Año tras año, el archipiélago de Madeira es reconocido como el mejor destino insular de Europa. Recorrer Madeira nos permite conocer la variedad paisajística y la idiosincrasia de la Macaronesia, cuya apabullante naturaleza de origen volcánico nos remite a tiempos muy antiguos. Estos son algunos de sus lugares más destacados de la principal isla.
PUNTA DE SAN LORENZO
Iniciamos el viaje en el lugar por el que Madeira ve asomar al sol cada mañana: la Punta de San Lorenzo. Para alcanzar el extremo occidental de la isla hay que caminar una hora a buen ritmo desde el aparcamiento habilitado para los vehículos, así que, con la idea de asistir en primera fila al espectáculo del amanecer hago todo el trayecto ayudado por la luz de un frontal, sin más compañía que el sonido de mis pasos sobre el sinuoso sendero de tierra que conduce hasta el punto más oriental. Al llegar sopla un ligero viento y el Cinturón de Venus todavía es visible en el cielo, preludio de un limpio amanecer que va tiñendo de tonos rojizos y rosados los islotes de Cevada y Farol, sobre los que sobrevuelan numerosas aves que han encontrado allí el acomodo necesario para anidar.CASAS DE SANTANA
El paisaje de Santana fue calificado de inverosímil por Paul Bowles en su crónica viajera Desafío a la identidad. «Es como si un pintor decimonónico con inclinaciones barrocas hubiera inventado una campiña para satisfacer sus fantasías personales. Hay en el lienzo detalles pictóricos de una índole poética que habrían parecido apropiados a un hombre así: un fondo alpino con una alta cascada, prados de un verde increíble con manchas de flores innecesariamente brillantes aquí y allá, y coquetas cabañas con techos de paja muy inclinados que llegan hasta el suelo y están cubiertos de rosas trepadoras», dijo el escritor. Las cabañas a las que se refería son las casas de Santana, la imagen más icónica de la arquitectura madeirense. Estas construcciones pintadas de blanco, rojo y azul son una prueba muy evidente del aprovechamiento de los recursos disponibles por parte de la población. De estructura de madera, su rasgo más distintivo es el tejado de paja obtenida de la siega del trigo y del centeno, inclinado hasta casi tocar el suelo para facilitar el drenaje del agua de lluvia. La parte superior de la casa era utilizada para el almacenaje de los productos agrícolas, en la inferior estaba la vivienda, consistente en poco más de una cocina y un pequeño dormitorio.
SENDERISMO POR LAS LEVADAS
El perfil montañoso de Madeira retiene los vientos alisios en la cara norte, donde abunda la laurisilva, un tipo de bosque subtropical húmedo del periodo terciario que un día pobló todas las islas de Macaronesia, del que hoy apenas quedan algunos reductos y que se alimenta gracias a que sus hojas retienen la humedad de las nubes. Las levadas son complejas redes de canales de irrigación que se empezaron a construir, en el siglo XVI, para conducir el agua de esos bosques hasta el sur de Madeira de clima más seco, pero donde se concentraba la producción agrícola —primero caña de azúcar y viñedos a partir del siglo siguiente— y la población. Hasta aquí la explicación histórica, pero según voy avanzando por el camino que lleva hasta el gran salto de agua de Caldeirão Verde, me parece estar ante un verdadero pacto de caballeros con la naturaleza, en el que cada una de las piedras que forman los canales que conducen el agua fue tallada y colocada a mano de manera elegante, sin intención de molestar, para recoger el preciado bien de la manera más respetuosa posible.
El sendero, a ratos tan estrecho que solo permite el paso de una persona, se va adentrando en un bosque de laurisilva cada vez más denso, con las piedras cubiertas de musgo y el agua cayéndote sobre la cabeza, de tanto en tanto, como para recordarnos quién tiene la culpa de tanta exuberancia. Las recientes lluvias han aumentado el caudal de la cascada al final del camino y su presencia se siente desde un buen trecho antes de llegar. La lenta erosión ha formado una enorme oquedad en la pared de roca por la que se precipita el agua desde un centenar de metros de altura, cayendo en una poza de circunferencia perfecta e intensa tonalidad verde. Entre las levadas más populares también está la de 25 Fontes, cuyo itinerario tiene un desvío que nos permite sumar la del Risco en la misma excursión, alcanzando así una de las cascadas más espectaculares de Madeira.
VINOS DE MADEIRA
Paul Bowles también nos habló, cómo no, de los vinos de Madeira. Sobre el sercial, del que dio buena cuenta en las cantinas de Funchal, decía que era muy seco. En cambio, la malvasía, el boal y el verdelho, otras de las variedades más representativas, le parecían demasiado dulces para su paladar americano. Lo cierto es que los vinos de Madeira se han ganado desde hace tiempo los elogios del mundo de la alta gastronomía. Para comprobarlo en persona llego hasta la Quinta de Barbusano, una de las bodegas madeirenses con larga tradición vinícola. Desde la terraza de esta finca se tiene una vista privilegiada de la capilla de Nuestra Señora de Fátima, la cual tiene únicamente una torre campanario cuya singularidad radica en que podemos ver un reloj funcionando en cada una de sus cuatro caras. El fin de cuatriplicar la hora no era otro que facilitar que los agricultores de la zona supieran la franja horaria en la que tenían derecho a regar, independientemente del punto cardinal en el que tuvieran sus fincas. Cuando ves el paisaje en el que crece el viñedo, casi vertical, es fácil intuir la dureza del trabajo diario de los viticultores, especialmente durante el periodo de vendimia, cuando tienen que cargar con las cestas llenas de uva por farragosos y empinados senderos.
PISCINAS NATURALES
Siguiendo el viaje por la costa norte alcanzo la localidad de Seixal y sus piscinas naturales, conocidas como Poças das Lesmas. Las piscinas, que se formaron por el lento enfriamiento de la lava, están cercadas por roca volcánica y su fisonomía permite la entrada constante del agua del mar, que se amansa una vez en el interior. El agua absolutamente cristalina es toda una invitación a relajarse mientras nos asomamos al océano Atlántico que se bate con fuerza al otro lado de la barrera. Porto Moniz también cuenta con unas hermosas piscinas naturales.
RIBEIRA DA JANELA
Los accidentes geográficos debidos a la actividad volcánica son constantes en toda la costa, entre los más populares —y fotogénicos— se encuentran los islotes de Ribeira da Janela. Estas protuberancias pétreas son especialmente hermosas al amanecer desde la playa de cantos rodados y guijarros de la localidad homónima. El nombre le viene por la abertura que se puede ver en la cima de una de esas enormes rocas, que recuerda a una ventana, janela en portugués.
BOSQUE DE FANAL
La siguiente parada es el bosque de Fanal, un lugar que encaja perfectamente en esa tipología de masa forestal que hemos dado en llamar bosque de cuento, etiqueta especialmente acertada en los frecuentes días en que la niebla forma madejas que se enredan entre las ramas de sus tilos centenarios, otorgando a los troncos y a las ramas un aspecto casi fantasmagórico. El pie de los árboles rodeado de musgo, algunos arroyuelos y el sonido de los cencerros de las vacas paciendo, cuya silueta se dibuja en la húmeda neblina, acaban de completar el idílico paisaje. Que la zona esté clasificada como Reserva de Descanso y Silencio describe perfectamente la paz que siento al caminar hasta la pequeña cima de la zona boscosa.
ACANTILADOS DEL NORESTE
De vuelta a la carretera costera, voy dejando una y otra vez la ruta principal para adentrarme en pequeñas vías secundarias o entre las calles de pequeñas localidades para llegar hasta los vertiginosos acantilados que se suceden a lo largo del noroeste de Madeira. Los miradores de Boa Morte y de Garganta Funda me devuelven impresionantes vistas del litoral, pero es el del faro de Ponta de Pargo el que capta lo suficiente mi atención como para quedarme a ver el atardecer. El perfecto disco solar se va escondiendo tras el horizonte mientras el faro lanza sus guiños a los navegantes.
PICO RUIVO
El del Pico Ruivo es otro de los amaneceres míticos de la isla, especialmente cuando se contempla haciendo la ruta a pie entre los picos Arieiro y el propio Ruivo. Durante la primera parte del recorrido, el sol filtrándose entre el mar de nubes tiñe de irrealidad el dramático paisaje volcánico. Cuando las temperaturas suben lo suficiente las nubes se empiezan a disipar y se alcanza a ver Porto Santo.
LOCALIDADES MARINERAS
En la costa sur podemos visitar varias localidades marineras con. mucho encanto, como Ponta do Sol, Bahía Cámara de Lobos y Caniçal. Estos pueblos de bello, colorido y amontonado caserío que llega hasta la misma playa, son un buen anticipo antes de visitar Funchal, la dosis necesaria de sosiego antes de enfrentarnos al tráfico y el volumen de gente de la capital.
FUNCHAL
La capital es una ciudad para deambular sin prisa, pasando de la plaza del Municipio, con sus elegantes edificios y un pavimento abstracto que juega con el luminoso blanco y el negro de la lava volcánica, a las callejuelas de la Ciudad Vieja, donde llama la atención la iniciativa Puertas Pintadas, que llevó a la comunidad artística a decorar con su obra las puertas y fachadas de numerosas casas, convirtiendo el barrio en una gran galería de arte al aire libre. Me asomo, guiado por el aroma, a la fábrica de galletas Santo António para comprar las tradicionales tortas y broas de miel de caña. Entro en el mercado de Labradores, donde los vendedores exponen su oferta de frutas tropicales apiladas en estéticas cestas de mimbre: chirimoyas, mangos, papayas, pitayas rosadas y amarillas, por no hablar de la gran variedad de especias, un mundo de colores que convence a la vista mucho antes de probar esos frescos bocados.
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