Las Montañas de los Gigantes se extienden a caballo entre la República Checa y Polonia, en el corazón de la vieja Europa. Afortunadamente, una buena parte de ambas vertientes está protegida por sendos parques nacionales —Karkonosze en Polonia y Krkonose en la República Checa— y el conjunto entero forma parte de la lista de reservas de la Biosfera desde el año 1992. Debido a la importancia de algunas poblaciones de aves, tanto a nivel nacional como continental, este espacio también está incluido en la red Natura 2000.
El parque es bastante visitado por turistas locales, sobre todo en invierno al ser un lugar idóneo para la práctica del esquí alpino y de fondo. Sin embargo, el Parque Nacional Karkonosze, la parte correspondiente a Polonia, resulta bastante desconocido para los visitantes de otros países que suelen apostar por los Montes Tatra, mucho más conocidos y situados a pocos kilómetros al sur de Cracovia.
Las zonas bajas del parque y las áreas periféricas bullen de vida en primavera y verano: nubes de mosquitos voraces, saltamontes y multitud de otros insectos y arácnidos encuentran un hábitat idóneo en los numerosos lagos y estanques esparcidos entre bosques caducifolios. Estas áreas lacustres son de fácil acceso gracias a la naturaleza llana del terreno y a una amplia red de senderos, en la mayoría de los casos equipados con paneles informativos que describen aspectos biológicos y geológicos del lugar. Bordeando los estanques es posible observar especies de aves nidificantes como el cisne vulgar (Cygnus olor), la focha común (Fulica atra), el zampullín común (Tachybaptus ruficollis) o el ánade azulón (Anas platyrhynchos) y anfibios como la rana verde centroeuropea (Pelophylax lessonae).
Habitantes de las alturas
Partiendo de la ciudad de Jelenia Góra podemos tomar un autobús hasta alguno de los pequeños pueblos próximos a las montañas como Kostrzyca o Karpacz, el primero muy cerca de la zona lacustre y el segundo como base perfecta para acceder a su cumbre más alta, el pico Sniezka de 1602 metros.
Los bosques montanos de coníferas son refugio de algunas aves forestales interesantes para el aficionado al birdwatching —aunque difíciles de observar debido a su carácter reservado y a su baja densidad— como el gallo lira europeo (Tetrao tetrix), el mochuelo boreal (Aegolius funereus) y el mochuelo alpino (Glaucidium passerinum).
La época de apareamiento será el mejor momento para intentar verlas ya que los machos se hacen más visibles y más audibles para tan importante menester.
El bosque deja paso al piso subalpino, expuesto a un clima extremo y donde un mosaico de turberas y vegetación achaparrada sirve de hábitat al vistoso ruiseñor pechiazul (Luscinia svecica).
Si nuestros intereses pasan por acometer el Sniezka, diversos refugios equipados permiten plantear una ascensión sosegada empleando dos o más jornadas para poder así disfrutar del entorno y de alguna noche en altura. En la misma cima un edificio singular alberga una estación meteorológica y un restaurante donde comer protegidos de las inclemencias meteorológicas. Extremadamente fría en invierno, esta montaña —techo de la República Checa— está considerada uno de los enclaves más ventosos de la Europa continental.
Si visitáis el valle Dolina Lomniczki (ruta posible de subida o bajada al Sniezka) no perdáis la oportunidad de hacer una parada técnica en un refugio de madera situado en un claro del bosque, el Nad Lomniczka. El guarda prepara unos nalesniki z jagodami o panqueques de arándanos que en la montaña sientan de maravilla.
Otra buena opción después del esfuerzo y desgaste propios de la excursión es el peculiar Duch Gor, un restaurante tradicional de Karpacz donde podéis probar con una zeberka, un plato típico y abundante con costilla de cerdo y diversas guarniciones.
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