Nepal es sinónimo de grandes montañas. Las escarpadas cumbres del Himalaya atraviesan el país por completo y el Parque Nacional Sagarmatha es uno de sus iconos. Este escenario de bosques frondosos, ríos ensordecedores e imponentes montañas alberga, además del Sagarmatha o Monte Everest, algunas de las cumbres más hermosas de la cordillera, entre ellas el Ama Dablam.
Como pasa en la mayoría de destinos que poseen un reclamo importante, la afluencia de visitantes es directamente proporcional. Ríos de excursionistas extenuados circulan por las empinadas sendas de piedras gastadas que conducen al pie de la montaña más alta de la Tierra. Como si nada, la vida local continúa su ritmo e infinidad de productos de todo tipo desfilan a lomos de grandes yaks —dzo— o a espaldas de fibrosos porteadores. La gran mayoría de ellos pertenecen a la etnia tamang y, en menor medida, a la sherpa que con su tosca apariencia revela su origen tibetano —se calcula que se asentaron en el Khumbu hace más de 400 años procedentes de la región de Kham—. La palabra sherpa, a pesar de su extendido uso asociado a la profesión, se refiere a la etnia.
Incluso con todo este gran tráfico humano es posible observar con relativa facilidad una fauna excepcional que, además, resulta a menudo relativamente confiada y más accesible que en otras zonas del Himalaya. El marco de protección y el hecho de que varias etnias de la cordillera no cacen ni coman animales salvajes debido a creencias religiosas, favorece la supervivencia de la vida salvaje. Criaturas únicas en un escenario único, las faldas del monte Everest.
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