En Malinas, además del acostumbrado patrimonio flamenco, encontramos mujeres que gobiernan fomentando la cultura, beguinas que hacen cerveza y la venden de estraperlo, enormes campanas que suenan celestiales, cafés que coleccionan gallos y un emperador enamorado de la cerveza.
Las casas de Grote Markt, al pie de la catedral de San Rumoldo, parecen de miniatura. No es que sean pequeñas, es que el campanario del templo es ciclópeo incluso sin haber alcanzado los 167 metros —se quedó en algo menos de cien— del proyecto inicial. Es uno de los 56 campanarios municipales, construidos entre los siglos XI y XVII, incluidos en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Repartidos por Bélgica y el norte de Francia, son la representación del nacimiento del poder municipal en la Edad Media y de la conquista de libertades por parte de la población civil. Si no fuera por los números pintados, cada cierta distancia, al subir por las escaleras de la torre de San Rumoldo te daría la sensación de estar en un bucle infinito y no avanzar. Aunque entre sofocos, no sabes si es bueno o malo que te recuerden los que quedan para superar los más de quinientos.
Un poco antes del final me espera Elena Lopouchanskaya sentada en el banco del carillón. Tras hablar un rato con ella supe que el verdadero esfuerzo para sentarse allí con un poco de dignidad no está en subir algunos centenares de escalones, sino en que a una profesora de música, que además toca el piano, le ha llevado dos días a la semana durante diez años aprender a tocar el carillón: una década para conseguir que un puñado de campanas interpreten a Bach de un modo tan delicado. Elena golpea con el lateral de la mano, puño cerrado, los bastones de madera que accionan las campanas más pequeñas y pisa los pedales que mueven las grandes. Tras tocar dos piezas, me cuenta que cada campana tiene su nombre; Salvador, con casi ocho toneladas, da las horas. Las medias corresponden a una campana más pequeña y en los cuartos suena una melodía.
Pero no acaba ahí la cosa: la ciudad tiene su propia medida de tiempo, conocida como “el medio de Malinas”, y cada siete minutos y medio tenemos música. Martillos y badajos que dan a Malinas su peculiar banda sonora. A principios del siglo XX, los días que había concierto de carillón se incrementaba el servicio de trenes desde Amberes y Brujas. El malinés Jef Denyn — la escuela que lleva su nombre es la más prestigiosa del mundo— fue el responsable de mantener viva la cultura del carillón, mejorando el instrumento técnica y mecánicamente. En el año 2014, la Unesco incluyó la cultura del carillón en su Registro de Buenas Prácticas de Salvaguardia. Subiendo los últimos escalones de la torre llegamos al Skywalk, una plataforma que nos permite tener vistas sobre toda la ciudad.
Peter Paul Rubens no dudó en reconocer como su mejor alumno a un imberbe entusiasta que un día entró por la puerta de su taller. Se llamaba Anton van Dyck. En la catedral podemos ver una pintura sobre uno de los temas más recurrentes de su obra, una crucifixión. Malinas también tiene obras del maestro: en la iglesia de Nuestra Señora del Dyle está La pesca milagrosa y en la iglesia de San Juan La adoración de los Reyes Magos. En el libro Recuerdos de viaje por Francia y Bélgica en 1840 y 1841 Ramón de Mesonero Romanos, que firmaba como El Curioso Parlante, atribuye a Rubens la siguiente frase: “El que quiera ver lo que yo sé hacer, que vaya a San Juan de Malinas”. Exacta o no, lo que sí sabemos es que el pintor se refirió al tríptico que hay en esa iglesia como una de sus mejores obras.
En la historia de Malinas hay una etapa clave protagonizada por dos Margaritas —hubo una tercera aunque de poca importancia en tanto que hija ilegítima de Carlos V—, fue un momento en que se respiraba un ambiente cortesano de refinada cultura. Cuando Margarita de York enviudó de Carlos el Temerario, se trasladó a Malinas y fue impulsora de actividades culturales y científicas, así como responsable de la educación de sus nietos Felipe el Hermoso y Margarita de Austria. Cuando fallece Isabel la Católica y Juana de Castilla tiene que hacerse cargo de la corona, junto a Felipe, dejan a sus hijos en Malinas: Carlos de Gante —el futuro emperador Carlos V y rey Carlos I de España contaba con apenas cuatro años— y sus hermanas Leonor, Isabel y María. Margarita de Austria asumió la educación de los niños, sus políticas primaban la cultura y su labor de mecenazgo atrajo a destacados humanistas, poetas, músicos y literatos que propiciaron que la ciudad fuera el foco de dispersión del Renacimiento hacia otros lugares de Flandes.
El príncipe Carlos creció con una sólida educación y cuando fue coronado tuvo muy clara la destacada labor de Margarita: ma bonne tante, querida tía como solía llamarla. En la Keizerstraat podemos ver los palacios de Margarita de York y de Margarita de Austria, este último con un hermoso jardín interior. A Carlos V le encantaba la cerveza que se producía en Malinas en aquella época, la Mechelschen Bruynen de sabor algo amargo, tostada y cremosa. La producción de cerveza era cosa de mujeres, las beguinas habían empezado a elaborarla para su propio consumo y para el hospital. En una visita el bisabuelo del emperador decidió suprimirles el impuesto que gravaba sobre la bebida, hecho que las beguinas aprovecharon para aumentar la producción y venderla bajo cuerda por el barrio. Hay constancia de que siguieron con esta práctica durante largo tiempo, por una ordenanza dictada tres siglos más tarde sabemos que las multaban con 25 florines si vendían la cerveza a personas que no residieran en el beaterio.
Cuando Carlos V viajó a España se llevó a productores locales para que no le faltara cerveza, especialmente durante su retiro en el monasterio de Yuste. En lo que fue el hospital del beaterio encontramos la cervecera Het Anker. La sexta generación de la familia Van Breedam continúa elaborando cerveza, la más conocida es la Gouden Carolus que sigue, según dicen, la receta de la que tanto pirraba al emperador. Durante las visitas a la cervecera también se ve la zona de barricas donde elaboran whisky a partir de la destilación de una de sus cervezas, la Gouden Carolus Tripel. Algunas de las barricas para añejar el whisky han llegado desde España tras haber servido a magníficos olorosos de Jerez. Al finalizar la visita hay una degustación en el bar. Si la cata se alarga, tienen un pequeño hotel en la misma cervecera. Mejor una siesta a tiempo que acabar convertido en personaje de alguna de las leyendas que corren por la ciudad relacionadas con un consumo poco moderado: como la del Maneblusser, apodo que reciben los empadronados, o la del Opsinjoorke, que tiene una estatua en Grote Markt y otra junto a la catedral. El apodo, que traducimos como Apagalunas, viene de la confusión de un parroquiano en una noche de juerga en los bares de la plaza. Al salir, creyó que la torre de San Romuldo estaba en llamas y alertó a la población. Cuando fueron acercándose a la parte alta de la torre con cubos de agua, la niebla se disipó y se dieron cuenta de que el efecto lo producía la luz de la luna. El Opsinjoorke representa al marido borrachuzo que es manteado como escarmiento.
Saliendo de Het Anker podemos ir a buscar el curso del Dyle y dar un agradable paseo que conduce hasta el centro de la ciudad, en algunos tramos sobre pasarelas flotantes sobre el propio río. Antes de llegar a Vismarkt, el antiguo mercado de pescado y epicentro del ambiente nocturno, nos encontraremos con Haverwerf, el muelle donde antiguamente se descargaba la avena. Allí están tres de las casas más impresionantes de Malinas cuyos nombres, El Paraíso, Los Diablillos y San José, responden a relieves o figuras que tienen en sus fachadas.
Un buen lugar para terminar un recorrido por Malinas es el café De Hanekeef, el más antiguo que se conserva. Es uno de los conocidos como brown coffee, y en su interior hay una curiosa colección de gallos y gallinas. Al parecer, cuando abrió sus puertas en 1879, era el punto de encuentro de los vendedores de gallos del cercano mercado, que dejaban sus cestas en la puerta mientras se echaban un trago al gaznate. Tienen un divertido cartel con el dibujo de un pollo y la frase “Are you tokking to me?”, que juega con la conocida escena de Travis Bickle (Robert de Niro) en Taxi Driver y la onomatopeya tok, tok que los flamencos utilizan para el sonido del animal.
Tiendas de tradición
En Malinas hay varias tiendas relacionadas con la gastronomía que llevan varias generaciones regentadas por las mismas familias. Son las conocidas como tiendas de tradición. Estas son algunas de las más conocidas:
Windels (Yzerenleen 46-48) Hacen tabaco desde 1875, actualmente gestionada por la quinta generación. Hace pocos años renovaron la tienda para vender licores selectos y hacer catas porque piensan que la experiencia es lo más importante y querían explicar a la gente el producto, que entiendan lo que van a comprar.
Schockaert (Yzerenleen 28) Son afinadores de quesos. Las hermanas Ann y Sophie Schockaert están al frente del negocio que inició su abuelo como colmado. Durante la guerra vendía el queso “por debajo de la mesa”. El padre fue el que transformó la tienda en un negocio especializado en quesos, algunos de ellos belgas. Tienen un queso hecho con Gouden Carolus Tripel y otro lavado con la cerveza Gouden Carolus Classic. En otoño, organizan catas cada segundo jueves del mes.
Vanderbeek (Steenweg 36-38) Es la séptima generación de pasteleros. Sus especialidades incluyen Apagalunas de chocolate, un pan de pasas muy apreciado para comer acompañado de queso y los éclairs con diferentes rellenos.
Kazerne Dossin
El cuartel Dossin fue creado para desempeñar funciones militares. En 1942, los nazis lo convirtieron en un centro de detención de prisioneros. En dos años, retuvieron allí a casi 26.000 judíos y gitanos antes de ser enviados a Auschwitz-Bierkenau. Solo sobrevivió el cinco por ciento. En los años 80 del siglo pasado, el edificio iba a ser convertido en apartamentos, pero la movilización ciudadana consiguió que los trágicos hechos allí sucedidos no quedaran en el olvido y se convirtió en el Museo Judío de la Resistencia y la Deportación. En 2012, frente al cuartel, se abrió el nuevo espacio obra del arquitecto belga Bob Van Reeth: el Memorial, Museo y Centro de Documentación sobre el Holocausto y los Derechos Humanos. Mediante paneles, documentos digitalizados, objetos y modernos audiovisuales podemos conocer la historia de Bélgica en aquellos días. En cada planta del museo, cinco testigos que se salvaron de la deportación masiva cuentan, en un audiovisual, su experiencia como miembros de la resistencia o viviendo en la clandestinidad.
Cuco de Malinas
Es la especialidad de la ciudad de los carillones, una clase de gallo autóctono que produce abundante carne blanca y muy tierna gracias a las especiales condiciones de crianza. Es una mezcla entre la variedad de cuclillo de Malinas y especies asiáticas. Gracias a su delicado gusto es habitual encontrarse platos preparados con cuco en muchos restaurantes de cocina creativa y alta gastronomía. Se suele preparar acompañado de verduras de temporada. En Malinas dicen que el maridaje correcto para el cuco de Malinas es con una cerveza de la cervecería local Het Anker, por ejemplo una Gouden Carolus Tripel o una Classic.
Si quieres más información visita la página de Turismo de Flandes.
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