Desde aquellos primeros paños, tapices y ricas telas que salían y entraban por el río Escalda, hasta la revolución de la moda que tuvo lugar a finales de los 80 del siglo pasado, Amberes no ha dado puntada sin hilo. En la ciudad de Rubens encontramos grandes pistas de cómo pudieron ser los días durante el Siglo de Oro en Flandes.
“Dichoso el pueblo cuya historia es fastidiosa”. La frase de Montesquieu se puede aplicar a Flandes en general y a Amberes, por su posición estratégica con salida al mar por el río Escalda, en particular. A lo largo de los siglos, a Amberes le han dado estopa por todos lados: guerras de religión, tropas españolas, Marlborough —el Mambrú de la canción infantil—, los franceses; todos han reclamado su botín. Entre asedios y saqueos, la ciudad también ha vivido etapas de riqueza —mucha— y de prosperidad. Una de ellas fue cuando Peter Paul Rubens regresó, a finales de 1608, de su periplo por Italia para ver a su madre antes de que falleciera. No llegó a tiempo y su primer impulso fue volverse por donde había venido, pero encontró en la ciudad las condiciones adecuadas para seguir desarrollando su obra. Tanto es así que poco más de un año después de su regreso se había casado con la amberina Isabella Brant y compró una casa.
Un itinerario básico tras las huellas del Homero de la pintura, como le apodó Delacroix, debería incluir el triángulo formado por su casa, la catedral y la iglesia de Santiago. Cuando Rubens compró la casa y el pedazo de terreno adyacente, lo hizo con la idea de ir ampliando la construcción para darle el aire de un palazzo italiano que reflejara sus ideales artísticos: el arte de la Antigua Roma y del Renacimiento italiano. Allí vivió durante más de 29 años, hasta su muerte. Al principio con su primera esposa y luego casado en segundas nupcias con Helena Fourment. Rubens justificaba así su nuevo matrimonio: “No me considero apto para la abstinencia del celibato. Por eso he tomado una joven esposa burguesa, pese a los que me aconsejaban alguien de la nobleza. Quería una persona que no se ruborizara al verme con los pinceles, hubiera sido muy duro para mí intercambiar mi libertad por los abrazos de una vieja”.
Tras sucesivas vicisitudes tras el fallecimiento de Rubens en 1640 —la casa llegó a ser una academia de equitación española—, el municipio se hizo con la propiedad y la abrió al público. De la casa original solo quedan el pórtico barroco y el pabellón del jardín, todo lo demás fue reconstruido siguiendo algunos dibujos de la época. En la visita podemos conocer cómo eran las estancias privadas de la familia y ver la galería de arte donde colgaba tanto sus cuadros como las obras que iba adquiriendo de otros pintores. Las pinturas de Rubens que se pueden ver actualmente en la casa no superan la decena, ninguna entre las obras maestras del artista. Sí figuran entre sus pinturas más importantes dos de los trípticos de la catedral de Nuestra Señora, La elevación de la cruz y El descendimiento de Cristo, cuadros ante los que Nicolás y su perro Patrash, los protagonistas de la serie de dibujos animados El perro de Flandes, pensaron que merecía la pena morir. Aunque en la narración de la versión española de la serie nos edulcoraran el final, contándonos “una película” que poco tenía que ver con lo que estaba pasando.
La tercera etapa de nuestro itinerario artístico nos lleva hasta la iglesia de Santiago, construida en el siglo XV como albergue para los peregrinos que iban camino de la tumba del apóstol en Santiago de Compostela. Rubens acudía a esta iglesia barroca a diario, junto a Helena, para asistir a misa. Allí bautizó a varios de sus hijos y en una capilla en la parte oriental, al pie de su obra Nuestra Señora rodeada de santos, está su tumba. Siguiendo una de las facetas del artista, la del uso de ilustraciones para libros, llegamos a uno de los lugares más fascinantes de Amberes, el museo Plantin-Moretus. Esta antigua imprenta y casa editorial del Renacimiento y del Barroco es el único museo en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Christoffel Plantijn supo sacarle todo el provecho a la imprenta de tipos móviles de Gutenberg —el inventor murió en la ruina— y, junto a su yerno Jan I Moretus, montaron un imperio de la impresión en el siglo XVI. Con Felipe II dieron el pelotazo al obtener los derechos de impresión de todas las Biblias y textos litúrgicos, como procesionales, antifonarios y libros de horas, en español. Del taller del “Compás Dorado”, como era conocido, también salió el Theatrum Orbis Terrarum, de Abraham Ortelius, considerado como el primer atlas moderno. Paseando por las diferentes salas emprendemos un viaje a través del Siglo de Oro de Flandes y por el modo de vida de una familia muy rica, culta y seguidora del humanismo. Junto a las dos imprentas más antiguas que se conservan en el mundo, con más de 400 años, da la sensación de que se puedan poner en marcha en cualquier momento.
Otro de los grandes museos de Amberes es el Red Star Line, un espacio para la reflexión, el recuerdo y el homenaje a los pasajeros que viajaron a Ellis Island, en Nueva York, con los barcos de la naviera. Entre 1873 y 1934, más de dos millones de personas cambiaron de continente; algunos buscando fortuna, otros en viaje de placer, y muchos huyendo de la barbarie. En el museo han recogido testimonios que nos hablan de las condiciones en las que viajaban. También vemos el lugar donde los pasajeros de tercera clase tenían que pasar una revisión médica y eran desinfectados. Una de las partes más emotivas recoge cartas, la mayoría enviadas por los emigrantes a sus familiares, y algunas tan curiosas como la que Einstein, que también partió de Amberes para no regresar más a Europa, envía para presentar su dimisión a la Academia Prusiana de las Ciencias. El periodo en que tuvieron lugar esas travesías marítimas, concretamente los años más cercanos al cambio de siglo y los primeros del nuevo, coincidió con un momento de transformación arquitectónica.
Los terrenos agrícolas de Zurenborg y Het Zuid se transformaron para acoger las viviendas de la próspera clase burguesa. La respuesta de los arquitectos más importantes de aquellos años frente a la incipiente industrialización fue el Art Nouveau: había que devolver el protagonismo al arte. Mientras que en Bruselas se optó por un estilo más purista, en Amberes se mezclaban los estilos históricos con el nuevo lenguaje, dando lugar a construcciones bastante eclécticas. En la calle Cogels Osylei, en el barrio de Zurenborg, y sus alrededores están los ejemplos más destacados, como la casa Zonnebloem (Girasoles), la casa Napoleón o las Cuatro Estaciones, cuatro casas con mosaicos alegóricos en cada una de las fachadas. En Het Zuid destacan Help U Zelve (Casa del Pueblo) y ‘t Bootje (El Barco). En el mismo estilo tenemos la impresionante Estación Central, el lugar donde debería empezar y terminar cualquier viaje a Amberes.
El desarrollo de la zona del puerto fluvial, Het Eilandje, ha venido acompañado de obras de arquitectura contemporánea que ya son un referente a nivel mundial. Primero fue el MAS (Museum aan de Stroom), del estudio Neutelings Riedijk, y recientemente el edificio Port House de Zaha Hadid, que lamentablemente no llegó a la inauguración porque falleció unos meses antes. El nuevo edificio está montado encima de la antigua estación de bomberos, que fue rediseñada totalmente, y está inspirado en dos de las actividades más importantes de la ciudad: el mundo del diamante —una buena parte del comercio del preciado mineral pasa por Amberes— y la actividad portuaria, con una forma que recuerda al casco de un barco. Al caer la tarde, es un espectáculo ver cómo el cristal despide reflejos multicolores, que van cambiando según la luz que recibe.
En cuanto a la moda, otro de los pilares económicos de Amberes junto a los ya mencionados, podemos decir que de aquellos paños, los del Siglo de Oro flamenco, estas telas, las de los mejores diseños de los grandes de la moda amberina. Los Seis de Amberes, Ann Demeulemeester, Dries van Noten, Dirk Bikkembergs, Marina Yee, Dirk van Saene y Walter van Beirendonck, todos graduados en la Academia de Bellas Artes de Amberes, fueron el detonante para que hoy se respire moda y diseño en cada rincón del barrio alrededor del ModeNatie, un edificio que alberga una escuela, un museo y el Instituto de la Moda. Entre las propuestas más interesantes de la actualidad está Honest by (honestby.com), que se define como la primera compañía del mundo totalmente transparente. En su curiosa página web podemos consultar la procedencia de cada tela de sus diseños, la información sobre el material, los costes y las razones del cálculo del precio final.
Un mercado exótico
El Exotische Markt, que se celebra los sábados por la mañana, es el lugar de encuentro de la gente de Amberes. Hay una zona con la función clásica que se espera de un mercado: verduras y hortalizas ecológicas, con especial atención a los espárragos cuando es temporada; pescados del mar del Norte, frutos rojos, carnes. Hay otra parte donde el nombre del mercado cobra sentido, con puestos de aceitunas y frutos secos de Marruecos, quesos griegos, caracoles de Francia, y puestos que preparan pad thai o lasaña. La gente suele arremolinarse alrededor de los puestos que sirven comida, como los de ostras acompañadas de champán. Uno de los más concurridos es conocido como “El Faro” por la forma del quiosco donde preparan unas croquetas espectaculares, especialmente las de camarones y las de queso.
Experiencia total para foodies
La marca de cerveza De Koninck es una institución en Amberes. Como otras marcas belgas, tiene su propio vaso para beberla conocido como Bolleke, nombre que también sirve para pedir la cerveza en cualquier bar. La cervecera ha sufrido una reciente remodelación de la que ha salido un interesante museo interactivo. Mediante el juego, la experimentación y una rica experiencia visual, nos van acercando la historia de su cerveza. Al finalizar se degustan tres tipos de cerveza. La experiencia se completa con las tiendas gourmet que hay en el mismo recinto. Butcher’s Store pone las carnes selectas, Only Cheese fue reconocida por el Wall Street Journal como la mejor tienda de quesos de Europa, The Bakery hace panes con pasas ideales para comer con queso, Jitsk elabora chocolate y bombones. En una de las plantas encontramos el restaurante Black Smoke, especializado en carne, con un interesante bar en dos zonas, en el piso inferior y en la terraza para cuando llega el buen tiempo.
Si quieres más información visita la página de Turismo de Flandes.
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