En la capital nipona no queda casi nada antiguo ya que fue destruida dos veces durante el siglo XX. Primero por el gran terremoto de 1923 y, más tarde, por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. No obstante, aún hay interesantes vestigios de la deslumbrante ciudad de Edo, una vieja población sobre la que se alza el Tokio actual. El barrio más antiguo, quizá el único donde aún se puede respirar el espíritu de otros tiempos, es el de Asakusa. Sus casas bajas y el templo Senso-ji, el más vetusto de la ciudad, hacen que pasear por sus calles sea trasladarse a la era Edo. Los días festivos el santuario se llena de japoneses en busca de buenos auspicios, incluso es fácil ver parejas que pasean con kimono; resulta muy curioso observar como depositan los feligreses las monedas en grandiosos cepillos, dando palmadas y adquiriendo una posición ensimismada mientras suenan grandes campanas que cuelgan de robustas maromas.
Otro templo que resulta interesante visitar es el de Meiji-Jingu, donde es frecuente que los domingos haya bodas con una parafernalia muy pomposa y tradicional. Está ubicado en el centro de un extenso bosque donde, el día de Año Nuevo, se concentran más de tres millones de personas para rezar.
Del escaso legado histórico que conserva la ciudad, no hay que perderse el palacio del Emperador, que sigue siendo la residencia de él y su familia, la línea dinástica ininterrumpida más antigua del mundo. Aunque sólo se puede ver el complejo palaciego desde el foso que lo rodea, merece la pena acercarse a ver su exterior; sólo abre sus puertas dos veces al año, el del cumpleaños del emperador (ahora el 23 de diciembre), y el 2 de enero, días en los que la familia real recibe desde un balcón a los visitantes.
Las zonas más excitantes
El mejor transporte para conocer Tokio es el metro, resulta un poco complicado desenvolverse al principio, pero cuando el viajero coge la mecánica de funcionamiento y adquiere un mapa en inglés, comprende que es el modo más eficaz y rápido para desplazarse por esta ciudad de grandes dimensiones. Aquí no hay un centro concreto, como en las urbes europeas. Tokio es tan grande que cada uno de sus barrios tiene su propio centro. En sus calles chocan oriente y occidente en una explosión de consumismo desenfrenado, modernidad sorprendente e higiene obsesiva, bajo unas normas y unos códigos de conducta social muy complicados, que te sorprenderán.
Actualmente la capital nipona es una de las ciudades más esnobs del planeta, sus calles se han convertido en una pasarela de fashion victims, existen áreas de la urbe dedicadas casi en exclusiva a las últimas tendencias. Uno de los mayores ejemplos es el distrito de Shibuya, donde el futuro parece presente; bajo la luz de neones e inmensas pantallas que bombardean con anuncios, que incluso tienen sonido, se mueve una multitud entre la que predominan adolescentes en busca de las últimas novedades para incorporarlas a su vestuario. Aquí hay un gran número de tiendas y algunos centros comerciales (entre los que destaca el afamado edificio 109 que acoge el mismo número de tiendas que le da nombre) ofrecen lo último de lo último a los modernillos tokiotas.
En la zona también abundan los salones recreativos y hay edificios enteros dedicados a los pachinko (salas de máquinas tragaperras). También hay love hotels, hoteles de citas muy famosos entre las jóvenes parejas y los adúlteros, con fantasiosas habitaciones.
Jóvenes sedientos de novedades
Otra zona donde se puede ver a la juventud japonesa en su máxima efervescencia es Harayuku. Aquí está ubicado el callejón de Takeshita Dori, repleto de tiendas, peluquerías y bares, que surten con gran imaginación a una fauna autóctona que vive con pasión la moda y siempre anda sedienta de novedades. El viajero selecto, que huye de las estridencias y busca la elegancia, puede pasear por la vecina avenida de Omotesando, donde están ubicadas las firmas internacionales de moda más punteras, en edificios levantados por eminentes arquitectos como Kenzo Tange o Herzog & de Meuron.
O dirigir sus pasos al exclusivo barrio de Ginza, donde se hayan las mejores tiendas, restaurantes y clubes de la ciudad. Son los Campos Elíseos de la capital nipona; el mejor día de la semana para visitar este barrio es el domingo, cuando cierran la gran avenida de Ginza que se transforma en uno de los espacios peatonales urbanos más animados de Tokio.
En sus inmediaciones, junto al mar, está el mercado de Tsukiji, la lonja de pescado más grande de Asia. Si tienes buen madrugar o aprovechando el insomnio que provoca durante la primera semana el cambio horario, es realmente atractivo asistir a la subasta que se realiza entorno a las 5 de la mañana, luego puede darse un merecido homenaje desayunando en los restaurantes que hay dentro del mercado y en su vecindad: sirven un exquisito marisco y pescado.
Lo más moderno
La más rabiosa actualidad social se cuece en el barrio de Shimokitazawa. El lugar que emerge con más fuerza a día de hoy en la capital japonesa es algo así como lo que fueron hace unos años Fuencarral en Madrid o el Borne en Barcelona. Sus calles viven una continua efervescencia, rebosan de jóvenes que buscan una alternativa a los desorbitados precios del centro, aunque está a tan sólo una parada de Shibuya con la línea de metro exprés de Keio Inokashira. Para descubrir sus encantos hay que perderse por su entramado laberíntico, de difícil orientación, donde los habitantes del barrio de toda la vida conviven con los modernos recién llegados.
Aquí todo parece estar en continua agitación, sobre todo durante los fines de semana. Es fácil ver grupos musicales presentando su último CD a las puertas de una tienda de música, estudios de radio que emiten desde la calle cara al público, hippies vendiendo sus pulseritas, personajes que te leen un manga por unas monedas y por supuesto muchas tiendas, locales y restaurantes que ofrecen todo lo que un snob japonés puede buscar. Si hay algo que se mueve a una velocidad un poco más alta que el resto de la ciudad, sin ninguna duda es Shimokitazawa.
La Ciudad Eléctrica
Cuando se va a Japón es casi imposible no visitar una tienda donde adquirir productos electrónicos, sería como ir a Roma y no pasar por la Fontana di Trevi a tirar una moneda. Éste es el paraíso de la tecnología y el distrito donde acudir a comprarla es el de Akihabara, también conocido como la Ciudad Eléctrica. En él se pueden comprar las últimas novedades ingeniadas por los nipones, y que tardaran meses en llegar a nosotros. Incluso algunos artilugios sólo se hacen para consumo interno. No os preocupéis por el idioma, aquí, como en cualquier zoco de Marruecos o Túnez, todos chapurrean el ingles e incluso algunos el castellano. Además, es uno de los pocos lugares de la ciudad donde se puede regatear.
Durante los últimos años este distrito también se ha convertido en la sede de un nuevo fenómeno, los cafés otaku. Acoge una gran concentración de ellos, son locales destinados a los apasionados del manga y del anime; chicas ataviadas con vestidos sacados del comic japonés sirven las mesas y hacen juegos con la clientela, que difícilmente entenderán los que se quedaron en Mazinger Zeta. Si quieres que dibujen tu cara sobre un café con leche, tienes que pasar por uno de estos pseudoeróticos cafés otaku.
Tokio desde las alturas
Nada como observar Tokio desde alguno de los impresionantes miradores que ofrecen muchos de sus rascacielos para despedirse de ella. Aquí van cuatro de los más sorprendentes. El mirador que rompe entre los tokiotas desde que se abrió en 2012 es el que brinda la torre de comunicaciones Skytree, que es la construcción más alta de la ciudad; en un día despejado se puede ver el Monte Fuji y para acceder puedes pasar varias horas en la cola. El segundo y el único de toda la ciudad que es gratis lo encontrarás en el barrio de Shinjuku, en el ayuntamiento; organismo que está ubicado en un impresionante rascacielos con dos torres gemelas que ofrece dos plantas con una panorámica de 180 º, una en cada torre, en la planta 45. Las vistas son espectaculares, muestran una gran concentración de rascacielos que han servido de escenario de rodaje a un gran número de películas, entre las que destacan el James Bond de Sólo se vive dos veces y el clásico de Ridley Scott, Blade Runner.
Una tercera estampa de la ciudad que no hay que perderse es la que brinda el edificio de Fuji TV en Odaiba. Este emblemático inmueble, obra del prolífico Kenzo Tange, tiene un diseño espectacular compuesto por dos estructuras principales que se comunican por varios pasillos colgantes y su figura recuerda a un gigantesco televisor. Desde sus alturas, se puede observar una imagen muy romántica de la bahía de Tokio, salpicada de barcos, y el magnífico puente del arco iris a la derecha. Y por último, el cuarto emplazamiento para ver la ciudad desde el cielo está en el edificio Roppongi Hills, en el distrito del mismo nombre; conviene ir al atardecer para quedarse a cenar en la zona y luego salir a tomar una copa. Roppongi tiene una vida nocturna muy animada.
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