Está amaneciendo y entre la niebla vislumbro una multitud de siluetas. Son grullas comunes que han utilizado la protección del agua para pasar la noche a salvo de predadores. Junto a ellas identifico también otras aves como moritos comunes (Plegadis falcinellus), cigüeñuelas comunes (Himantopus himantopus) y algunas anátidas. “¿Cuántas grullas puede haber?”, le pregunto a mi guía. “Esta semana realizaremos un nuevo censo —responde—. Posiblemente cerca de 40.000”.
Siempre he creído que las grandes concentraciones animales son, sin excepciones, fenómenos extraordinarios. No importa si se trata de grandes mamíferos o aves, de reptiles, anfibios, peces o de cualquier otra criatura por modesta que sea. Observarlas es siempre una experiencia intensa y abrumadora, que no deja indiferente al espectador.
En el extremo norte de Israel el pequeño valle de Hula congrega cada invierno miles de grullas comunes (Grus grus) que, huyendo del frío del norte de Europa y Asia, encuentran refugio y alimento además de un clima favorable. Durante los días que pasé en el valle de Hula se contabilizaron 46.700 grullas, lo que equivaldría al 13 por ciento de la población mundial —que se estima en unos 360.000 individuos—. Estas cifras dejan patente la importancia de este espacio natural para la supervivencia de la especie.
En el planeta se conocen 15 especies de grullas. Estas elegantes zancudas han maravillado al hombre desde los albores de la historia y han sido consideradas portadoras de la buena fortuna, símbolo de larga vida e incluso sagradas por algunas culturas.
Su gran tamaño y sus elevados requerimientos las convierte en una especie de las llamadas indicadoras y su presencia suele reflejar una buena salud del ecosistema.
Por otro lado, sus largos desplazamientos migratorios precisan de esfuerzos globales en aras de su conservación donde es indispensable la implicación de numerosos Gobiernos. Algunos países las han adoptado como ave nacional, como Nigeria con la grulla coronada cuellinegra (Balearica pavonina), Uganda con la grulla coronada cuelligris (Balearica regulorum) y Sudáfrica con la grulla del paraíso (Anthropoides paradiseus). Desgraciadamente varias especies de grullas no pasan por un buen momento y algunas están gravemente amenazadas.
Una gran diversidad de aves
En el valle de Hula no sólo hay grullas, y durante los meses de otoño una gran cantidad de aves migratorias utiliza este espacio para descansar antes de reanudar su viaje hacia África o bien para quedarse durante todo el invierno. En otra de nuestras salidas matinales Meidad Goren —el responsable del Ramat Ha’Neguev Birding Center— nos cuenta la historia de la avefría sociable (Vanellus gregarius), una especie en peligro crítico de la cual se ha observado un ejemplar en Hula y que intentaremos localizar. Esta limícola tiene sus territorios de cría en las estepas del centro y del sur de Rusia y de Kazajistán y según algunos estudios su supervivencia podría estar unida a la del saiga (Saiga tatarica), un mamífero perfectamente adaptado al clima continental y con una característica nariz que recuerda a la trompa de los elefantes. La avefría aprovecha las zonas de pastoreo del saiga para anidar ya que la hierba baja le permite controlar posibles predadores y la abundancia de estiércol aumenta la disponibilidad de insectos para alimentar a sus polluelos. Actualmente, y debido a la disminución del saiga, las avefrías han tenido que buscar alternativas para nidificar y las han encontrado cerca de asentamientos humanos dedicados a la ganadería. A mayor intensidad de pastoreo mayor densidad de nidos.
Después de unos minutos de búsqueda damos finalmente con la avefría sociable y anotamos una nueva especie en nuestra lista, que va aumentando tanto en cantidad como en calidad. En los sucesivos días añadimos aves tan interesantes como el cormorán pigmeo (Phalacrocorax pygmaeus), el pelícano común (Pelecanus onocrotalus), la cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris), el francolín ventinegro (Francolinus francolinus), el águila moteada (Clanga clanga), la gaviota armenia (Larus armenicus), el alción de Esmirna (Halcyon smyrnensis), el pico sirio (Dedrocopos syriacus), la tarabilla siberiana (Saxicola maurus) y el carricero estentóreo (Acrocephalus stentoreus) entre otras.
Hula también esconde otros tesoros naturales además de las aves. Es el extremo norte de distribución del papiro (Cyperus papyrus), planta acuática muy abundante en el Nilo y utilizada para la fabricación del soporte de los manuscritos predecesores del actual papel.
Aquí se redescubrió el sapillo pintojo de Hula (Latonia nigriventer), una especie que se creyó extinta durante décadas a causa de la desecación de amplias extensiones de humedal. En el valle se desarrolla un proyecto muy exitoso de control biológico de roedores que consiste en la construcción e instalación de cajas nido para lechuzas y cernícalos y que ha supuesto un descenso significativo de los daños en cultivos y cosechas. Además hay mamíferos que tienen poblaciones estables en Hula, como el chacal dorado (Canis aureus).
Si decidís visitar el valle de Hula la mejor opción es empezar por las reservas de Agamon Hula y Hula Nature Reserve ya que ambas concentran un buen número de especies y, además, disponen de senderos señalizados y equipados para disfrutar de la vida salvaje.
Desde hace algunos años se celebra en la zona el Hula Birding Festival, un evento de una semana de duración especialmente diseñado para la observación de aves.
El libro Birds of Heaven: Travels with cranes de Peter Matthiessen cuenta las aventuras del autor en busca de las 15 especies de grullas. Muy recomendable.
Molt bones fotos…!!!, i un "senyor" viatge, …felicitats !!!.
Francesc i Elena
Molt bones fotos…!!!, i un "senyor" viatge, …felicitats !!!.
Francesc i Elena
alucinante!! Me encantaría estar en ese justo momento en Israel
Gracias Oscar Domínguez!!
Moltes gràcies Francesc! Una abraçada!
Gracias Dolores! Un abrazo!