A mediados del siglo XIX, el asalto a las cumbres más elevadas del planeta iba estrechamente ligado a la exploración. Geógrafos, botánicos, zoólogos o geólogos, fueron seducidos por el reto de la cima. Algunas de esas montañas permanecían aisladas y envueltas en leyendas locales, como el Monte Kinabalu, en la actual provincia malaya de Sabah, en pleno corazón de Borneo. Una mole granítica —el punto más elevado entre el Himalaya y Nueva Guinea— que gobierna una extensa área a su alrededor gracias a sus 4.095 metros de altura.
El halo de misterio que envuelve la montaña empieza con su nombre. Para los Kadazan —población local que vive en sus faldas—, Aki Nabalu significa algo así como “el lugar venerado de los muertos”, en referencia a que el plató somital es considerado morada de espíritus.
Otra versión más romántica habla de la viuda china o Cina Balu, en la que un osado príncipe chino ascendió a lo alto de la montaña en busca de una enorme perla custodiada por un peligroso dragón, para luego casarse con una mujer Kadazan. Más tarde, el príncipe abandonó a su amada para regresar a China y la triste esposa vagó sin rumbo por la montaña para convertirse en piedra.
El desafío de la cima
Entre los años 1850 y 1900, numerosos ornitólogos británicos como Everett, Hose, Wallace o Whitehead, recorrieron la isla de Borneo recolectando aves para venderlas a coleccionistas y museos en Londres. Desgraciadamente eran días en que la ciencia avanzaba a base de trampas, muerte y taxidermia. La mayoría de estas nuevas especies eran descritas en la revista ornitológica Ibis por el brillante zoólogo Richard Bowdler Sharpe, del Museo Británico.
No se sabe con certeza si algún local ascendió a la cima del monte Kinabalu antes que el naturalista y oficial británico Sir Hugh Low alcanzara el altiplano superior, un poco por debajo de la verdadera cima, que posteriormente se bautizaría con su nombre.
John Whitehead
Pero si algún explorador está unido al Monte Kinabalu este es sin duda John Whitehead, que llevó a cabo dos expediciones a la montaña siendo el primero en alcanzar el punto más elevado. Fue el 11 de febrero de 1888. Durante sus expediciones, el naturalista inglés encontró a su paso nuevas especies de aves que a la postre llevarían su nombre, el de sus mecenas o ambos. Como el zorzal de Borneo (Chlamydochaera jefferyi), en honor a su padre Jeffery, o el arañero de Whitehead (Arachnothera juliae), en honor a Julia, la esposa del marqués de Tweeddale.
En el libro The Exploration of Kinabalu —versión original de 1893 publicada en Londres— se recogen las experiencias y descubrimientos de Whitehead. Un volumen de gran formato e ilustrado con sus propias láminas.
Pero Whitehead también poseía un marcado interés etnográfico y así lo refleja en su obra, donde además de ilustrar aves, mariposas, escarabajos o paisajes, también dedicó varias de sus páginas a la población local, los Dusun. Palabra que aglutina a varios grupos étnicos de Sabah, también conocidos entre ellos como Kadazan —o la gente de la tierra—.
Whitehead murió de malaria a la temprana edad de 38 años en la isla de Hainan, en el sur de China.
Ascendiendo al Kinabalu
Ahora, en el siglo XXI, la ascensión a la montaña es algo distinta. Los Dusun, descendientes de aquellos que acompañaron a Whitehead, siguen vinculados a este lugar como guardas del parque nacional o porteadores. Estos últimos se encargan del abastecimiento del refugio de Laban Rata —situado a unos 3300 metros, justo por encima del límite del bosque—, que es el punto de partida para el ataque final a la cumbre.
Pero a la emoción de subir una montaña de mas de 4000 metros rodeada de selva hay que añadir la increíble biodiversidad que concentra. Cerca de 1500 especies de orquídeas, una decena de plantas jarro del género Nephentes, varias de ellas endémicas; la mayor concentración de aves montanas endémicas de Borneo, incluyendo al maravilloso trogón de Borneo (Harpactes whiteheadi); además de increíbles insectos como la mariposa Trogonoptera brookiana de eléctricos colores y bautizada por Alfred R. Wallace.
Para acometer el ascenso no será necesaria una especial preparación más allá de estar acostumbrado a realizar excursiones de cierta duración. La primera jornada se inicia a 1600 metros y acaba a 3200, en el refugio Laban Rata. Al día siguiente es necesario madrugar para alcanzar la cima con los primeros rayos del sol, ya que ese mismo día se desciende hasta la base. Ropa de abrigo y alguna prenda impermeable son del todo recomendables.
La de sitios increíbles que hay por el mundo. Me ha gustado mucho tu post.