El puerto de Cesarea Marítima llegó a tener más importancia que el mismísimo puerto griego de El Pireo. La ciudad portuaria fue fundada por el rey Herodes, el mismo que mandó ejecutar a todos los niños menores de dos años que habían nacido en Belén. La bahía de Haifa hubiera sido el mejor lugar para construir el puerto, pero ésta pertenecía a la provincia de Siria, fuera del control de Herodes. Por eso escogió Cesarea, en la provincia de Judea, importándole poco que no fuera el mejor lugar para construir un puerto. Para la construcción de los pilares sumergidos se utilizó pozzolana, un tipo de cemento hecho con ceniza volcánica que se solidifica al entrar en contacto con el agua salada. El muelle se adentraba varios centenares de metros en el mar.
El palacio de Herodes, piscina incluida, fue construido con vistas al mar. Esa obsesión por meter el ladrillo en la orilla ha continuado hasta nuestros días. También encontramos aquí al cruzado y al sarraceno, que se cambiaron la ciudad de manos en un par de ocasiones. La partida de cartas tuvo un primer póquer de Saladino y, como respuesta, una escalera de color de Ricardo Corazón de León. En Cesarea se han encontrado restos de época romana, de los cruzados, también bizantinos y de los árabes. Hasta los genoveses estuvieron por allí. Cada nuevo inquilino iba subiendo un poco más la altura del perímetro amurallado. Uno de los habitantes más conocidos de la ciudad fue el centurión Cornelius, el primer gentil convertido por el apóstol Pedro para la causa.
Los dimes y diretes que tuvieron los paganos y los judíos en la ciudad ocasionaron la Gran Rebelión de los judíos contra Roma. Los romanos, para acabar con la revuelta, se pasaron de frenada y acabaron arrasando la ciudad de Jerusalén. Con la conversión de los romanos al cristianismo los templos de Cesarea fueron transformados en iglesias.
En su momento de máximo esplendor la ciudad contó con un anfiteatro, que también funcionó como hipódromo con capacidad para 15.000 personas; un acueducto que bajaba agua desde el monte Carmelo, un teatro dedicado a Poncio Pilatos y unos elegantes baños con un mosaico representando a una mujeres en la pared junto a la inscripción “Mujeres hermosas”. Tanta fue la importancia de aquellas construcciones que la ciudad se convirtió en una meta a alcanzar. Así, cuando alguien estaba trabajando bien se le decía que algún día llegaría a Cesarea.



Los genoveses, muy a principios del siglo XII, encontraron una pieza de cerámica verde y la hicieron pasar por el Santo Grial, aunque luego matizaron que era uno de los platos de la cena. De Santos Griales está el mundo lleno y hasta en Valencia tienen uno. La particularidad de este complejo arqueológico está en que cuenta con un parque arqueológico submarino, con sus placas indicadoras. Contando con los correspondientes permisos se puede bucear entre las ruinas de Cesarea. Un recorrido bastante más fresquito que el de la superficie, donde las altas temperaturas hacen que sea recomendable visitar el complejo temprano.
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