La legión del sapere aude está compuesta por más de 50.000 estudiantes buscando un futuro en las prestigiosas universidades de Lovaina. Esta cifra ha marcado, inevitablemente, el ritmo, el carácter y hasta el patrimonio de una de las ciudades más dinámicas de Flandes.
Es lunes por la mañana. El escaso kilómetro que hay entre la estación de tren y la zona de las principales universidades es recorrido por decenas de estudiantes que arrastran sueños y maletas para asistir a una nueva semana de clases. El recorrido se repite cada viernes, en sentido inverso, para ir en busca de un hogar que poco a poco les va quedando más lejano. La universidad fue fundada hace casi seis siglos, en 1425, por el papa Martín V, lo que la convierte en la más antigua —católica— en la que todavía se imparten clases.
Eran buenos tiempos, las barcas navegaban por el río Dyle cargadas de los paños que tanta fama y dinero trajeron a Flandes. De esa época son algunas de las construcciones más notables de la ciudad. Un par de siglos más tiene el Gran Beaterio. Los beaterios de Flandes están en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Fueron creados en el siglo XIII, para proteger a las mujeres viudas, huérfanas y solteras que iban quedando como resultado de las bajas en las Cruzadas. Hacían votos de castidad y obediencia, pero podían acumular bienes —algunas beguinas tenían buena posición social y vivían en casas más grandes con servicio— y dejar la comunidad cuando quisieran. El Gran Beaterio es uno de los más grandes de Flandes y, gracias a diversas restauraciones, está muy bien conservado. Actualmente acoge a estudiantes, profesores y académicos invitados.
Por las aulas de Lovaina han pasado, como alumnos o como profesores, ilustres personalidades a lo largo de los siglos: Adriano de Utrecht fue profesor de teología antes de ser conocido como Adriano VI, el Pontífice Bárbaro; Erasmo de Róterdam inspiró el Colegio Trilingüe buscando propagar el humanismo a través de las lenguas clásicas; Mercator fue alumno, su proyección, lejos de estar en desuso cinco siglos después, se sigue usando hasta en los mapas de Google; Vesalio se diplomó en medicina poco antes de poner en entredicho las prácticas de anatomía de Galeno; y Georges Lemaître fue profesor de física y padre de la hipótesis del átomo primigenio o el huevo cósmico, más conocida en la actualidad como Teoría del Big Bang.
La mayoría de los edificios universitarios permite el paseo por el exterior, los patios y algunos, como la Biblioteca Universitaria, también por algunas estancias del interior. El primero que visitan los estudiantes, para hacer la matrícula, es la Sala de la Universidad. A veces también el último, ya que hay una sala de promociones que se utiliza para que defiendan las tesis de doctorado. En la entrada podemos echar un fugaz vistazo a la sala del Jubileo, de estilo gótico. El edificio primigenio se situó en la Lonja de los Paños, pero durante la Primera Guerra Mundial un incendio acabó con la construcción y con más de 300.000 libros. Fue reconstruido para recuperar sus funciones y, gracias a la ayuda de institutos técnicos estadounidenses, la biblioteca se ubicó en un nuevo edificio: la Biblioteca Universitaria en Ladeuzeplein. Durante la Segunda Guerra Mundial casi un millón de libros volvía a ser pasto de las llamas, pero el saber se empeñaba de nuevo en ser más fuerte que la barbarie y la biblioteca fue reconstruida piedra a piedra, gracias a los planos del arquitecto Whitney Warren, dándole de nuevo su aspecto renacentista flamenco. En el interior podemos visitar la exposición con documentos sobre el gran incendio que asoló Lovaina en 1914 y conocer la historia de la reconstrucción, la hermosa sala de lectura —con el debido respeto porque siempre hay gente estudiando— y la planta superior, desde la que se tienen vistas de toda la ciudad y donde se ubica el carillón con sus enormes campanas.
Otros de los edificios universitarios que merecen una visita son el colegio Van Dale, renacentista, y el de Atrecht, clasicista. En la entrada de este último hay un hermoso ejemplar del conocido como árbol de la miel, una Sophora japonica a la que pusieron el mote de “Árbol de la Pena” porque hasta los años 70 del siglo pasado, en que el colegio pasó a ser mixto, era el lugar donde las chicas despedían a sus novios a las siete de la tarde, cuando cerraban las puertas del centro. Las estresantes jornadas en las aulas demandan siempre una vía de escape, que en el caso de Lovaina es de dos direcciones. Los que buscan tranquilidad, un lugar donde acudir a la hora de comer, dar un último repaso a los apuntes o, simplemente, no hacer nada, acuden al parque de San Donato. O al de Santa Gertrudis, junto al Pequeño Beaterio, si buscan un rincón más íntimo.
La otra vía es la que ofrece la mayor concentración de bares de Flandes, especialmente en Oude Markt. Cuando el tiempo acompaña, y no hay hueco para una silla más, las terrazas de los diferentes bares parecen formar una sola, la más larga de Europa, dicen. Y si de bares hablamos no podemos obviar la cerveza. Antes incluso que universidad hubo cerveza en Lovaina, considerada la capital belga de la cerveza. Por un lado tenemos el gran imperio cervecero, AB Inbev, el mayor productor a nivel mundial. Por el otro, pequeños productores que están haciendo cosas muy interesantes, amén de labor educativa: la cultura de la cerveza en el país es innegable, pero muchas veces se ha buscado la competitividad en el precio antes que el aumento de la calidad.
Pero eso está cambiando. Uno de los artífices de ese giro ha sido Freddy Delvaux. Cuando a este profesor de Ciencias Agrarias le llegó el momento de la jubilación, decidió llevar la cerveza a los tubos de ensayo y a las placas de Petri y abrió la cervecera De Kroon en la cercana localidad de Neerijse. Ha conseguido hacer una levadura genéticamente manipulada que le da más o menos fruta al sabor y una cerveza rubia con sabor a negra. Define las visitas a la cervecería como una mezcla de ciencia, arte cervecero, gastronomía y turismo. Otra de las cervecerías que están innovando, también situada en la campiña alrededor de la ciudad, es Hof ten Dormaal. André Janssens era contable y en el año 2009 decidió darle un nuevo rumbo a su vida: le dijo a su familia que iba a comprar una cervecera. Junto a su hijo Jef, se puso a plantar lúpulo y a experimentar con las fermentaciones, las barricas y los sabores. Una de sus cervezas se llama Cerezas y Chocolate, nombre en español porque nuestro idioma sonaba mejor y les parecía exótico (sic). Otra se llama The Politician (Los Políticos) porque es fresca, dulce y explosiva al principio, pero amarga al final. Son los responsables del Innovation Beer Festival, en el que invitan a productores de todo el mundo para que presenten sus novedades en De Hoorn, la cervecería donde se produjo la primera Stella Artois. Zythos es el otro gran evento dedicado a la cerveza, en este caso a las belgas, con más de quinientos tipos diferentes.
De regreso a la ciudad hay que detenerse ante el Ayuntamiento, uno de los edificios más impresionantes de Flandes. Fue construido en el siglo XV, pero las hornacinas quedaron vacías. Fue a partir de 1850 cuando las ocuparon estatuas de personalidades. En las filas inferiores encontramos artistas, académicos y escenas de la historia de Lovaina. En la primera planta están los santos patronos y en la segunda los Condes de Brabante. Algunos de los personajes que encontramos son Felipe II, Carlos V, Dirk Bouts o Napoleón Bonaparte. Tan solo dieciséis de las esculturas corresponden a mujeres, entre ellas María de Brabante.
No podemos dejar la ciudad sin acercarnos a su cara más dulce a través de dos chocolateros que están haciendo cosas muy interesantes. El joven Bram Jaenen, de Bittersweet, juega con los sabores y las formas: bombones con formas de piezas de Lego, nubes, dinosaurios, robots o calaveras; con ingredientes como el chile, el wasabi, ginebra y whisky belgas, jengibre o aceite de oliva virgen extra. Bromea, además, con los nombres que pone a sus creaciones, incluso con el etiquetado: cierra sus bolsas con una pegatina con la palabra Kwijl, que podemos traducir como baba. En Antoine by Patrick Aubrion damos un salto en el tiempo. El nombre es un homenaje a dos reposteros de los siglos XVIII y XIX, Antoine Dufour y Antoine Carême, grandes innovadores en sus respectivas épocas. Su pastelería quiere trasladarnos a los días en que se inventaron la trufa, el éclair, las milhojas y las tartas. Sus trufas, “un bombón al revés, con el chocolate en el interior y el relleno en el exterior” en palabras del propio Patrick, son espectaculares. Su próxima aventura va a ser una especie de tienda pop-up: va a plantar su bicicleta ante la puerta de conocidos negocios relacionados con la gastronomía, para maridar sus trufas con quesos, embutidos o cerveza.
Maridaje con cerveza
En Leuven Leisure son especialistas en recorridos guiados por la ciudad, entre ellos el de maridaje con cerveza. Se realizan cinco catas en otros tantos locales con encanto, entre ellos el M-Café, Metafoor y Café Belge. Te enseñan las particularidades de los diferentes tipos de cerveza, como la saison que se elaboraba durante el tiempo de cosechas para que los trabajadores la bebieran —era más fiable que beber agua—, la gueuze de fermentación espontánea o las negras. Las cervezas se maridan con albóndigas de setas, queso, pescado, carne y chocolate. El precio es de 23 euros por persona y los recorridos salen de la tienda que tienen en la Tiensestraat, donde además podemos comprar varios tipos de cerveza belga. Tienen otros tours con la cerveza como protagonista: un recorrido en bicicleta hasta una cervecería, el Pub Tour y el Beer your senses, un taller en el que aprender a degustar la cerveza correctamente.
Ciudad de estatuas
Caminando por Lovaina nos iremos encontrando con una serie de curiosas estatuas, cada una de ellas con una historia. Las más conocidas, como no podía ser de otro modo, están relacionadas con la vida estudiantil. Fons Sapientia, junto a Grote Markt, es una fuente en la que vemos a un joven que se echa un vaso de “sabiduría” sobre la cabeza mientras sostiene un libro en la mano, aunque algunos prefieren pensar que es cerveza lo que en realidad vierte. De Kotmadam está sentada en uno de los bancos de Oude Markt, representa a la casera que alquila habitaciones a los estudiantes, aunque las malas lenguas dicen que la estatua es mucho más guapa que las kotmadams actuales. Meester Jan, una figura dorada, es el encargado de dar las horas tocando la campana de la iglesia de San Pedro. Otras estatuas curiosas son la del Pato del Dyle, con una superstición a su alrededor, y el Globo de la Amistad junto a la Biblioteca Universitaria, un regalo de Los Hombres del Año a la ciudad.
Si quieres más información, visita la página de Turismo de Flandes.
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