Podría parecer que sobre la Batalla del Ebro ya se ha escrito y contado todo, pero no es así. Aprovechando la celebración del 80 aniversario del enfrentamiento, dos televisiones locales (Canal Terres de l’Ebre y TAC12) decidieron unir esfuerzos y encargar la producción de una serie documental para, además de abordar los hechos esenciales, explorar aspectos menos conocidos. ¿Cómo era la vida en una trinchera?, ¿qué papel tuvieron las mujeres en la retaguardia?, ¿cómo funcionaba un hospital de campaña?, ¿por qué Franco no hizo caso de los consejos de Mussolini?, ¿cuál fue el protagonismo de los catalanes del Tercio de Montserrat? o ¿en qué consiste el llamado turismo de trincheras?
La serie lleva el título de Tremolors: històries de la batalla de l’Ebre (Temblores: historias de la batalla del Ebro). El humilde presupuesto con el que contaba se ha exprimido de manera increíble y el resultado es sorprendente, excelente y destila talento periodístico. Destaca por la selección de historiadores y expertos, por el conmovedor testimonio de algunos de los últimos supervivientes y por la inestimable colaboración del grupo de recreación histórica Ejército del Ebro que, junto con las imágenes de archivo, consiguen que el espectador conecte con las historias que se cuentan.
Fueron 115 días, entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938, durante los que se libró un batalla terrible, un desgarrador combate que destrozó vidas y familias. Sembró tanto dolor que siempre quedarán recuerdos por recuperar y memorias por honrar. Además, por obligación moral y prudencia histórica, es imprescindible que las nuevas generaciones se acerquen al drama que supuso, no solo la batalla, sino un enfrentamiento tan fratricida como la Guerra Civil Española. Demasiada sangre, demasiado sufrimiento demasiada represión y odio como para olvidarla, como para repetirla.
El éxito de la serie ha llevado a los productores a preparar un capítulo extra, a modo de resumen, en inglés y pensado para las televisiones internacionales. La necesidad de nuevas secuencias para ilustrar el papel de la Legión Cóndor, nos dio la oportunidad de acompañar a la productora y a los miembros del Ejército del Ebro durante la grabación realizada en el antiguo campo de aviación de La Sénia, un lugar muy poco conocido —todavía—, y que guarda algunas de las claves de la batalla y de la guerra. No en vano, los expertos aseguran que la Batalla del Ebro se ganó en el aire.
A los payeses de La Sénia no les hizo ninguna gracia que el gobierno de la República les expropiase 90 hectáreas y mandase arrancar cerca de 9.000 buenos olivos. Sabían que la compensación económica que pudieran darles no iba cubrir lo perdido pero, ya se sabe, la guerra no entiende de tratos justos. Corría el año 37 y la contienda avanzaba deprisa. Se prepararon tres pistas de tierra compactada de 1.200, 1.100 y 900 metros de longitud, orientadas a los vientos dominantes. También se construyó un edificio para alojar a los oficiales (actualmente convertido en centro de interpretación) y un refugio antiaéreo (recuperado y visitable). No se levantaron hangares, los aviones dormían al raso y las pequeñas construcciones de los agricultores de la zona sirvieron como edificios auxiliares.
En septiembre del 37 el espacio ya era operativo y acogió tres escuadrillas de caza con los famosos “moscas” rusos, los Polikarpov I-16, unos aviones extraordinarios, muy rápidos pero nada fáciles de pilotar en el despegue y aterrizaje debido a sus cortas alas. Además, el aeropuerto acogió tres escuadrillas de bombarderos Tupolev SB, mas conocidos como Katiuska. Al principio de la contienda, estos bimotores resultaban tan rápidos que los cazas no podían atraparlos, pero esta ventaja se esfumó con la llegada de los aviones alemanes.
Durante unos meses, en La Sénia se oyó hablar en ruso, pero a partir del 14 de abril de 1938, llegó la Legión Cóndor alemana. Los historiadores explican que, a parte de las primeras represiones, no se dieron excesos indiscriminados como sí pasó, por ejemplo, en la cercana población de las Cases d’Alcanar con la tropas marroquíes. En un excelente artículo* dedicado al campo de aviación de La Sénia, Francesc Torres explica que «los alemanes se comportaban amablemente, como si estuvieran de vacaciones, y daban trabajo a la gente del pueblo, que veía todos aquellos hombres jóvenes, altos, fuertes, bien vestidos y bien alimentados que utilizaban máquinas y aparatos tecnológicos que parecían de otro planeta».
Pero no vinieron a tomar el sol. Los expertos coinciden en que la guerra española fue un excelente campo de pruebas para Hitler y Mussolini. En España se estrenaron operativamente, por ejemplo, los famosos bombarderos en picado Stuka (Junkers Ju 87), los cazas Messerschmitt Bf 109; los bombarderos Dornier 17 y los Heinkel 111, tristemente vinculados con Gernika. Desde La Sénia, con los Stuka, los alemanes llevaron a cabo misiones de bombardeo en pequeños pueblos del Maestrazgo —Albocàsser, Benassal, Ares del Maestrat y Vilar de Canes—, como simple experimento de bombardeo indiscriminado contra la población civil. Murieron cerca de cuarenta civiles.
Los alemanes se instalaron y se organizaron para que no les faltara de nada en La Sénia. Las crónicas explican que incluso llegaron a montar un burdel con chicas traídas de otros puntos de España para consumo del personal, sobre todo de los oficiales. Dos médicos se ocupaban de los protocolos sanitarios y la salud de las chicas y un oficial de guardia controlaba las entradas y salidas. En diciembre del 38, frente a la inminente invasión de Catalunya por parte de las tropas rebeldes, la exigua aviación republicana decidió bombardear el aeropuerto de La Sénia. Una temeridad considerando los excelentes cañones antiaéreos con los que contaban los alemanes. Pero el ataque resultó una sorpresa y consiguieron destruir siete Messerschimitt BF 109. Según parece, lo que mas dolió a los alemanes fue la destrucción del burdel. La artillería antiaérea abatió dos Katiuska y el principal objetivo del interrogatorio al único superviviente fue averiguar dónde estaba el burdel republicano para devolverles el golpe.
El campo de La Sénia resultó crucial durante la batalla del Ebro. Los aviones despegaban desde los aeródromos en Aragón, bombardeaban las posiciones republicanas y aterrizaban en La Sénia. Allí repostaban combustible, cargaban bombas y volvían a atacar de vuelta a casa. Pere Godall, integrante de la leva del Biberón y superviviente de la batalla del Ebro, en el cuarto capítulo de la serie Tremolors, recuerda como, cada mañana, a eso de las ocho, llegaban los aviones a ametrallarlos y después empezaban a llover las bombas. Francesc Pedrol asegura que en ningún momento vio a su aviación, la republicana. Josep Cubells, con una sonrisa que no consigue disimular el pánico vivido, explica cómo quedó sepultado dentro de la trinchera, pero ileso bajo la manta plegada con la que se cubrió la cabeza. Fueron tiempos en que el cielo tembló, no solo en la línea del frente sino en toda la retaguardia que por primera vez se convirtió en objetivo militar. En esta guerra se puso en práctica, por primera vez, el concepto de guerra total y la población civil se convirtió también en objetivo militar. En definitiva, un triste preludio de la que, al cabo de muy poco, asolaría Europa y otras partes del mundo.
Hoy día, los olivos han vuelto a cubrir lo que fue el antiguo campo de aviación de La Sénia. Ha sido gracias a entusiastas investigadores amateurs, inasequibles al desaliento, que se ha preservado su recuerdo. Gracias a ellos se han recuperado valiosas claves que nos ayudan a descifrar y entender el pasado. La memoria puede ser incomoda, pero la desmemoria suele ser letal.
Los capítulos de la serie pueden encontrarse en la página de Ebre Digital y en la de Tac12.
Información sobre el grupo de recreación histórica de la Guerra Civil Española El Ejercito del Ebro.
La visitas guiadas al campo de aviación de La Sénia se realizan todos los sábados a las 11h. Es recomendable confirmarla con antelación, por si hubiera algún cambio de horario, contactando con la oficina de turismo de La Sénia (turisme@lasenia.cat 977 71 30 00 ext. 7). También pueden concertarse previamente otros horarios y días. La visita dura unas dos horas y, además del campo de aviación y el centro de mando, se visita el Centro de Aviación Histórica donde es posible admirar, entre otras cosas, la reconstrucción de un legendario caza ruso Polikarpov I-16, el “Mosca”, y de un bombardero Katiuska (Tupolev SB).
* Ales llunyanes, publicado en el diario Ara, 08/07/2018.
Leave a Comment