Hace un par de semanas ha habido un golpe de estado en Tailandia, los militares tomaron el poder y suspendieron los acuerdos constitucionales aprobados, curiosamente por esos propios militares, en el año 2007. Desde el año 1932, cuando finalizó el periodo de monarquía absolutista, ha habido diecinueve golpes de estado en el país, doce de ellos con éxito; el derecho del ejército a declarar la ley marcial está contemplado en una ley vigente desde hace un siglo. Con el golpe de estado se decretó un toque de queda que se ha venido reduciendo los pasados días hasta la cancelación del mismo en los principales destinos turísticos del país: Pattaya, Koh Samui y Phuket. Se espera que la suspensión se aplique en todo el país en los próximos días, de hecho en Bangkok, decretado ahora mismo desde las 00:00 hasta las 04:00, empieza a ser bastante flexible. En algunas de las imágenes publicadas en la prensa local durante estas dos semanas se ha podido ver a turistas haciéndose selfies con los militares.
Sin embargo, a las pocas horas de la intervención militar, el Ministerio de Asuntos Exteriores activó una alerta en su página de recomendaciones desaconsejando viajar a Tailandia. Resulta como poco curioso que coincidiera en fecha con un aviso de simple precaución a la hora de viajar a Ucrania. Creo que desde el principio se ha hecho una mala gestión de la información por una parte de la prensa mundial, causando una alarma injustificada que ha provocado inquietud entre la gente que tenía planes para visitar el país. He tenido ocasión de viajar a Tailandia en diversas ocasiones, lo que me ha llevado a estar algo informado sobre la cultura tailandesa y la historia más reciente del país. Así que cuando me propusieron viajar a Tailandia, hace apenas una semana, para ver cómo se estaban desarrollando los acontecimientos y en qué forma afectaban a la industria turística, no lo dudé ni un momento.



Aterricé en el aeropuerto de Bangkok el martes al mediodía, tras un vuelo con escala en Dubai. Me llamó la atención que el avión, un A380, volaba completo. Tras pasar los trámites de inmigración, un transfer me esperaba para mi traslado al hotel. La primera sensación al salir a la calle fue la de siempre: calor, humedad y tráfico. Durante las poco más de 48 horas que llevo en la capital he tenido tiempo de acercarme a alguno de sus principales reclamos turísticos. He visitado el Palacio Real, el Wat Pho, me he acercado a comer en Chinatown, he salido a navegar por el río Chao Phraya, he paseado incluso por Khaosan Road como un farang cualquiera y me he tomado un par de cervezas, cuatro en realidad, en Soi 11. El primer día me fui a cenar con Iván Cintado, director del receptivo Travex, en los puestos callejeros de Soi 38. No dejé pasar la ocasión de preguntarle por sus impresiones, pero me contestó con otra pregunta: “¿Desaconsejarías viajar a España con todo el lío que hay ahora de manifestaciones pidiendo la Tercera República?”
Durante estos días se está celebrando, además, la feria TTM, una especie de Fitur a la tailandesa. Ayer jueves pedí cita con Juthaporn Rerngronasa, directora de marketing internacional de Turismo de Tailandia para Europa, África, Oriente Medio y las Américas. Fue un encuentro de unos veinte minutos, con dos partes diferenciadas. En la primera abordamos directamente la situación de inestabilidad política que está viviendo el país durante los últimos meses, que ha desencadenado en el golpe de estado, y cómo está afectando al turismo. Me comentó que tan solo han notado un ligero descenso en las llegadas de los turistas de la zona Asia-Pacífico, que desde Europa han aumentado significativamente, tanto en los datos del año pasado como de los primeros cinco meses de este año, incluyendo los días desde el golpe de estado. Cree que es muy importante el papel de los medios que están presentes estos días en Tailandia, enviando noticias con mucha más credibilidad que algunos medios internacionales que hace meses, incluso años, que no pasan por el país o que han retirado hace tiempo a su corresponsal en la zona. Considera muy importante el hecho de que podamos comprobar en primera persona que todas las infraestructuras y servicios turísticos están funcionando con normalidad. Ha destacado que no ha habido cierre de aeropuertos, cortes de carreteras o restricciones en las visitas a monumentos, templos y museos.
Tuvimos ocasión de hablar sobre los principales valores que Tailandia ofrece a los viajeros, destacando la excelente relación calidad-precio, con oferta desde el mochilero hasta el viajero de alto poder adquisitivo que cuenta con hoteles de gran categoría que siguen apostando por el país para abrir sus establecimientos. Por encima de la gastronomía, la cultura, las playas o los paisajes, señas de identidad del turismo en el país, puso la hospitalidad de los tailandeses. Le pedí que me recomendara dos lugares en Tailandia, uno dentro de los circuitos clásicos y otro menos conocido. No tuvo dudas, para el clásico mencionó el norte, con Chiang Mai —donde viajaré a partir del sábado— y Chiang Rai, y como lugar por descubrir me habló de la provincia de Nan, fronteriza con Laos.
Por último abordamos el papel de las redes sociales, blogs y webs en la comunicación turística, recordando la apuesta de Turismo de Tailandia con la iniciativa Academia Tailandia en cuya primera edición tuve ocasión de participar. Me dijo que para ellos es prioritario, sobre todo en el momento actual. La mejor manera de decirle al mundo que se puede viajar de manera segura a Tailandia puede ser con un comentario en Twitter, una foto subida a Facebook o Instagram, la inmediatez de las redes sociales está jugando un papel clave para que periodistas y turistas le digan al mundo cómo se está desarrollando su viaje.
Lógicamente, antes de lanzar las preguntas sobre el golpe de estado sabía las respuestas que iban a ofrecerme tanto el alto representante de TAT como el receptivo, cuyo discurso tiene que ser siempre en defensa del turismo de Tailandia. Respuestas que por otro lado habría podido conseguir enviando una entrevista por mail o hablando por teléfono. Pero por eso estoy aquí, para comprobar en primera persona si hay alguna incidencia en el turismo. Tras estos primeros días en el país os puedo decir que todavía no he visto a ningún militar y que he podido entrar en todos los lugares que me he propuesto. Los trámites en el aeropuerto han sido igual de ágiles que siempre y los desplazamientos por carretera se llevan a cabo con normalidad, más allá del permanente atasco de tráfico en las calles de Bangkok.



Los que conocen mi discurso viajero saben que defiendo que en el mundo hay unas pocas ciudades imprescindibles, muy pocas. Una de ellas es Bangkok. Confieso que siempre he llegado a Bangkok sugestionado, con prejuicios adquiridos –mal asunto a la hora de viajar— por culpa de los escritores canallas que pasaron algunas temporadas en la ciudad. Hablo de Joseph Conrad, W. Somerset Maughan, Graham Greene, John Le Carré o Nöel Coward entre otros. También Vázquez Montalbán con Los pájaros de Bangkok, libro que me acompaña en este viaje. En definitiva, la pléyade que se alojó en el hotel Oriental.
Así que mis conclusiones hasta la fecha son que el calor y la humedad campean más alegremente que nunca ante la inminencia de esos monzones que dejan trombas de agua por la noche, que el aire acondicionado del metro pone alivio al sofoco, que no puedo dejar de ir por Chinatown cada vez que vengo a la ciudad, que las pinturas murales del Palacio Real y del Wat Pho cada vez me fascinan más y que el Tom Yum Goong sigue picando como un demonio.




ACTUALIZACIÓN: El viernes 13 de junio de 2014, por la noche, han anunciado que se levanta el toque de queda de manera inmediata en todo el país.
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