Oí hablar de Bodie justo antes de empezar mi viaje a California. Y cuando supe que se trataba de una ciudad fantasma, abandonada desde hacía más de 150 años y en la que todo se mantenía intacto, no tuve más remedio que incluirla en mi itinerario. El escenario prometía.
Tras conducir por la autopista 395 durante 40 minutos desde Mammonth Mountain —uno de los paraísos para los amantes del esquí y del snowboard que, aunque cueste creerlo, se encuentra en California— llegamos a Bodie. A pesar de estar situada muy cerca del parque nacional Yosemite, la ciudad fantasma se encuentra en medio del inmenso desierto californiano.
Primera impresión y primera sorpresa
La primera impresión que tuve nada más bajar del coche fue clave: el ambiente no podía ser más tétrico. Comencé a caminar por una de las principales y solitarias calles de la ciudad, lentamente, fijándome en cada detalle de las casas abandonadas e intentando adaptarme a aquel sórdido enclave. Los edificios que aún se mantenían en pie parecían hacerlo a duras penas. Algunos incluso tenían su estructura alterada, como si un vendaval hubiera soplado demasiado fuerte y hubiera dejado las casas completamente inclinadas.
De repente, ocurrió. Primero fueron algunas gotas que se deshacían nada más tocar tierra. Pronto las gotas se convirtieron en copos de nieve, hasta que la consistencia fue tal que sí, podía decir que estaba nevando. Lo más sorprendente era que estábamos en pleno mes de mayo, en California. Pero en apenas unos minutos todo había quedado cubierto por una gruesa capa blanca.
Bodey, William Bodey
La ciudad de Bodie se levantó a mediados del siglo XIX. Un tal William Bodey descubrió una veta de oro en este lugar y el efecto llamada fue inmediato: en unos pocos años se abrieron 30 minas de oro. La población llegó a las 10.000 personas y Bodie se convirtió en la segunda ciudad más importante de California, después de San Francisco. Las minas generaban 400.000 dólares mensuales.
Mientras continuaba con mi paseo me fijé en algunos detalles que me confirmaron la relevancia que había tenido la ciudad hace un siglos. Por ejemplo, en la variedad de edificios que se habían construido y que le permitieron a Bodie ser completamente autónoma.
En la actualidad se mantienen en pie unos 100 edificios. En algunos de ellos se puede entrar e incluso caminar por su interior. En otros hay que conformarse con apreciarlos desde la puerta o a través de los cristales de las ventanas. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en la iglesia.
Decidí acercarme hasta ella, en la entrada del pueblo. Me enteré entonces de que era la única que se mantenía en pie de todas las que hubo en otro tiempo. En ella los bancos en los que los fieles solían sentarse a orar se encontraban dispuestos en orden, como si en cualquier momento todos fueran a entrar por la puerta para el siguiente servicio religioso. En un rincón había un órgano. En el altar y las paredes, absolutamente nada. Todo estaba completamente “desnudo”.
Burdeles y fumaderos de opio
Bodie también contaba con una escuela, bancos, tres periódicos, gasolinera, un cementerio… aunque posiblemente el dato que más llamó mi atención fue otro muy distinto: los 65 bares, ni más ni menos, que existieron en la ciudad, la mayoría de ellos tapaderas de burdeles y fumaderos de opio en los que el alcohol era el protagonista a cualquier hora del día y de la noche. Como consecuencia las peleas fueron una constante y los asesinatos, también. En aquel momento me alegré de que la ciudad estuviera abandonada.
Los platos del último almuerzo aún descansan sobre las mesas de algunas de las viejas casas de Bodie. Como si sus habitantes hubieran tenido que salir corriendo de sus casas dejando todo tal y como estaba en ese momento. El paso del tiempo se deja notar en forma de muebles desvencijados y una gruesa capa de polvo que lo cubre absolutamente todo. Aunque sus antiguos habitantes desaparecieron hace muchos años, el espíritu de Bodie está vivo. Hay quienes aseguran que existen varios fantasmas que vagan por la ciudad. Lo mejor, según dicen, es cruzar los dedos para no toparse con ellos.
Continué curioseando por las calles de la ciudad cuando me topé con una tienda de ultramarinos. En su vitrina conservaba aún algunos de los productos que había tenido en venta. Unos metros más adelante, al pasar por la puerta de otro local, algo llamó mi atención: un ataúd se mantenía en pie contra la pared. Era la funeraria. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
El fin de una época
A partir 1882 el oro comenzó a escasear y los habitantes de Bodie empezaron a emigrar en busca de otros destinos más prósperos. Varios incendios aceleraron el final de Bodie, que se hizo realidad tras finalizar la II Guerra Mundial.
Bodie pasó entonces a ser lo que es hoy: una ciudad solitaria, abandonada, en la que el pasado es el dueño del presente y los espíritus son sus únicos habitantes. Es la ciudad fantasma más grande de todos los Estados Unidos. Y uno de los lugares más extraños y peculiares que he visitado jamás.
Ooooooh. Que envidia… Con lo que me gustan a mi las ciudades fantasma
Buen articulo gracias!!