Una lavandera blanca (Motacilla alba) balancea repetidamente su cola mientras busca pequeños insectos entre los guijarros de la orilla. Su presencia nos indica que hemos llegado al río Ebro. Nuestro objetivo es descubrir su entorno y la fauna que lo habita. Para ello optamos por hacerlo desde dentro, a bordo de una canoa deportiva o kayak.
El recorrido empieza en el pueblo de Garcia y finaliza en Mora d’Ebre. Serán cerca de seis kilómetros de itinerario navegando por un tramo poco conocido del río Ebro. Alcanzaremos la isla y el galacho —palabra de origen aragonés para describir los meandros que deja el río— de Subarrec, que forman parte a su vez del complejo de zonas húmedas conocido como Illes de l’Ebre. Es una zona de gran valor ecológico incluida en el PEIN (Plan de Espacios de Interés Natural de Cataluña) como “Illes de l’Ebre” y en la Red Natura 2000 bajo el nombre de “Riberes i Illes de l’Ebre”.
Durante los preparativos del material, antes de lanzarnos al agua con el kayak, ya anotamos la primera ave en nuestra lista: un débil tamborileo delata la presencia de un pico menor (Dendrocopos minor). Este pequeño picamaderos del tamaño de un gorrión es relativamente común en bosques de ribera bien conservados, donde se alimenta de insectos que a su vez lo hacen de la madera de los árboles.
El río discurre muy tranquilo en esta zona. Con muy poco esfuerzo, debido a la suave corriente, avanzamos río abajo atentos a ambas riberas. En este tramo hacemos nuestras primeras observaciones: un cormorán grande (Phalacrocorax carbo) toma un baño de sol posado en lo más alto de un árbol seco; mientras, una estilizada garza real (Ardea cinerea) permanece inmóvil en una zona de carrizo en busca de alguna presa despistada. Su plumaje grisáceo le ayuda a pasar desapercibida y su potente y afilado pico le permite ensartar a los peces de los que mayoritariamente se alimenta.
El agua casi transparente nos deja ver la proliferación de macrófitos —plantas acuáticas— sumergidos, que en algunas zonas del río ocupan grandes extensiones. Estas densas comunidades llegan a influir en aspectos esenciales del río, como la velocidad de la corriente. Al poco de nuestro inicio, alcanzamos la confluencia del Ebro con el río Siurana, que finaliza aquí su recorrido tras atravesar la comarca del Priorat desde su nacimiento en las montañas de Prades. Nos adentramos en este pequeño afluente rodeados de un frondoso bosque de ribera. Aquí resulta menos necesario utilizar el remo y nos paramos para seguir buscando aves. A través de la luz que se filtra entre las hojas observamos el destello azul, fugaz, de un martín pescador (Alcedo atthis). Afortunadamente, durante el resto del recorrido habrá más oportunidades de verlo.
Retrocedemos por el Siurana para retomar de nuevo el Ebro y pasamos por debajo de un enorme puente ferroviario. Esta estructura de grandes dimensiones es utilizada por una numerosa colonia de avión común (Delichon urbica) para anidar. Estas aves gregarias —de característico obispillo blanco—, parientes cercanas de las golondrinas que todos conocemos, utilizan construcciones y edificios para establecer sus colonias.
La isla de Subarrec
Seguimos río abajo para desviarnos por un estrecho canal que transcurre paralelo al cauce principal e indica el inicio de la isla de Subarrec. Nos adentramos en una zona de vegetación exuberante donde la luz se filtra a través del dosel del bosque formado por álamos (Populus alba) y sauces (Salix alba). La espesura de la vegetación nos traslada por unos instantes al exotismo de un río tropical. Durante esta parte del recorrido nos acompañan los cantos de algunas especies especialmente tímidas y que resultan más fáciles de oír que de observar, como el ruiseñor bastardo (Cettia cetti). Su explosivo e inconfundible canto es característico de la vegetación ribereña. En este sector añadimos también a nuestra lista algunas rapaces, como el milano negro (Milvus migrans) y el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), y anátidas como el abundante ánade azulón (Anas platyrhynchos), que destaca por el plumaje verde iridiscente de su cuello. Después de esta especie de “viaje relámpago” al trópico, regresamos a la amplitud del río donde la suave corriente nos llevará hasta el punto final de nuestro recorrido, Mora d’Ebre.
Enblau ofrece la ruta Birdwatching en piragua. No hace falta ser un experto en aves ni en navegación, antes de empezar la actividad dan unas pequeñas nociones para navegar con la piragua y un biólogo da una explicación sobre la fauna que podemos ver en esa parte del río. Es una actividad para la que se recomienda ropa lo más cómoda posible, gorra, gafas de sol y protector solar. Tienen prismáticos disponibles para observar mejor las aves. Es una actividad para gente de cualquier edad, en embarcaciones individuales o dobles.
Más información sobre actividades en el río Ebro en la página de turismo de Terres de l’Ebre.
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