Hace un par de años tuve ocasión de recorrer, junto a un grupo de peregrinos, las principales etapas del Camino de Nidaros. Durante dos semanas —para hacer el camino completo, entre Oslo y Trondheim, se necesitan alrededor de treinta días—anduvimos por tierras noruegas, atravesando los lugares más emblemáticos de esta ruta de peregrinación.
Iniciamos nuestro periplo en Jevnaker, visitando una de las fábricas de cristal más antiguas de Noruega. Tras pasar por la iglesia y el cementerio de Jevnaker, arrancaban los que serían los primeros 26 kilómetros de nuestro camino, que discurrieron por un paisaje rural exquisito: prados de color verde intenso, lomas suaves cubiertas de bosque y campos de cultivo salpicados de idílicas casas rojas. Las subidas y bajadas por sendas se alternaron con algún tramo de carretera apenas transitada. Tras refrescar los pies en un arroyo, llegamos a nuestro destino, la localidad de Granavollen. Había sido un día muy largo y teníamos la marca de cada kilómetro en nuestros pies y en la espalda, poco habituada últimamente a semejantes caminatas tan cargada de peso.
Nuestro segundo día de trayecto empezó con el cielo bastante nublado, condición que iba a ser la tónica de los siguientes tres o cuatro días. A pesar del riesgo de mojarnos, el verde del paisaje se intensificaba y el permanente olor a bosque húmedo nos recordaba que estábamos en Escandinavia. El camino ascendía progresivamente y los últimos campos dejaron paso a los bosques de abeto característicos de la taiga. Volvió a ser un día intenso, en el que visitamos la pintoresca iglesia de Tingelstad, un museo donde nos enseñaron las distintas construcciones tradicionales de Noruega (con un reparador tentempié de zanahoria incluido), subimos a una colina donde tres cruces marcaban el supuesto paso de San Olav y finalmente alcanzamos el final de etapa en Åstjern, un paraje tranquilo rodeado de abetos.
La tercera etapa empezó poniendo rumbo a la blanca iglesia de Kolbu, donde aprovechamos para comer. A partir de ese punto el sendero alternó extensos campos de trigo y cebada, que el viento mecía dándoles aspecto de olas de mar, con pequeñas manchas de bosque. Ese paisaje continuó hasta Hoffsvagen, donde una luz cálida y limpia —la primera en esos primeros días— nos recibió.
Con la idea de recorrer los puntos más interesantes de la ruta no podíamos pasar por alto Gudbrandsdalen, un valle al norte de la ciudad de Lillehammer y del lago Mjøsa. En esta región las zonas agrícolas, protagonistas de las primeras etapas, fueron dejando paso a húmedos bosques de coníferas que se extendían sobre vertientes, en algunos casos, realmente abruptas. La vegetación en aquellos días estaba en pleno apogeo y tuvimos la suerte de observar varias especies de orquídeas. Había agua por todas partes y durante el itinerario atravesamos caudalosos torrentes y arroyos procedentes de los macizos que rodean el valle.
Después de estudiar atentamente el mapa, decidimos empalmar dos etapas (con inicio en Skåden Gard), que se conviertieron en una interminable jornada de cerca de 50 km y muchas horas acumuladas en nuestras piernas. El recorrido fue muy variado y agradable hasta llegado un punto en el que el sendero se convirtió en un extenso y casi impracticable barrizal. No nos quedó otro remedio que sumergirnos en el barro. Gracias a las sandalias que transportábamos en la mochila el avance no resultó tan penoso como sugería el estado de aquellos centenares de metros de camino. Pasado ese tramo el recorrido siguió alternando prados, bosque y algún tramo de asfalto hasta nuestro destino final, el pueblo de Fåvang, que alcanzamos alrededor de las 22:30. Fatigados pero felices de haber disfrutado de los pequeños placeres que brinda el itinerario, tales como el silencio del bosque, el sonido de las cascadas o el zumbido de los numerosos insectos que se apresuran a completar su ciclo vital en el corto verano noruego.
How long does it take to complete whole camino?
650km, you need around 30-35 days.