A principios de la década de los setenta, del siglo pasado, una canción se coló en todos los hogares de España. La mayoría de los televisores eran todavía en blanco y negro, para el Telefunken Color todavía hubo que ahorrar algunos años. Esa cantinela era el preludio, casi la señal que confirmaba la llegada de la Navidad. Fue compuesta por Luis Figuerola-Ferretti y decía así: “Las muñecas de Famosa se dirigen al portal, para hacer llegar al Niño su cariño y su amistad. Y Jesús, en el pesebre, sonríe porque está alegre. Nochebuena de amor, Navidad jubilosa: es el mensaje feliz de las muñecas Famosa”.
Seguro que sois capaces de recordar el movimiento robótico —40 años después casi me atrevería a decir que da un poco de miedo— de las muñecas caminando, puedo imaginar incluso a un señor con bigote moviendo las muñecas de pasito en pasito para rodar cada plano. No había efectos especiales, pero fue un anuncio que adquirió la categoría de entrañable y que todos los que fuimos a EGB recordamos, a veces con nostalgia otras con sorna, dependiendo de si hay o no alcohol de por medio. En el segundo caso, la canción de las muñecas suele ir entre la del puerto italiano y la exaltación de la amistad acompañada del Asturias patria querida.
La canción siguió protagonizando los anuncios de las muñecas durante muchos años. No había la dispersión que hay ahora, ni la enorme variedad de juguetes con enchufe, que hace que los niños no puedan centrar la atención y por lo tanto elevar un juguete a la categoría de culto. Para nosotros las Nancy, los Click de Famobil y el Exin castillos eran el sota, caballo, rey que escondían los Reyes Magos en sus alforjas. Las muñecas Nancy vestían igual que las azafatas de Iberia o viceversa, llevaban trajes regionales, de enfermera o de estudiante un poco hippie. Probablemente, Nancy comercializó la primera muñeca negra. Las madres, entre el rato que dedicaban a hacer las camas, la comida, la merienda de los niños y la compra, tomaban medidas a la muñeca y le confeccionaban ropa con cualquier trapito que se había quedado viejo.
A mi me tocó disfrutar de los Clicks de Famobil, fueron las estrellas de mi infancia, nacieron el mismo año que yo. El día que llegaban de la tienda eran piratas, policías y vaqueros, pero al poco se habían convertido en expedicionarios de Orellana, en astronautas que viajaban a otros planetas, en Marco Polo y su séquito, en exploradores por África y eremitas en la India. Después preguntarán por qué viajo. También, como por arte de birlibirloque, no era extraño que un esquimal acabara remontando el Amazonas o que un encargado de obras con su camión acompañara a Miguel Strogoff por la estepa rusa. El hecho de que durmieran todos revueltos en dos tambores de detergente, uno de Elena y otro de Dixan, unía mucho y provocaba esos desajustes de época y tarea. En esas tardes de pan con Nocilla, la mesa de la sala de estar se convertía en las montañas del Himalaya, el suelo en los áridos desiertos africanos y las ranuras entre los cojines del sofá eran arenas movedizas donde quedaban atrapados los aventureros.
¿Qué tienen en común esas muñecas y personajitos? Que todos nacieron en la Tierra del Juguete, entre las localidades de Onil e Ibi. Ninguno de esos pueblos se parece a Disneyland, a través del tronco de los árboles no se accede al maravilloso mundo de Alicia y cuando entras a alguna de las fábricas nada es igual al fabuloso mundo de Willy Wonka; los empleados visten monos, batas blancas y no cantan como los Umpa lumpas. Ibi y Onil crecieron como fruto de la necesaria expansión demográfica para cubrir la demanda de trabajo en las fábricas. Fue un crecimiento algo desordenado, feo si se me permite. Los habitantes de la Tierra de los Juguetes se acostumbraron a organizar su vida en función de la sirena que se escuchaba repetidas veces durante el día, marcando el inicio, las pausas para comer y el final de la jornada laboral, restando todo el protagonismo a las campanas de las iglesias. El único guiño a la fantasía que se han permitido en el paisaje lo encontramos en la autovía que une los accesos a las dos localidades, con una escultura de un grupo de dados en un lado y la representación, en una escala bastante aumentada, de la locomotora de un tren de hojalata.
En el año 1877, se fabricó la primera muñeca en Onil, Ramón Mira fue el precursor de una próspera industria para el pueblo. En el año 1956, llegó a haber treinta familias viviendo de la fabricación de muñecas, amén de decenas de familias con trabajos indirectos. Al año siguiente, 25 de esas familias se unieron para formar Famosa (Fabricas Agrupadas de Muñecas de Onil Sociedad Anónima) y empezar a marcar el precio por el que vender su trabajo, estaban cansados de los regateos y engaños de los compradores. No fue una relación fácil, a varias de esas familias las unían lazos de parentesco y eso, muchas veces, tiene sus dimes y diretes cuando no acaba directamente como el Rosario de la Aurora. Con el paso de los años, a final de la década de los ochenta del siglo pasado, una buena parte de esa industria siguió el camino lógico: la deslocalización o cierre de las fábricas y el traslado de la producción a China. Duraron cuatro días en su periplo asiático. Argumentaron que como los chinos no nos conocían, las muñecas que enviaban no tenían expresión, asustaban a los niños. En el pueblo había verdaderos artesanos, por las expresiones que lograban en una muñeca se podía identificar que estaba hecha en Onil. Hoy en día, continúa sin haber nadie mejor trabajando el vinilo. Así que las Nancy, Barriguitas con sus series limitadas, Mariquita Pérez y los Cliks de Famobil —hace 40 años el gerente de Famosa pidió la licencia a Alemania para fabricar aquí, durante 25 tuvieron el apellido Famobil y luego fueron Playmobil— siguen siendo onilenses. Nenuco también se está planteando la vuelta a su cuna.
En el Museo de la Muñeca de Onil podemos contemplar parte de ese pasado, que es en definitiva la historia del pueblo. Fue inaugurado en junio de 2011 y está situado en la Casa de l’Hort, el antiguo palacete del Cardenal Payá. Podemos conocer los procesos de fabricación, ver colecciones y ejemplares únicos o las muñecas que tuvieron más demanda. Hay expuestas más de 1.600 muñecas y tienen en su fondo más de 2.000 Clicks. Hay que procurar visitar el museo durante las visitas teatralizadas, en las que las muñecas Catalina, Marieta y Gasita, cobran vida para explicar todas las curiosidades del espacio.
La Asociación de Amigos de la Muñeca es la responsable de sostener el museo, está formada por empresarios, comerciantes y gente del pueblo con gran cariño por ese mundo. Uno de los rincones más sorprendentes es la habitación de los Reyes Magos, donde sus majestades duermen un rato antes de partir de nuevo a Oriente. La edad no perdona y hay que hacer un merecido descanso tras la agotadora noche repartiendo juguetes.
El día 6 de enero, a las 11.30 de la mañana y hasta las 3 de la tarde, los niños toman el control de Onil. Alcalde, concejales y alguacil pasan a tener 8 años. Acompañados de una banda de música infantil, llegan a las puertas del museo para despertar a los Reyes que salen al balcón en pijama. La única condición que deben cumplir para formar parte de esa comitiva es que tienen que devolver uno de los juguetes recibidos. Este 2014 se recogieron 350 juguetes que se llevaron al hospital madrileño 12 de octubre, juguetes que llegaron en las manos de Vicente del Bosque y Juegaterapia, cuyo lema es “la quimio jugando se pasa volando”.
En la entrega de 2014, recibieron una carta de una niña de siete años. Se llama María, aunque la conocen como la Princesa Guerrera. Parece que está saliendo adelante y superando su enfermedad. En la carta, escribió que su ilusión era visitar el museo y dormir en una habitación rodeada de juguetes. Este año se va a cumplir su deseo, el pueblo de Onil se lo va a conceder y la van a nombrar Alcaldesa de Honor. Tendrá la oportunidad de dormir entre juguetes, acompañada de sus padres y abuelos.
Otro lema: “los niños los regalan, los niños lo deciden”. Así que para 2015, Vicente del Bosque llevará los juguetes a los niños de la Fe de Valencia.
Agustina Mora Payà y su marido Eduardo Juan, tienen un récord vigente desde 1890: en 14 años fabricaron 17.800.000 muñecas. Agustina venía de familia de hojalateros pero lo suyo eran las muñecas —las primeras fueron de barro—, así que cuando recibió el encargo de fabricar juguetes de hojalata no pudo con todo y delegó la tarea en su primo, de los Payá de Ibi. En el Museo del Juguete, sito en la antigua fábrica Payá, podemos encontrar una colección de juguetes de hojalata consistente en más de 4.000 piezas: aviones, trenes, tractores y, por supuesto, la tartana, el símbolo que identifica a la villa juguetera de Ibi.
Un día tan agotador, yendo tras nuestros sueños de infancia o ayudando a nuestros hijos a construir los suyos, no puede sino acabar entre juguetes. Sin salir de Ibi, reservamos habitación en el Hotel del Juguete. ¿Qué habitación nos tocará? Podemos dormir entre Clicks de Famobil (me resisto a llamarlos Playmobil), con Nancy, Barriguitas, en alguna de las habitaciones de los Reyes Magos o, para niños de ahora, junto a Doraemon. Ya se sabe, el tiempo pasa. Los japoneses de mi época, Mazinger Z y Afrodita, están junto a las mesas del desayuno. Un lugar donde las vacaciones no están en el entorno sino en el hotel mismo, los niños no querrán salir. Bien pensado, ¿quién ha querido nunca abandonar la infancia?
Precioso reportaje Rafa Pérez. Enhorabuena !!!
Muchas gracias, Lorena.
Muchisimas gracias!! por destacar nuestra localidad, Onil, pueblo donde se fabrican los sueños de los niños.
Desde el Museo de la Muñeca invitamos a todos el día 6 de Enero a un acto único en el mundo, cuyo fin tiene alegrar la vida de los niños que pasan largas estancias en los hospitales "El Despertar de los Reyes Magos"
Felices fiestas!!
Estupendo y original reportaje! 🙂
Ah, feliz año nuevo, y que los reyes os traigan muchas cosas 😛
Muchas gracias, Sergi. Feliz año para ti también 😉