En Los Cabos el desierto llega hasta el mar. En Los Cabos hay años en los que luce el sol 364 días. En Los Cabos tienen dos playas casi juntas, la del Amor y la del Divorcio. En Los Cabos cortejan las ballenas y hay perros que se llaman Picasso. Y además, aunque sin demasiado fundamento en la veracidad de la historia, a todos nos encanta que en Los Cabos suene el Hotel California de los Eagles.
Al sur del sur. Allí aparece el estado de Baja California Sur, valga la redundancia para situarlo aún más al fondo, ajeno a la entidad federativa que le negaron durante tantos años. México tenía treinta estados, un Distrito Federal y un territorio. La Baja era un rincón demasiado lejos de todo, sin un solo río desde San Diego hasta Cabo San Lucas. Entonces, ¿qué tiene este rincón de la Baja California Sur para haber llamado la atención de George Clooney, Leonardo DiCaprio o Cindy Crawford? Aunque más que el famoseo y la corte de starlettes que arrastra, me interesa que John Steinbeck dijera que el aire en Los Cabos es milagroso, que cambia la percepción del mundo.
Pude darme cuenta de lo acertado de sus afirmaciones en un pequeño pueblo, San José del Cabo, con esa coquetería propia de los lugares para pasar página. La arquitectura colonial, galerías de arte, algo de relación con Hernán Cortés, buen manejo de los fogones y el bendito tequila que todo lo cura, aunque haya que ir compensando con desayunos de Espidifen. ¿Qué más se necesita para detener el mundo y bajarse? Si acaso una sombra en el porche para colgar una hamaca y decidir de qué color pintaremos la casa el año que viene. Para cuando llega la tarde, las instrucciones son muy sencillas: servirse una copa de vino blanco, vestirse con alguna prenda ligera de color blanco y hacer el circuito por las galerías de arte para comprobar si ha llegado alguna novedad. No olvides pasar a saludar al peculiar Frank Arnold y a su perro Picasso, ni tampoco a Patricia Mendoza, una estupenda cicerone que conoce los entresijos de las galerías como nadie.
Las ballenas llegan cada año desde Alaska para cortejar y reproducirse en sus aguas, incluso muchas veces es posible verlas sin embarcar, desde la terraza de los hoteles. Un espectáculo que maravilló al propio Jacques Cousteau, que llamó al mar de Cortés el acuario del mundo.
El Arco es la marca con la que se vende Los Cabos, un capricho fruto de la erosión que divide el Océano Pacífico del Mar de Cortés. Al Arco sólo se puede llegar navegando, cuando las condiciones de la marea lo permiten. Películas como Troya encontraron en Faro Viejo, detrás de la conocida formación rocosa, la localización ideal para rodar exteriores. Muy cerca de allí, con acceso igualmente en barco, se encuentra la playa del Amor. Y como sabemos que no llueve a gusto de todos, a pocos metros está la playa del Divorcio, con aguas menos calmadas poco propicias para el baño.
Retomando el tópico de paren-el-mundo-que-me-bajo, hubo quien lo detuvo y efectivamente se bajó.
Alfredo Ruiz y Lourdes Campos encontraron un pedazo de tierra camino de Todos Santos. Llegaban desde una Tijuana que crecía demasiado deprisa para las cosas que soñaban y decidieron abrir el Art&Beer, una pequeña cabaña donde sirven cócteles en jarras de medio litro y exponen pequeñas obras de artes. Ni son los mejores cócteles ni las obras están a la altura de las que encontramos en las galerías de San José del Cabo, pero son sus tragos y son sus obras. Y eso nadie se lo quita. Ni siquiera los huracanes que visitan la zona una o dos veces al año. Necesitan recoger el agua que deja, así que es bienvenido. Dicen que es predecible y conocen la dirección que trae, así que cuando llega se encierran en casa a charlar con los suyos abriéndole las ventanas para que pase de largo y deje las reservas de agua dulce a buen nivel.
Vamos con Don Henley. En Todos Santos te contarán que The Eagles se inspiró en un pequeño hotel de la localidad para escribir Hotel California. La canción data de 1976, cuando aún no existía la carretera (autopista dice la canción) que llega a Todos Santos. La hija de Antonio Wong Tabasco, el emigrante asiático que montó una tienda que luego se convertiría en hotel, se pudo en contacto con Henley y el cantante de la banda californiana le respondió que en esa época iban hasta las cejas de todo, que no tenía ni idea de dónde estaba Todos Santos y que la canción era una metáfora sobre los viajes que proporcionan las drogas.
Durante los últimos años, se han instalado en Los Cabos una serie de hoteles del más alto nivel. Nos quedamos con el Barceló Los Cabos Palace Deluxe, un resort frente al mar con algunas de sus habitaciones con acceso directo a una pequeña piscina. La gastronomía está muy cuidada, con ocho restaurantes temáticos. Si puedes, reserva tu mesa en el japonés y, cómo no, en el mexicano. No te puedes marchar sin pasar por el U-Spa para que te mimen.
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