Están ahí y todos los viajeros lo sabemos. No es ningún un secreto: machacan a millones de personas, anulan sus derechos, las mantienen en la ignorancia, en la pobreza económica… Todos lo conocemos, pero muchos lo ignoran como si no fuera un elemento a tener en cuenta para elegir el destino de su próximo viaje. Como si lo único realmente importante fuera saber si va a hacer bueno, si hay monumentos bonitos que fotografiar o si es un destino donde no hay que gastarse mucho dinero. Lo cierto es que muchas veces parece que la situación de los derechos humanos de la población fuera un detalle sin importancia, como si visitar un país sometido por una dictadura fuera un aspecto trivial.
Muchos países bajo dictaduras
Desgraciadamente los ejemplos de países oprimidos por dictaduras son numerosos: Myanmar, Cuba, Irán, Uzbekistán, Egipto, Gambia, Guinea Ecuatorial… y hace unos meses hasta Tailandia ingresó en ese reprobable club. Países que son gobernados por juntas militares (de una tendencia ideológica u otra) que un día decidieron suplantar el poder del pueblo e imponer su ley por la fuerza. O que en realidad son dictaduras encubiertas: aparentes democracias manipuladas y controladas sistemáticamente por sus gobernantes con el fin de obtener y perpetuarse en el poder.
En nuestros países “condenamos enérgicamente” (la frase de moda antes de no hacer nada más) que se produzcan esos golpes de estado. Pero, paradójicamente, a los turistas no parece importarles demasiado a la hora de elegir su destino pasado un tiempo: las estadísticas demuestran que estos países reciben anualmente millones de viajeros. ¿Acaso no nos convertimos con nuestra presencia en cómplices de esas dictaduras? ¿Visitar esos países y gastar nuestro dinero en ellos no avala y perpetúa a los militares en el poder? En suma ¿es ético visitar esos países como otros cualesquiera o sería deseable abstenerse como muestra de rechazo hacia sus gobernantes y de solidaridad con la población?
Las dictaduras se lucran con el turismo
El efecto nocivo es evidente y directo: las agencias de turismo gubernamentales, los hoteles participados por el Estado, las embajadas (con los visados), las compañías de transporte estatales… todas se lucran con nuestra presencia en sus países y, con certeza, alimentan con sus beneficios el bolsillo de los tiranos. El resultado es triste: no solo nadie los ha elegido para dirigir sus países sino que, además, se sienten reforzados por los miles de turistas que acuden allí como si no pasara nada. Y por si fuera poco, se enriquecen gracias a ellos. Bueno, sí, sí, también gracias a viajeros como yo.
Así es y no me duele reconocerlo: he viajado a países con dictaduras, algunas de esas que arriba menciono y ahora critico. Sí, he sido uno de esos viajeros, porque a pesar de todo creo que los beneficios de mi presencia allí compensan los costes (éticos) de ésta.
El beneficio del turismo
Para empezar, porque el turismo representa para muchos habitantes anónimos una de las pocas alternativas para ganarse un poco mejor la vida. En esto los turistas tenemos mucho que decir pues bien gastado nuestro dinero puede resultar vital para el sector privado: pequeños hoteles, guías locales, restaurantes familiares, artesanos tradicionales… Mucha gente podrá salir adelante cada mes un poquito mejor gracias a nuestra presencia allí, gracias a que usamos y pagamos sus servicios. El viajero independiente es quien tiene más responsabilidad y opciones, debiendo elegir con sabiduría, alejándose de las empresas mayoristas estatales y de los hoteles y servicios turísticos públicos para lograr que el dinero llegue a quien lo merece y necesita.
Por otro lado, la gente corriente está deseando que estemos allí, hablando, conociéndonos. Entre otras cosas porque es frecuente que, estando la libertad de información coartada o censurada, solo sepan del exterior de una manera fidedigna lo que nosotros podamos contarles. Y viceversa: conocer de primera mano su situación puede no ser fácil, pero viajando de manera independiente, en contacto con la gente, veremos que están deseando contarla y compartirla con nosotros. Así además, aunque sea de una manera temporal, nos convertimos en testigos de lo que allí pasa, algo que en realidad provoca pavor a los gobernantes. Si por ellos fuera no estaríamos en aquel lugar. Pero les gusta demasiado nuestro dinero.
La conciencia de cada viajero
Por si todos estos no fueran motivos suficientes para justificar visitarlos, incluso es posible (y esto ya son meras conjeturas) que cuanto menos aislado esté un país menores sean los abusos contra los derechos humanos: otro motivo más para ir, ver e intentar conocer su realidad. Al regreso será la conciencia de cada viajero la que determine cómo actuar, pero el simple hecho de compartir nuestra experiencia, explicar lo visto y sentido, servirá para que amigos, familiares y conocidos escuchen de primera mano lo que se está viviendo en esos países, algo que nosotros tampoco podemos llegar a conocer con fidelidad a miles de kilómetros de distancia.
Al final duele pensar que algo de nuestro dinero puede llegar a sufragar o engordar las cuentas suizas de dictadores. Pero duele aún más darse cuenta de que el boicot o el aislamiento acaban perjudicando siempre a quien menos lo merece: el pueblo. Así que si me dejan viajar, viajaré, con dictadura o sin ella.
Texto: Pablo Strubell / Fotos: Pablo Strubell (Myanmar) y Rafa Pérez (Gambia y Cuba)
Es un tema complicado y fuí cambiando de opinión con los años, porque un gobierno no es la gente de a pie de calle.- Un país tiene su historia que no podrá negar nunca, pero la gente real común es lo que me dejan los países que visito.- Gobiernos de factos o democracias tan corruptas como las dictaduras, monarquías disfrazadas de democráticas, personalmente cuando viajo primero pienso en el destino, luego me informo si es visitable en cuestion guerras y luego voy, aunque sepa que el presidente sea bueno, malo o regular.- Si nos ponemos en plan moralinas no salimos ni a la esquina, porque hay gobiernos que todavía nos deben disculpas a la humanidad por crímenes de guerra o lesa humanidad, y una gran nación como USA que ha apoyado y promocionado desde hace décadas a muchas dictaduras, siendo el país mas democrático del mundo y no por ello cuando vamos a New York nos planteamos si es ético o no ir.- Un saludo
Efectivamente, hay que ir y conocer y volver para contar lo que sucede en ellos. Pero hay que ir sabiendo la situación en la que viven los ciudadanos de esos países… En realidad, esa reflexión sobre la responsabilidad del viajero debería extenderse a muchos otros ámbitos si lo que uno pretende es, realmente, no sólo coleccionar miles de fotografías si no ampliar horizontes, hacerse nuevas preguntas y encontrar nuevos, y enriquecedores, puntos de vista del mundo y de uno mismo. Pero, además, la presencia de extranjeros es un aliciente para quienes, de una manera pacífica, luchan por la Democracia en sus países, una ráfaga de aire fresco en sistemas cerrados al resto del mundo y un llamada de atención para quienes, por la razón que sea, siguen convencidos de que esos sistemas son los mejores. Siria, Irán, Myanmar, Libia, Cuba, China… Seguimos siendo unos privilegiados y se nos olvida constantemente…
Como dices al final, yo creo que los boikots y los bloqueos no dañan a los gobernantes, dañan a sus pueblos y que en la mayoría de los países con dictaduras si viajas de forma responsable puedes dejar más dinero al pueblo que a sus gobiernos. Tal vez suponga más tiempo y decidir donde gastar cada céntimo, no hace el viaje sencillo porque te lleva a la disyuntiva de si estas ayudando a perpetuar esa situación o ayudando a cambiarla.
Una dictadura solo quiere nuestro dinero, nunca nuestras mentes y menos aún nuestros argumentos, hablar con la población local y ayudarles a aplacar la resignación del miedo con ilusiones de lo que un día será también es una buena forma de colaborar y hacerles ver que el futuro no está escrito y tal vez un día puedan disfrutar de su libertad, mientras, nosotros, tenemos que contarle al mundo lo que allí vimos.
Tal vez mis padres pensaran en su momento que su hijo se iba a criar bajo una dictadura que le impediría desarrollarse y vivir… para que al final acabase creciendo en una “democracia”, de eso no hace tanto tiempo.
Nunca hay que perder la ilusión… y menos la ilusión de la libertad. Ayudémosles a ilusionanrse asegurándoles que algún día conseguirán ser libres… ¿a caso no estamos convencidos de ello?.
He pasado muchísimas veces por esta disyuntiva. Recuerdo el día que mi ex pareja, organizó el viaje a China; por nada del mundo quería ir a un país donde se sacan de en medio a las niñas, entre otros temas. Al final, se organizó principalmente por zonas rurales, donde hacen la vista gorda a las prohibiciones del gobierno.
Y sí, he estado en Israel, pero para visitar Palestina y conocer y hablar con los palestinos: la experiencia en Hebrón será muy difícil que la olvide. Al regreso a casa, me dije que no volvería jamás hasta que Palestina no fuera un Estado y que en mi pasaporte no hubiera un sello que no fuera palestino (y no por tener un sello más).
He cruzado Turkmenistán, para ir al Uzbekistán desde Irán; Turkmenistán, es una pequeña Corea del Norte. A cada cuatro pasos había una estatua, muchas de ellas de oro, del Presidente. Tuve ocasión de ver el ensayo de un festival que se iba a hacer en su honor y era el mismo espectáculo que vemos en la televisión sobre la mencionada Corea.
Y no hablemos de Gambia, al que he ido tres veces y vivido por varios meses… Para mí, ya no existe ese país en mi mapa de África.
Por otro lado, he estado dos veces en Siria (1988 y 2007) con los Al-Assad en el poder, pero era más importante la gente y el país en general, que saber que policías secretas, te estaban escuchando las conversaciones con los nacionales.
Siento la extensión de mi comentario, pero el fantástico post de Pablo se lo merece.