El plan era sencillo: la Costa Brava como estado de ánimo. Conducir sin prisas por carreteras secundarias, con las estéticas rotopacas en los campos de cereal segados y los girasoles tiñendo de amarillo el paisaje; parar en pequeños pueblos donde todos saludan, visitar algún museo, conocer la historia de cada lugar, sentarse a tomar una copa de vino y asistir a algunos de los conciertos que se celebran en los numerosos festivales repartidos por la provincia de Girona. Las opciones musicales y escénicas que se nos presentaban eran muy variadas, pero tenían en común una cosa: los escenarios eran el propio patrimonio y el paisaje.
Figueres, la ciudad del genio de sublimes bigotes, era un buen punto de partida dada la cercanía de los dos primeros festivales a los que íbamos a asistir: Sons del Món y Castell de Peralada. Empezamos la mañana con una visita al Teatro-Museo Dalí en Figueres, una inmersión en el surrealismo del pintor que siempre apetece, da igual las veces que visites el museo porque siempre hay nuevos detalles que se descubren en sus trampantojos. En Peralada también hubo tiempo para dedicar a la cultura y visitamos el claustro de Sant Domènec, único vestigio de un antiguo convento, y el museo del Castillo de Peralada, que alberga una interesante colección de objetos relacionados con el mundo del vino y una biblioteca en la que destaca la colección Cervantina, con más de cinco mil ejemplares de El Quijote —hay más de mil diferentes— en 33 lenguas.
El festival del Castell de Peralada ha superado las tres décadas de historia. En el fin de semana inaugural pudimos ver la actuación de la compañía de ballet Béjart, una de las más prestigiosas del mundo. Los herederos del coreógrafo Maurice Béjart pusieron sobre el escenario una emocionante actuación en dos actos: el primero con las coreografías más nuevas y el segundo dedicado al fundador de la compañía cuando se cumplen diez años de su fallecimiento. Una de las bailarinas solistas de Béjart es la catalana Elisabet Ros. En las próximas citas del festival están programadas las actuaciones de Bryan Ferry, Franco Batiatto, Malú, Diego el Cigala y la producción propia Madame Butterfly. La actuación más curiosa correrá a cargo de la actriz francesa Juliette Binoche —qué guapa estaba en la trilogía colorista de Kieślowski— , y el pianista Alexandre Tharaud —autor de la banda sonora de la estremecedora película Amour—, con un recital inspirado en la cantante francesa Barbara. Desde Peralada nos dirigimos a la cercana localidad de Castelló d’Empúries, una de las sedes —junto a la ciudadela de Roses— del festival Sons del Món, que apuesta a caballo ganador con la combinación de música y vino del Empordà.
El Maragda, de la bodega Mas Llunes en Garriguella, es un vino joven aunque no lo parece. Joven y cuidado, con cuerpo, potencia, profundo, muy equilibrado; que despierta pasión. Exactamente como Estrella Morente. La responsable de meter en una copa todo lo que expresa la música es Laura Masramon, que lleva cuatro años en el festival —Sons del Món cumple ahora diez— explicando el mundo del vino de una manera cercana. A la hora de escoger el vino más adecuado se basa, por supuesto, en la música de cada intérprete. Aunque cuando ésta no le dice nada busca aspectos de la trayectoria o de la vida del cantante: “Para David Bustamante pensé en el Mar Endins, de la bodega Oliveda en Capmany. Un vino fácil de apariencia pero que sufre mucho hasta llegar a la botella. Hay mucho trabajo detrás, empezando porque se planta en un suelo muy difícil”. Seguimos con el Cartesius, un tinto muy vivo de la bodega Arché Pagès en Capmany, seductor en nariz gracias a las notas florales y con potencial de guarda muy, muy largo. ¿Adivináis para quién es? No puede ser sino para Tom Jones. El septuagenario crooner galés volverá a desplegar todo su potencial para disfrute de fans de varias generaciones que corearán Delilah como si no hubiera mañana.
Le pido que me explique un maridaje más, Loquillo, para contentar al ochentero que todavía llevo dentro. La elección es el Oriol de Vinyes dels Aspres en Cantallops, un blanco elaborado con garnacha roja —uva con el 90% de su producción en el Empordà— que empieza a ser un clásico. “Cuando lo pruebas piensas ¡qué caña!, no te deja indiferente, te acuerdas de él con el tiempo. Es un vino blanco con el cuerpo de un rosado, muy rockero. En nariz no es seductor pero tiene buen cuerpo, buena presencia, persistencia en boca”, me cuenta la sumiller.
Antes de cada uno de los ocho conciertos de gran formato programados existe la posibilidad de inscribirse para participar en una cata con los vinos de la bodega seleccionada. Los propios enólogos de la bodega serán los responsables de explicar las características de sus vinos. Con una copa de vino en la mano nos sentamos en nuestra localidad. Daba la impresión de que Estrella Morente iba a tocar para un grupo de vecinos en la plaza del pueblo, frente a la impresionante portalada de la basílica de Santa María, la “Catedral del Empordà”. Cuando la artista flamenca salió a escena se escaparon los primeros piropos, guapa y olé tu mare (sic), y disfrutamos de un concierto íntimo, regado con un par de copas de Maragda. La oferta del festival se completa con cinco conciertos en pequeñas bodegas.
Al día siguiente íbamos a continuar con otro de los conciertos de formato íntimo. Para ello nos trasladamos a la pequeña localidad de Sant Martí d’Empúries, al festival de Clàssics de l’Escala-Empúries. Aprovechamos para visitar el lugar por el que griegos y romanos entraron en la Península Ibérica. El recinto arqueológico de las ruinas d’Empúries, perteneciente a la red de espacios del Museo de Arqueología de Cataluña, muestra los restos de la ciudad griega Emporion y de la romana Emporiae. El concierto escogido, al caer la tarde, fue el de Música de Películas, por Setafano Maffzzoni a la flauta y Palmiro Simonini al piano. El escenario, la iglesia parroquial de Sant Martí. No éramos más de doscientas personas, que cruzamos miradas de complicidad cada vez que las primeras notas dejaban adivinar a qué película pertenecía la pieza.
Cuando Woody Allen sale a tocar fuera del club Carlyle de Nueva York lo hace en los sitios más exclusivos. Así, del Royal Albert Hall londinense llegó a los jardines de Cap Roig con su banda, la New Orleans Jazz Band. Abrieron las puertas un par de horas antes de dar inicio la actuación, en las que aprovechamos para dar un paseo por unos jardines que se asoman a algunas de las calas más hermosas de la Costa Brava. Nuestra acreditación nos permitió acceder a la zona VIP del claustro, donde sirvieron un excelente catering y buen vino.
El festival de Cap Roig tiene un equilibrado programa entre la actualidad y la nostalgia. En las próximas semanas actuarán Norah Jones, Andrea Bocelli, Anastacia, Jason Derullo, Chrissie Hynde con Pretenders —qué felices fuimos con Don’t get me wrong y I’ll stand by you—, Umberto Tozzi y su Gloria; y siguiendo con la nostalgia llegarán Miguel Bosé y Hombres G —acabamos de saber que la chica que se fue con el niño pijo de jersey amarillo, en un Ford Fiesta blanco, se acaba de separar—, conciertos en los que, al ver a los cantantes, nos daremos cuenta de que el tiempo también ha pasado por nosotros. En el cartel también hay hueco para algunos de los mejores grupos catalanes del momento, como Els Amics de les Arts y Blaumut, y para dos musicales infantiles, Alicia en al País de las Maravillas y La Sirenita.
Post Scriptum
Y sí, si lo echabas en falta te confirmamos que en Cap Roig también estará Luis Fonsi con su Despacito.
Esta es solo una pequeña muestra de todo lo que suena en la Costa Brava. Hay muchos festivales más: Porta Ferrada, Interludi, Portalblau, Cadaqués o Nits de Marimurtra entre otros. A lo largo del año se celebran hasta 193 festivales repartidos entre nueve disciplinas: música, teatro, cine, danza, circo, humor, digital, arte y magia. Más información sobre los programas y las fechas en la página de Costa Brava Girona Festivals.
Fotografías: Rafa Pérez y Òscar Domínguez
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