Un capricho. Un regalo a su esposa. Eso es lo que fue en origen la espectacular construcción de inspiración jemer que es hoy uno de los mejores hoteles de Siem Reap, el Anantara Angkor Resort & Spa. Khun Vuth fue un magnate respetado por toda la comunidad local. En el 50 aniversario de su mujer, llamada Sothea, le regaló esta propiedad. Cuentan que la construcción y la decoración se hicieron inspiradas en la belleza de la mujer. La visita a las ruinas de Angkor es agotadora, si bien hay algunos templos en los que nos podemos relajar, lejos de las grandes masas de turistas que visitan los principales, lo normal es que acabemos la jornada exhaustos. Y el centro de Siem Reap no es el mejor lugar para encontrar la tranquilidad necesaria, con la excesiva oferta de ocio para mochileros. La ubicación del Anantara Angkor es excelente, lo suficientemente cerca tanto del aeropuerto como de los principales recintos arqueológicos —diez o quince minutos a lo sumo— y lo suficientemente lejos del bullicioso centro de Siem Reap.
La desconexión es total nada más cruzar la puerta del hotel, caminando por el largo pasillo que conduce a la recepción la villa ya muestra sus cartas: íntimos jardines, el agua siempre presente y una delicada decoración herencia de la artesanía jemer. Nada más llegar te ofrecen una toallita helada que se agradece enormemente —en Siem Reap hay meses con calor y meses con más calor—, un zumo y una flor de loto. Las 39 habitaciones están situadas alrededor de una gran piscina, tienen el suelo de madera, techos altos y sofás tipo chaise longue. Los muebles son de madera de teca y están adornados con telas tejidas a mano y esculturas que representan a las apsaras de los templos de Angkor. Las habitaciones disponen de un balcón con vistas a la piscina. La bañera está separada de la habitación por un enorme ventanal que permite las vistas, aunque también se puede cerrar con contraventanas de madera si se busca más intimidad. La cama, ¡ay la cama! Tras unos cuantos años viajando, puedo decir que la cama de mi habitación se encuentra entre las más cómodas que he probado. Las sábanas de 300 hilos y el edredón de plumas de ganso tuvieron mucho que ver en ello.
Otro de los puntos fuertes del hotel es la oferta gastronómica. La calidad de la misma se hace evidente desde el desayuno, con frescas frutas tropicales y zumos detox para acompañar al surtido de bollería o a las diferentes preparaciones con huevo si queremos occidentalizar la primera comida del día, o con platos de la gastronomía jemer si buscamos una total inmersión culinaria desde primera hora de la mañana. En una de las cenas probé el mejor curry durante mi viaje por el Sudeste Asiático, acompañado de una ensalada de mango preparada con la fruta aún verde, al estilo de la de papaya, con un toque picante. Luego supe el secreto de ese curry: el chef es indio y maneja las especias con gran habilidad.
Si nos alojamos en el Anantara Angkor, no podemos dejar de reservar un tratamiento en el Spa. Escogí el masaje tradicional jemer, de 90 minutos de duración. El masaje jemer fue creado para revitalizar a los monjes tras largos periodos de meditación. Cuentan que este estilo de masaje tiene beneficios integrales: mayor flexibilidad, facilita el flujo de la energía y la circulación de la sangre, ayuda a encontrar el ansiado equilibrio entre cuerpo y mente. No sé si algo de eso se produjo, lo que sí pasó es que tras calzarme las zapatillas fui flotando hasta mi habitación. Rematé la experiencia con un baño en la enorme piscina de agua salada, mirando una enorme escultura que representa la maternidad.
Entre la oferta del hotel también hay que destacar el alquiler de bicicletas, las sesiones de yoga en el jardín, la biblioteca, la sala de exposiciones donde pude ver unas enormes fotografías de los templos de Angkor, y la posibilidad de recorrer el mercado local de Siem Reap con un streetwise.
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