Hay cinco segundos de incerteza cuando lo primero que ves al despertar es un volcán. Lo miras fijamente, con los ojos bien abiertos. Tras ese breve lapso, te sientes un privilegiado. Esa era la vista que tenía cada mañana desde mi habitación en el hotel Arenal Observatory Lodge: la imagen de un volcán perfecto, de forma cónica, como el que haría un niño al que le pidieran en clase que dibujara uno.
Costa Rica es tierra de volcanes. Seis de ellos, entre los más de sesenta que posee el país, permanecen activos. Durante los últimos cincuenta años, el volcán Arenal ha sido el más activo y uno de los más visitados de Costa Rica. En 2010, este volcán que forma parte de la Sierra de Tilarán, entró en una fase de descanso. Aun así, este gigante dormido fascina a los visitantes con sus campos de lava y sus ocasionales emisiones de gases y vapor de agua.
El Parque Nacional que lleva el nombre del volcán fue creado en noviembre de 1991 y tiene una extensión de 12.000 hectáreas. Dentro de los límites del parque encontramos dos volcanes: el Volcán Chato, de 1.140 metros, y el Volcán Arenal, de 1.633 metros. El Volcán Chato lleva inactivo cerca de 3.500 años y tiene un cráter colapsado de 500 metros de diámetro que alberga una laguna de aguas turquesas. Su primera erupción tuvo lugar hace 38.000 años, durante el periodo del Pleistoceno. Su cima la forman los picos Chatito y Espina.
Si mezclamos montañas —por lo tanto, diferencia altitudinal—, abundante agua y temperaturas cálidas y estables, obtenemos un índice de biodiversidad extraordinario. Las laderas de las montañas atrapan parte del agua y favorecen la proliferación de diferentes hábitats con marcadas zonas de transición. Cada uno de estos hábitats alberga plantas y animales perfectamente adaptados. En total, el Parque Nacional Volcán arenal alberga cuatro zonas de vida según el sistema de Holdridge.
Entre las especies vegetales más interesantes encontramos el guayabo (Psidium guajava), el cocobolo (Dalbergia retusa) —este árbol resulta extremadamente raro fuera de espacios protegidos debido al elevado valor de su madera—, higuerones, guarumos (Ischnosiphon arouma), además de varias especies de palmas. También son abundantes las heliconias, las bromelias y las orquídeas.
En cuanto a la fauna del parque, las aves son el grupo con más representación, superando las 400 especies. Una de las más comunes es el Cacique de Moctezuma (Psarocolius montezuma), conocido popularmente como oropéndola. Se trata de un ave de notable tamaño, plumaje castaño, timoneras externas amarillas, pico bicolor y parche pálido de piel desnuda a los lados de la cabeza. Su reclamo característico, fuerte y gorgoteante, resulta fácil de recordar. Se alimenta de frutas y grandes insectos en el dosel del bosque.
Otra ave interesante es la pava cojolita (Penelope purpurascens). Se trata del miembro de su familia que extiende su área de distribución más al norte, desde México hasta Ecuador. Estas pavas son aves grandes, de cuello largo y delgado y larga cola; la piel de la cara es azulada y tienen una característica papada roja desnuda en la garganta. Se mueven en pequeños grupos por el dosel arbóreo en busca de fruta.
El manto de bosque primario esconde algunas especies que son difíciles de ver en el resto de país, como el momoto carenado (Electron carinatum), que suele posarse en el interior del bosque para alimentarse de insectos aéreos. Otros grupos bien representados, con numerosas especies, son los colibríes, los hormigueros y las tangaras.
Como en el resto de Costa Rica, en el Parque Nacional Volcán Arenal los encuentros con reptiles son habituales. Aquí es posible observar un buen número de especies, entre ellos la vistosa bocaracá. El crótalo cornudo de Schlegel (Bothriechis schlegelii) o bocaracá es uno de los reptiles más espectaculares de Costa Rica. Los adultos miden entre 50 y 70 centímetros, siendo las hembras un poco más largas y robustas. Su cola prensil le permite permanecer colgada e inmóvil lista para capturar alguna presa. Su coloración es muy variable y se pueden observar ejemplares de color amarillo brillante, verde, marrón o incluso plúmbeo o color carbón. Arborícola y nocturna, resulta fácil encontrarla posada sobre la vegetación del bosque húmedo.
Existen numerosos senderos, tanto fuera como dentro del parque, donde observar fauna. Algunos incluso muy cerca de La Fortuna, como el Fortuna Nature Trail o Sendero Bogarín, en honor al naturalista y guía local Geovanni Bogarín. Este itinerario, que transcurre por bosque secundario y zonas húmedas, nos ayudará a completar nuestra lista de observaciones.
Si te ha gustado este reportaje puedes descargarlo, en formato PDF, en este enlace.
Esa bocaracá es terrible. Las he visto colgadas de la cola camufladas en una piña de plátanos. Es una de las principales causas de muerte por ofidismo en Centroamérica. Enhorabuena por todos los artículos que has publicado de Ticolandia, un país muy ligado a mi biografía.