En la provincia de Última Esperanza, el antiguo hábitat de los indios Aónikenk brinda un maravilloso entramado de senderos que discurren por uno de los paisajes más fascinantes del planeta. Valles escarpados, grandes lagos de aguas turquesas, cascadas sorprendentes, glaciares inmensos, bosques misteriosos y un modelado glaciar impactante, esperan al caminante en el Parque Nacional Torres del Paine.
Desde Punta Arenas, un autobús me conduce hasta Puerto Natales, donde me reúno con Juanjo, un experto guía chileno que me acompañará durante el trekking. Esta es la ciudad donde se debe cerrar todo lo relacionado con la caminata dentro del parque o comprar algo de última hora que nos falte, como una cantimplora, una linterna o incluso unas botas. Fantástico Sur, la empresa que gestiona la mayoría de los refugios del parque, tiene oficinas en Puerto Natales. Se debe saber que para acceder a Torres del Paine es imprescindible tener reserva en los refugios; de lo contrario, los guardas nos denegarán la entrada.
Este Parque Nacional brinda un gran número de posibilidades para caminar, cada uno puede trazar el recorrido que le apetezca. Pero si lo que se quiere es conocerlo a fondo es imprescindible hacer una de sus dos rutas clásicas, las conocidas como O y W, denominaciones que les vienen dadas por el trazado que sus senderos dibujan sobre la cartografía del parque. La primera es la travesía más larga, da toda la vuelta al macizo del Paine y es la preferida por los que están más en forma. Constituye todo un reto mental y físico que no se puede hacer en invierno porque el camino está cerrado; se necesitan unos ocho días y exige cargar con comida y el equipo de acampada. La ruta W es más popular y menos exigente que la O. Todo el recorrido está muy bien acondicionado, con refugios donde comer o dormir, y no nos perderemos los paisajes más emblemáticos del parque. Se necesitan unos cuatro o cinco días para hacerla y lo habitual es partir desde el refugio Base Torres, donde Juanjo y yo pasaremos hoy la noche, con el fin de ir recorriendo la cordillera de este a oeste durante los siguientes días.
Las primeras dos etapas nos conducen hasta el mirador de Base Torres. Se puede hacer en un día, pero nosotros preferimos hacerlo en dos para dormir cerca del mirador y poder contemplar Base Torres cuando despunta el sol. Después de cruzar el río Ascencio, para remontar el valle que recorre, llegamos por un terreno sinuoso hasta el Paso de los Vientos, donde en días de mal tiempo hay que tener cuidado porque el dios Eolo nos puede arrojar al barranco. A pocos kilómetros, tras cruzar nuevamente el río por un puente colgante, llegamos al refugio Chileno, donde pasaremos nuestra segunda noche. Las cenas en los refugios suelen ser muy agradables debido al ambiente de camaradería que se establece entre los caminantes. Juanjo me ve muy animado en la sobremesa, conversando con un grupo de brasileños, y disimuladamente se acerca y me dice a la oreja: «Esta noche no nos podemos despistar, hay que irse a la cama muy pronto, que mañana salimos antes de que salga el sol». Los conocedores del territorio afirman que durante la salida del sol es la mejor hora para poder ver Torres del Paine, famosas porque suelen estar envueltas en nubes que las tapan total o parcialmente.
En plena madrugada, sumergidos en la oscuridad más absoluta, ya estamos caminando guiados por la luz de nuestras linternas frontales. Son las 4:30 y una fina llovizna amenaza nuestro plan para ver cómo los primeros rayos de luz iluminan Base Torres. Vamos remontando nuevamente el curso del río Ascencio, durante una hora y media, hasta llegar a la morrena de un antiguo glaciar, donde el camino se torna realmente angosto y difícil de transitar debido al canchal que atraviesa la vereda. 45 minutos hemos tardado en recorrer los más de dos kilómetros de morrena para que aparezca ante nosotros un inmenso lago turquesa coronado por las afiladas Torres del Paine, la imagen más emblemática del parque. La salida del sol no se ve por ningún lado, y las Torres, haciendo honor a su leyenda, se presentan arropadas por nubes que descargan sobre nosotros una lluvia casi imperceptible, que no nos ha abandonado desde que salimos del refugio. Pero no importa, me parecen mucho más sugerentes con mal tiempo, dejándose ver parcialmente a medida que las nubes se mueven, que con un sol esplendoroso. Después de comer algo para recuperar fuerzas iniciamos el descenso hasta llegar a un milenario bosque de lenga (Nothofagus pumilio) que no pude ver por la mañana debido a la oscuridad. Su frondosidad nos protege de la lluvia hasta al refugio Chileno, donde recogemos nuestras mochilas y acompañados por el suave vuelo de un cóndor que acecha el terreno desde las alturas, seguimos descendiendo el valle del río Ascencio, con hermosas vistas sobre lagos circundantes y el glaciar colgante del monte Almirante Nieto. Cuando termina el valle, tomamos un sendero al oeste salpicado de lagos, que discurre por un terreno de modelado suave que nos lleva hasta el refugio Cuernos, donde haremos noche junto al lago Nordenskjold.
En nuestro tercer día afrontamos la jornada más larga y difícil de todo el recorrido. Durante el desayuno Juanjo me advierte: «Carga energías, por delante tenemos unas ocho horas de camino para recorrer 19 kilómetros». La ruta sigue bordeando el lago Nordenskjold hasta llegar al campamento Italiano, un espacio de acampada bajo un bosque de haya antártica (Nothofagus antarctica) donde duermen los excursionistas que cargan con su comida y tienda de campaña. Aquí hay una guardería para poder dejar nuestra mochila y cargar sólo con lo necesario durante las seis horas que cuesta ascender y descender el salvaje valle del Francés. Los primeros kilómetros generan un desgaste físico importante, son durísimos por la pendiente y por tener que ir literalmente saltando de roca en roca hasta llegar al mirador del Francés. Al llegar, la fatiga se alivia al observar el glaciar que cubre toda la vertiente oeste del afilado modelado de Paine Grande, que es el pico más alto de la zona con 3.050 metros de altitud. Ver en verano como se suceden las avalanchas, una tras otra, precipitándose el hielo al vacío, es todo un espectáculo.
A continuación, el camino sigue subiendo pero es mucho más benévolo con nosotros, circula por un bosque de lenga y haya antártica (Nothofagus antarctica) por el que ascendemos la montaña sin apuros. Al paso salen sugerentes especies vegetales, Juanjo aprovecha para ilustrarme con sus conocimientos mostrando con orgullo algunas flores: «Mira Lucas, estas son las más comunes del valle. Allí tienes los zapatitos de la virgen (Calceolaria uniflora), mi flor preferida por lo bien que combina el rojo y el amarillo. Este arbusto florido de tu derecha es el chilco (Fuchsia magellanica), sus flores se caracterizan por tener forma acampanada y ser de color fucsia como su propio nombre científico indica. Y a nuestros pies tenemos una orquídea realmente bella, la chloraea magellanica, fácil de identificar por el dibujo de líneas verdes ramificado sobre sus hojas blancas».
Dejando atrás el campamento Británico, llegamos al mirador del mismo nombre, que brinda una panorámica privilegiada de 360º sobre la cabecera del valle del Francés. Un inmenso circo glaciar coronado por una serie de formaciones rocosas impresionantes. Juanjo, señalando con el dedo índice algunos de los picos que nos rodean, me indica sus topónimos. «Catedral, Aleta de Tiburón, Los Gemelos, Trono Blanco, Cerro Espada, Cerro Hoja y Cerro Máscara». Suelta una carcajada, me mira fijamente y espeta: «Te das cuenta como es fácil reconocer en cada uno la figura que le otorga el nombre». Asiento con la cabeza, aunque sinceramente la máscara, el Trono Blanco y la catedral no las veo por ningún lado, pero no se lo diré para no romper la magia del momento. Después de ingerir algunos frutos secos iniciamos el descenso del valle, que nos conduce nuevamente hasta la caseta del guarda del parque donde recogemos nuestras mochilas. Iniciando una nueva caminata abandonando el campamento Italiano y el lago Nordenskjold para adentrarnos en un terreno ondulante que discurre junto a la orilla del lago Skottsberg, tomando un camino que nos lleva hasta el refugio de Paine Grande.
La última etapa de nuestra andadura por el parque no es muy larga, unas cuatro horas que nos conducirán hasta el refugio Grey. Durante la primera parte tiene lugar un ascenso que recorre una quebrada, por un camino sinuoso que culmina en un mirador sobre el lago y el glaciar Grey, donde un gélido viento golpea de repente nuestros cuerpos con violencia, obligándonos a sacar de nuestras mochilas la ropa de abrigo y a caminar en ocasiones a cuatro patas para no ser arrollados. Finalmente, tomamos un sendero que surca un bosque de lenga y ñire, cruzando el río de Las Piedras para llevarnos en un suave paseo hasta el refugio Grey. El final de la ruta W. En el embarcadero nos espera un catamarán que pone punto final a nuestro periplo por el Parque Nacional Torres del Paine. Un relajado crucero hasta el hotel Lago nos devuelve a la civilización, después de una placentera navegación entre témpanos de hielo e icebergs, contemplando el azul metálico que refleja el glaciar, iluminando nuestras caras.
Guía del viajero
Fántastico Sur
Es la empresa que gestiona la mayoría de los refugios en el circuito de la W. Ofrece varias propuestas de trekking muy interesantes para conocer el parque, donde la idea es que ellos se encargan de todo y tú cargas sólo con tu ropa y enseres personales. No deberás acarrear ni comida, ni hornillo, ni tienda de campaña. Con una mochila de unos ocho kilos podrás disfrutar del parque. Más información en su página web.
Dónde dormir
Hotel Lago Grey
Dentro del parque, la dirección perfecta para dormir el último día para recuperar las fuerzas perdidas. Sus 30 habitaciones superiores, donde está cuidado hasta el último detalle, destacan por ser las únicas en el parque con vista al macizo del Paine y a los asombrosos lago y glaciar Grey.
Más información y reservas en este enlace.
The Singing Lamb
Mi preferido en Puerto Natales. Las habitaciones son grandes y muy confortables. En todo momento el personal estará siempre dispuesto para ayudarte en tu plan de viaje, tanto para ir al Parque Nacional Torres del Paine, como para realizar un viaje en otra dirección. Más información y reservas en este enlace.
Más información en la página de Turismo de Chile.
Hola, muy buen artículo, describe precisamente el paisaje con sus fotos, pero en lo que discrepo es el titular,
Torres del Paine no es precisamente lo que se conoce como fin del mundo, podría ser un lugar extremo en la cordillera de los Andes, pero el título FIN DEL MUNDO, se comparte entre el Cabo de Hornos , Puerto Williams, Isla de los Estados y Ushuaia
Muchas gracias, Hugo. Tomamos nota de tu apreciación y se la trasladamos al autor del artículo.
Hola Hugo, celebro que encuentres el artículo interesante. Y me encanta la gente que discrepa.
Tienes toda la razón respecto a que se conoce como fin del mundo a los territorios que indicas. Quizá he pecado de unetnocentrismo demasiado romántico, pues desde mi visión de europeo, todo el sur de Chile y Argentina los tengo catalogados en mi imaginario como el fin del mundo. Aunque sé que esa denominación se le da a los territorios que has señalado; que también son fruto de un imaginario etnocentrista de los pobladores de Chile y Argentina. Pues si lo analizamos seriamente no es el fin del mundo.
Es un título alegórico, que sólo pretende inspirar, nada más. Y por supuesto tienes toda la razón en tu apunte.