Viajar junto a la ribera de ríos como el Loira tiene algo de romántico. En Europa, los ríos nos han quedado para la contemplación y la exaltación del paisaje, al contrario de lo que sucede, por ejemplo, en los grandes ríos de Asia, donde se vive, se trabaja y se muere. Los caudales de «nuestros» ríos nos han regalado literarias páginas y seductores poemas. Alrededor del Loira, además, encontramos un paisaje domesticado, con suaves ondulaciones del terreno cubiertas de viñedos. Si a eso añadimos un puñado de pintorescos pueblos con esa estética fruto del buen gusto que parece casual, la hermosa carretera escénica que va desde Angers a Saumur, conocida como La levee de la Loire; algún castillo, abadías en las que descansar y, hablamos de Francia, un respeto admirable por la gastronomía, tenemos un recorrido que invita a levantar el pie del acelerador y darse algún que otro —merecido— homenaje. Estas son algunas razones para preparar un viaje por la región de Países del Loira (Pays de la Loire).
Angers y el tapiz del Apocalipsis
La agradable ciudad de Angers, a poco más de una hora del aeropuerto de Nantes, es un buen punto de partida para explorar la región. Una sola de las visitas tiene la suficiente fuerza para que la incluyamos en el itinerario: el tapiz del Apocalipsis, en realidad un conjunto de tapices, el de mayor longitud que se conserva en la actualidad con sus más de cien metros. Hay que remontarse al siglo XIV e imaginar el sonido incesante de los bastidores durante siete años para cumplir con el encargo de Luis I de Anjou, hermano de Carlos V. Se encuentra ubicado en el castillo y representa el Apocalipsis de san Juan o Libro de las Revelaciones. El libro que inspiró el tapiz es uno de los que mayor influencia ha tenido en nuestro arte, en la literatura, la música o el cine, así que haremos bien en estar atentos a los detalles de cada escena representada.
No podemos dejar la ciudad sin comprar Quernons de Ardoise, unas chocolatinas crujientes, de color azul, que simbolizan la clásica piedra de pizarra de la región.
Le Loire à vélo, un viaje en bicicleta
Como ciclista, no puedo dejar de sentir cierta envidia al ver un territorio que piensa en las dos ruedas: kilómetros y kilómetros de carriles bici, hoteles especializados —tienen el logotipo Accueil Vélo—, y el fabuloso itinerario de Le Loire à vélo, un recorrido de 900 kilómetros con el río como referencia. Tuve ocasión de pedalear por una de las etapas y fue una auténtica delicia; el paisaje, primaveral, estaba en su mejor momento. Me detuve, porque era temporada, a comprar unas fresas directamente del productor y también crucé el río en una embarcación autónoma, que une las dos orillas con una cadena de la que debemos tirar para ir acercando la embarcación. Es una gran manera de recorrer el Loira y de hacerlo en familia, apenas hay desnivel, el trazado está limpio, bien indicado, y podemos adaptar las etapas a nuestra condición física o a los días de que dispongamos.
Visitar una bodega
La visita a una bodega, en muchas regiones vinícolas, sufre de cierta estandarización, cuando no de un exceso de lenguaje técnico. En las cavas Bouvet-Ladubay le han dado una vuelta al asunto y entre sus visitas ofrecen un tour en bicicleta por la propiedad y por el interior de las galerías subterráneas donde sus vinos espumosos esperan el momento óptimo. También realizan una visita histórica, en la que muestran las antiguas dependencias, como el despacho y el laboratorio, y la impresionante colección de etiquetas, desde los inicios de la marca, que guardan en unos hermosos armarios de madera. Cualquiera de las visitas acaba con una degustación de sus productos. El rosado es especialmente recomendable.
Gastronomía
La cocina con producto de territorio y de proximidad está bastante extendida en la región. Es relativamente fácil acertar a la hora de escoger restaurante, desde el pequeño bistrot con encanto en la plaza del pueblo hasta el que cuenta con alguna de las codiciadas estrellas Michelin. Precisamente fueron los restaurantes incluidos en la guía roja los que más me sorprendieron, no tanto por la calidad de la comida, que fue excelente pero que ya se les supone, sino por lo ajustado de los precios. Dos buenas opciones, ambas con una estrella, son Le Restaurant en la Abadía de Fontevraud, con Thibaut Ruggeri, premio Bocuse d’Or en 2013, a los fogones y La Bergerie, donde David Guitton sirve un menú, con producto de temporada, junto al viñedo del que su mujer saca algunos de los mejores vinos que maridan sus platos.
Saumur en una antigua furgoneta Volkswagen
Jean-Claude, Ernest y Popeye son las tres furgonetas combi de Loire Vintage Discovery. Es una forma bien original de recorrer Saumur y sus alrededores. Tienen diferentes recorridos, el que incide más en la historia, el que recorre los pueblos trogloditas y, el que yo escogí que va por la zona de viñedos. Es un viaje a ritmo lento, con una furgoneta que circula un poco renqueante por el paisaje ondulado cubierto de viñas, junto al río, y que hace paradas en un viñedo histórico y en la factoría de jabones artesanos Martin de Candre, donde nos recibió Hélène Strodijk para explicarnos todo el proceso de elaboración. No tardaron en llegar los recuerdos de los olores de mi infancia, cuando en las casas de las abuelas se elaboraba jabón de manera parecida.
Dormir en una abadía
Con casi un milenio de historia, la abadía Real de Fontevraud estuvo formada por cuatro monasterios de los que se conservan tres. Su importancia se debe al apoyo recibido de la poderosa dinastía de los Plantegenet. En la necrópolis de la abadía están enterrados cuatro de sus miembros: Enrique II, Leonor de Aquitania, Isabel de Angulema y Ricardo Corazón de León. A principios del siglo XIX, Napoleón I la convirtió en una temible prisión. Los últimos prisioneros la abandonaron en 1963. Tras una ambiciosa y acertada reforma, terminada en el año 2014, hoy es posible dormir entre las paredes de este importante monumento de característica piedra caliza. Uno de los objetivos de la reforma fue el de que el complejo fuera lo menos lesivo posible con el medio ambiente, se instalaron paneles solares y una central de producción energética con una caldera de pellets de madera que calienta todo el complejo. A la visita al claustro, a la sala capitular o al refectorio, podemos añadir el paseo nocturno cuando el monumento ha cerrado a las visitas.
Dormir y comer en una cueva
Diez siglos de extracción de piedra para la construcción de castillos, abadías y casas han dejado un entramado de galerías y cuevas en los llamados pueblos trogloditas. Uno de esos pueblos es Rochemenier, donde han ido un paso más allá y han convertido algunas de esas cuevas en alojamientos y restaurantes. Es el caso de la familia formada por Armand, Valèrie y Philippe —padres e hijo—, que gestionan el hotel Rocaminori y el restaurante las Caves de la Genevraie. La especialidad del restaurante son las fouées, un panecillo similar al pan de pita que rellenan con diferentes ingredientes y que va horneando otro de los miembros de la familia en función de la demanda. Para conocer un poco más de la historia y formación de estas cuevas podemos visitar el espectáculo de luz y sonido Le Mystère des Faluns, en la cercana localidad de Doué-la-Fontaine.
Castillo de Brissac
Tuve la suerte de llegar a Brissac un jueves, día de mercado. Es una delicia pasear por estos pequeños mercados franceses, comprar un poco de queso, una botella de vino, algo de fruta o un puñado de los espárragos típicos de la zona. También tienen zona de degustación de productos. El motivo de pasar por Brissac era la visita a su castillo, el más alto de Francia y uno de los más importantes de la región. Durante la visita, guiada, podemos visitar algunas de las principales estancias del castillo, así como los enormes jardines. Al ir abriendo las puertas de cocina, salones y habitaciones tienes la impresión de que, en cualquier momento, va a aparecer el propio conde y su familia, acostumbrados a frecuentar las portadas del papel cuché. También son productores de vino, en la tienda que hay en la salida podemos comprar diferentes productos.
Carré Cointreau
El Cointreau es una de las bebidas alcohólicas más reconocidas internacionalmente. En la fábrica, ubicada en un polígono de Angers, podemos conocer el proceso de elaboración —por supuesto la parte del proceso que pueden contar—, ver la historia del marketing, diseño y etiquetado de la marca, con especial atención a los años en que Pierrot fue la imagen de la compañía, y, por supuesto, probar los diferentes tipos de Cointreau, tanto solos como en algún refrescante cóctel. El licor se elabora fermentando la piel de dos tipos de naranja, una de ellas más amarga. Las naranjas llegan de diferentes partes del mundo, como China y nuestra Valencia.
La especialidad del restaurante son las fouées.