Descubrir Noruega desde el mar es una decisión acertada: supone navegar entre fiordos, contemplar su costa y dejarse embelesar por los paisajes que, sin lugar a dudas, se encuentran entre los más hermosos del mundo. Y de los más camaleónicos. No es lo mismo visitar el país nórdico en verano que en invierno. Ni tan siquiera en primavera u otoño: la oferta de actividades que se pueden realizar en la zona varían según la época del año. Pero es justo durante esta última época cuando la explosión de colores en la naturaleza llega a su punto álgido.
El Expreso de la Costa
Para conocer el país desde esta perspectiva la mejor opción es hacerlo de la mano de los mayores expertos: Hurtigruten, toda una institución noruega que conoce cada palmo de la costa del país. Fue esta compañía de barcos la que, a manos del capitán Richard With, logró unir por primera vez en 1893 los importantes pueblos del sur de Noruega con las pequeñas comunidades de más allá del Círculo Polar Ártico. Un hecho insólito y arriesgado ya que en aquella época no existía cartografía de la zona. Lo que no imaginaron es que este trayecto acabaría convirtiéndose en un servicio regular que ha cumplido, en 2013, sus 120 años de vida.
Un expreso de la costa, como se conoce a los barcos de Hurtigruten que realizan este viaje, parte cada día del puerto de Bergen en dirección a la frontera con Rusia. Su última parada es Kirkenes, un diminuto y curioso pueblo en el que el itinerario se invierte y comienza su regreso hasta el puerto de inicio. La ida y vuelta suponen un total de 12 días y en cada uno de los trayectos se realizan 34 paradas. Lo mejor es que el viajero puede decidir en qué puerto sube y baja del barco, diseñando él mismo su itinerario. Una muestra de que no estamos hablando de un crucero al uso sino de un recorrido paisajístico para descubrir el litoral más laberíntico de Europa.
Trondheim, donde todo comenzó
Para comenzar este viaje un buen punto de partida es Trondheim, el puerto desde el que zarpó el primer viaje de la compañía. Allí los colores del otoño se hacen fuertes. Las hojas de los árboles adquieren, cuando llega esta estación, los mismos tonos que el de sus casas de madera dispuestas junto a los canales. Naranjas, rojizos y amarillos se despliegan por todas partes dando vida a lo que puede parecer un decorado de cuento para niños.
Aquí está la catedral de Nidaros, una visita imprescindible si se quiere admirar una de las fachadas religiosas más bellas del continente. Además, se trata de la catedral más importante de toda Escandinavia: durante la Edad Media fue centro de peregrinación de los católicos (aunque ahora es un templo luterano) ya que en ella se encontraba la tumba de san Olaf, el patrón de Noruega. Otro de los atractivos de Trondheim es el bryggen o zona de almacenes. Situados a ambos lados del río Nidelva, hoy día la mayoría de estas construcciones son usadas como casas o locales comerciales. Junto a ellas se encuentra otro de los lugares que merece una visita: el Puente Viejo, construido en 1681 como paso hacia la fortaleza de Kristiansten.
Pero es al zarpar del puerto de Trondheim cuando el viaje comienza a cobrar su verdadero sentido. Los enormes ventanales dispuestos por todo el perímetro del barco permiten admirar, en todo momento, el hermoso paisaje que rodea al navío. Entre fiordos, aisladas aldeas de colores brillantes y un mar que en principio parece tranquilo, se avanza sin prisa hacia el norte. Las paradas en diferentes puertos se suceden hasta llegar a otra de las escalas en la que no está de más bajar del barco y hacer una pequeña visita: Bodø. En este punto se tiene la opción de realizar una excursión en lancha para presenciar uno de los fenómenos más curiosos de la naturaleza: en el estrecho de Saltstraumen se produce la corriente de mareas más poderosa de todo el planeta. Cuatro veces al día en este estrecho —de 3 kilómetros de largo y 150 metros de ancho— las aguas pasan a una velocidad de 40 kilómetros por hora formando enormes remolinos de hasta 10 metros de diámetro. Un espectáculo asegurado.
La ciudad más septentrional
Continuando con el viaje y sintiendo cómo el frío cada vez aprieta con más fuerza, se comienzan a atisbar pequeñas cimas nevadas en las montañas más cercanas. Algo que aumentará conforme se llegue a la parte más septentrional del país. Mientras tanto, el barco sigue parando en nuevos puertos, como el de Tromsø. Varias horas de escala permiten conocer algo más de esta animada ciudad en la que el ambiente universitario es el principal protagonista. Con más de 60 mil habitantes Tromsø posee muchos puntos considerados como los más septentrionales de todo el continente: la Universidad, la catedral, la fábrica de cerveza o incluso el Burger King. Tromsø fue la base de muchas de las expediciones de Roald Amundsen y su recuerdo se puede seguir por diferentes lugares de la ciudad además de ser una buena base para realizar excursiones por los alrededores en cualquier momento del año.
Poco a poco, mientras se disfruta de la tranquilidad que reina cada día en los barcos de Hurtigruten, se acerca uno de los puntos más llamativos de su recorrido: el Cabo Norte. Mientras, y de manera puntual, se puede disfrutar de espectáculos tales como conciertos de música clásica o tradicional en algunos de los salones del barco. Aquí no se encontrarán discotecas ni cenas de gala ni animadores. Lo más importante es lograr que los pasajeros se relajen y saboreen cada uno de los momentos que viven en su viaje.
Y así se llega hasta el puerto de Honningsvåg. Un autobús es el encargado de transportar a los viajeros hasta el Cabo Norte, el lugar erróneamente conocido como el punto más septentrional de Europa. El verdadero se encuentra muy cerca, pero se trata de un lugar menos bonito e impresionante. Rara será la persona que se marche sin hacerse la típica fotografía delante de la esfera armilar que identifica el lugar. Un centro de interpretación en el que ver un video sobre el paso de las estaciones en este rincón de Noruega completa la visita. Probablemente en el viaje de ida o vuelta al barco se realice una pequeña parada en una tienda sami para conocer un poco más sobre la cultura y las tradiciones de este pueblo.
En el fin del mundo
Y de esta manera, afrontando que el barco está muy cerca de alcanzar su puerto final, se llega hasta Kirkenes. A muy pocos kilómetros de la frontera con Rusia el ambiente que se respira en este sencillo pueblo es algo peculiar, propio de los confines entre dos mundos. Un aspecto curioso es que la mayoría de los carteles indicativos se encuentran escritos en dos idiomas: noruego y ruso. Kirkenes constituyó un enclave estratégico durante la II Guerra Mundial debido a sus minas de hierro. De hecho, se trató del lugar más bombardeado después de Malta.
El pequeño pueblo posee un personaje estrella: el cangrejo real, cuya pesca se ha convertido en uno de los mayores atractivos y fuente de ingresos del lugar. Durante los meses de otoño se puede asistir, tras un pequeño trayecto realizado en zodiac, a la captura del cangrejo rey. Allí el pescador y anfitrión de turno se encargará de subir de las profundidades del mar una enorme jaula repleta de ejemplares de este crustáceo. Sólo los machos que pesen más de dos kilos –y un 10% de hembras- podrán ser servidos, unas horas más tarde, para ser degustados al calor de una estufa en una encantadora cabaña entre fiordos. Un manjar exquisito y sorprendente en lo que parece el fin del mundo.
En 1893, el Expreso del Litoral hacía su primer viaje con turistas por empeño del capitán Richard With. La compañía Hurtigruten sigue llevando a recorrer el litoral noruego, entre Bergen y Kirkenes, a pasajeros de todo el mundo. Es uno de los viajes más hermosos que se pueden hacer en barco.
Para más información sobre horarios y salidas, vistar la página de Hurtigruten.
Que gran recorrido por Noruega, las fotografías son una pasada.
Muchas gracias 🙂