Bernard Bistes es un tipo excéntrico, casi histriónico. También es pintor. Bernard Bistes vive en un castillo. En 1962 compró el castillo de Mauriac por lo que costaba un coche. Un coche grande, aclara. Nadie quería esas tierras ocupadas por un castillo en un estado lamentable. Antes de llegar a Mauriac, Bernard había trabajado como profesor de dibujo en Beirut y como agregado cultural en Laos y Montevideo. De esta última etapa le quedó un curioso acento al hablar español: mezcla las palabras francesas con el ahorita con la misma facilidad que los colores en su paleta.
Con el dinero que saca de la venta de sus obras ha ido restaurando el castillo. Y en ello sigue, con la construcción del paso de ronda para devolver al castillo su aspecto original. Cuenta, con cierta pena, que para él Mayo del 68 representa una profunda herida en Francia. Y aún hoy sigue abierta. Una ruptura cultural total: se dejó de estudiar Historia o Arte. Pero los jóvenes ahora quieren volver a descubrir la Francia verdadera y están inmersos en profundos cambios culturales.
De su pintura dice que no le interesa mezclar la plata, el dinero, con el arte. Aunque viva de vender sus cuadros. Se pone muy serio para contar que estuvo muerto durante siete minutos y que regresó con ideas muy luminosas. Como resultado de esa experiencia llegó el color blanco a sus cuadros, un color que para él está lleno, no vacío. Para los desnudos utiliza a sus amigos como modelos, no le interesan los profesionales sino la gente real. Según se va haciendo viejo y menos peligroso, dice, cada vez hay más amigas que quieren que las pinte desnudas.
Cuenta que le resulta más fácil dibujar mujeres: una curva, otra, una espiral y ya está. El hombre es más complicado, él busca la sublimación del cuerpo natural pero está de moda lo contrario. Hace unos pocos años, recibió un premio en China que no le interesó en absoluto porque no consiguió vender un cuadro. Pero hicieron un montón de fotos y en un rato ya había reproducciones en el mercado. Por eso, cuando los turistas chinos visitan el castillo les prohíbe hacer fotos.
El hijo de Bernard, sin llegar a ser el personaje que es su padre, también es bastante peculiar. Dice que su hijo nació el día que se perdió Saigón, que todo el mundo estaba pendiente de los transistores y tuvo que asistir él en el parto. Los dos son los encargados de hacer las visitas guiadas por el castillo de Mauriac y por los terrenos adyacentes, para los que no alcanza la vista. Hay posibilidad de alquilar el castillo para dormir allí, pero sólo a grupos que lo alquilen entero.
Excelente pintor y hermoso castillo; maestro Bistes un placer