Algo más de insectos que de aves, así describe a los colibrís Alejo Carpentier en un pasaje de la novela Los pasos perdidos. Me acuerdo porque ahora revolotean algunos a mi alrededor. La mujer me explica que los colibrís son muy celosos con su territorio, que lo recorren frenéticamente durante el día. Su aleteo hace vibrar el aire rápido. Son garabatos de belleza que hipnotiza. ¿No conoce la leyenda de los colibrís?, me pregunta. Viste con el traje típico de Guanacaste y se mueve entre las mesas del desayuno precisamente como un colibrí, o como una mariposa con el vuelo amplio de su falda. Le digo que no y al rato me trae un libro de leyendas de Costa Rica, uno de Elías Zeledón Cartín.
Cuentan que el joven guerrero Diriak partió en canoa por el Gran Río hacia una ranchería. Allí vivía la bella Dunuá. Al verse, sus corazones palpitaron como el de los colibrís. Se casaron y al poco se fueron de viaje. En el camino pasaron por el lugar de la Loma del Sapo, junto al río, donde habitaba un ogro al que había que dejar una orquídea como pago por pasar. Pero, ¿por qué se iba a conformar el ogro con una flor viendo la belleza de Dunuá? Hubo, pues, un enfrentamiento. El ogro arrojó a la joven al interior de una gruta. En la lucha, Diriak, rápido de movimientos, mató al ogro; pero éste, en un último suspiro, acertó con un golpe mortal contra el joven guerrero que cayó al río.
Dunuá recobró la consciencia a tiempo de ver cómo el cuerpo de Diriak era arrastrado por la corriente. Se lanzó tras él, pero su silueta se perdió en el horizonte del crepúsculo y nunca más volvió. Cuentan, que desde entonces, en el lugar se escuchan lamentos al atardecer, y que los colibrís hacen los nidos en el interior de la gruta en recuerdo de los amantes.
El río de las aves
El río Tempisque podría ser el Gran Río al que se refiere la leyenda. El río Tempisque es el gran río de Guanacaste. Es un río silencioso con riveras pobladas por una densa vegetación que las iguanas y las garzas ocupan para secarse al sol. El río refleja el cielo azul y sus nubes. Lo navegan lanchas con pasajeros. Y, antes, muchos años antes, los exploradores españoles, que se maravillaron de ver una fauna y una flora que nunca antes habían visto en la vieja Europa. Antes de la construcción de la Interamericana, el río era la única vía de comunicación para llegar a Guanacaste.
Hoy el río, amenazado por una severa sequía en la región, sigue siendo importante porque de él depende la existencia del entorno natural del Parque Nacional Palo Verde, en la desembocadura del Tempisque, que forma parte del Área de Conservación Arenal Tempisque. Si quieres ver aves acuáticas éste es uno de los mejores lugares del mundo. Una maraña de verde que se extiende en el horizonte hasta donde alcanza la vista es el hábitat escogido por numerosas especies hibernantes procedentes de Norteamérica, dando lugar a una de las mayores concentraciones de aves acuáticas del istmo centroamericano. Un edén alado con garzas, cigüeñas, ibis, somormujos, tucanes, y los papagayos que cruzan el cielo con escándalo. Además, en esta área de conservación se hallan hallan varias especies de felinos, entre ellos el yaguarundí.
Un río celeste
Algo más lejos, a menos de dos horas por carretera, está el Parque Nacional Volcán Tenorio, igualmente integrado en el Área de Conservación Arenal Tempisque. El Volcán Tenorio también tiene una leyenda, con otro guerreo como héroe: Tenorí, de la tribu de los Avancari. En Costa Rica siempre hay a mano una leyenda con la que dar sentido al mundo.
Cuentan que un terrible monstruo que habitaba en un lago, a las faldas de un volcán, raptó a la enamorada de Tenorí, la bella Eskameca. El joven se enfrentó al monstruo para rescatarla. Derrotó al monstruo pero quedó malherido y murió. Lo lugareños, en memoria de su valentía, nombraron al volcán con su nombre, que desde entonces se conoce como volcán Tenorio y así aparece en todos los mapas. No es un volcán de forma cónica como sí lo es el más perfecto de los volcanes ticos, el Arenal. Más bien se trata de un macizo con cuatro picos volcánicos y dos cráteres cubiertos de vegetación. Un volcán del que nadie recuerda su última erupción. Pero no es la estrella del lugar.
Uno de los espectáculos que nadie quiere perderse en el Parque Nacional Volcán Tenorio es el río Celeste. Es obvio por qué merece tal nombre, pero no tanto por qué su color es tan celeste. ¿Hoy le toca el río de los pinceles? Me pregunta la mujer del hotel que lo sabe todo. Pongo cara de no saber a qué se refiere, mientras mi mirada se va detrás del vuelo de dos colibrís en el jardín. Con paciencia, como a los niños que no acaban de entender, comienza a relatarme.
Cuando Dios acabó de pintar este cielo azul de Costa Rica, antes de seguir con las nubes, que serían pocas salvo en Monteverde, quiso lavar los pinceles que había usado. Sin tener cerca nada mejor para limpiarlos, no se le ocurrió otra forma que sumergir los pinceles en este río que pasa aquí cerquita. Desde entonces, concluye la mujer con un guiño entre pícaro y gracioso, nuestro río es azul como el cielo.
El río Celeste es una de las siete maravillas turísticas de Costa Rica. Se recorre siguiendo un sendero que, según la época del año, se transita con botas de hule porque se encuentra embarrado. Entrar aquí es como hacerlo en un anuncio del paraíso. Frondosidades verdes, colibrís revoloteando, orquídeas por todos lados, vegetación tupida de helechos y palmas, una catarata atronadora, correr de agua. Un agua celeste como si el mismo cielo se hubiera venido abajo. Tan abajo que huele a azufre. Si sospechas que es así porque alguien lo tintó estás más cerca de la verdad de lo que podrías imaginar. En la parte de los teñideros descubrimos que se trata de química: un mineral compuesto de aluminio, silicio y oxígeno es el responsable de reflejar los tonos celestes del agua. Pero cuando tratas de explicar tanto lo mágico como lo natural son mejores las leyendas que la química. Siempre hay más verdad en el aleteo de un colibrí que en una fórmula.
Fotos © Gonzalo Azumendi
Si te ha gustado este artículo puedes descargarlo (formato PDF) en este enlace.
Nunca me había planteado viajar a Costa Rica, pero después de ver las fotos y los reportajes que has hecho, tengo ganas de coger la mochila e irme ya mismito.