, y con ellos algunos cambios. Quien inspirado por las lecturas de viajeros o antropólogos del pasado pretenda llegar a una tierra virgen de costumbres intactas quizá caiga en la decepción. El cristianismo y el islam se abren paso como religiones, y no es raro ver en los poblados mezquitas e iglesias —siempre en barro— para honrar a los nuevos dioses. En cada poblado se preparan estatuas, y hasta máscaras, para vender a posibles turistas. Afortunadamente, la tradición siempre pesa más que la modernidad. Los hogones (chamanes) siguen recibiendo en herencia conocimientos tradicionales, que les permiten hablar con los antepasados o elaborar mejunjes a partir de plantas y partes animales con los que curar a enfermos. Las ceremonias más sagradas siguen siendo a puerta cerrada y el que escribe fue invitado a comer y dormir en cada uno de los poblados que visitó sin aceptarle moneda alguna a cambio de la hospitalidad.
África suele asociarse a pobreza, miseria o conflictos, pero queda el país dogón para alejarnos de dicho prejuicio. Es una tierra de poetas, artistas, filósofos y estudiosos que, en sus chozas de adobe y la sombra de la falla que los cobija, debaten sobre religión, política y la naturaleza humana. Y no olvidan que, pese a que los tiempos cambien, es de capital importancia preservar su identidad cultural.
Muy buen post.
¿Has estado hace poco? Me alegraría mucho; lo último que había leído era que el conflicto del norte también había afectado, poco o mucho, al país dogón.
Espero que todo se tranquilize en el conjunto del país y lleguen a una solución pacífica. Mali tiene tanta diversidad de culturas y paisajes…!!!