Los nombre son pueden ser más sugerentes: Tierra del Fuego, Cabo de Hornos, Canal Beagle, Estrecho de Magallanes, Patagonia. ¿Qué viajero no ha soñado alguna vez con ir tras los pasos de Darwin y compañía? Hoy podemos disfrutar de una navegación con más seguridad y menos épica, más buffet de postres y menos escorbuto, más cócteles y aperitivos que enredos con los aparejos de navegación; con la tranquilidad que da un camarote en el Stella Australis.
Lo primero que hay que saber, y aprender a disfrutar, es que una hora después de zarpar de Punta Arenas se pierde la cobertura. Si olvidarse de las redes sociales no es motivo para querer llegar hasta el fin del mundo, te damos algunas razones más:
1. Tomar una cerveza. Pero no una cerveza cualquiera, pediremos una Austral en Punta Arenas y una Beagle en Ushuaia. No hay que olvidarse, a modo de recuerdo, de arrancar las etiquetas de la botella: con una panorámica de los Cuernos del Paine en la Austral y un dibujo de un fueguino, quién sabe si Jemmy Button, en el caso de la Beagle.
2. Recuperar el placer de la lectura. Al quedarnos sin Whatsapp, ¿qué tal si cogemos un libro? Aunque hay varios salones que invitan a ello, te recomendamos tu camarote, con una enorme pared acristalada que permite ir echando vistazos ahora al canal Beagle, ahora al Cabo de Hornos. La media sonrisa de satisfacción está asegurada. Por supuesto, entre las lecturas nos llevaremos algo de Coloane y el Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Darwin.
3. Dar la razón a Darwin, que dijo que no hay nada más hermoso que el azul berilo de los glaciares. Durante la navegación pasaremos por el España, Alemania, Italia, Francia y Holanda, una particular Unión Europea de los glaciares. Uno de los desembarcos se hace en el glaciar Águila, en el Parque Nacional Alberto de Agostini. En uno de los glaciares nos ofrecerán un trago de bourbon servido con hielo del propio glaciar.
4. Conocer el bosque magallánico. Si somos urbanitas y no atendimos a las explicaciones del padre Mundina, nos pondremos ante el espejo para ensayar el nombre de la flora patagónica, sobre todo de sus árboles. Si no salimos del pino y el árbol de Navidad, que creemos saber que es un abeto, no será fácil aprender a decir ñirre, lenga, canelo, coigüe, maitén y notro.
5. Aprender dotes de supervivencia. Conoceremos algunas especies vegetales que nos pueden servir de aperitivo en caso de que no aguantemos hasta la hora de la comida. Con el hongo conocido como citaria se alimentaron los fueguinos durante mucho tiempo. Y la falsa manzana, del tamaño de una aceituna arbequina, puede servir para engañar un rato al estómago. Eso sí, es bastante insípida.
6. Conocer a Jemmy Button. Al desembarcar en la bahía de Wulaia, nos contarán una historia. En el primer viaje del Beagle, Fitz Roy se llevó a cuatro indígenas a Inglaterra. Uno de ellos murió por el camino, los otros fueron devueltos a Tierra del Fuego para que educaran, por supuesto en la rectitud del cristianismo, al resto de la tribu. Pero lo único que consiguieron fue hacer de Jemmy Button –un botón fue lo que pagaron por él, de ahí su apellido– un dandi asilvestrado. Hay controversia por si Button tuvo algo que ver en la matanza de un grupo de religiosos en Wulaia.
7. Caminar entre pingüinos. Que sí, que los pingüinos caen bien. Pero ten en cuenta que cuando desembarques en isla Magdalena (en el trayecto Ushuaia-Punta Arenas) y te tires en el suelo para hacerles una foto, estarás tumbado sobre una alfombra de excrementos. Si navegas desde Punta Arenas a Ushuaia, el desembarco se hace en los islotes Tucker, pero sin descender a tierra.
8. Pedir un dry martini, agitado y menos revuelto que nunca. Todas las consumiciones a bordo están incluidas. Y la travesía, al ir navegando por canales, resulta muy tranquila. Apenas un poco de movimiento en el par de ocasiones en que se sale a mar abierto. Te puedes volver con una de las precisas cartas de navegación que utiliza el capitán, la que lleva hasta Cabo de Hornos, que se subasta la última noche de navegación.
9. Convertirte en un Cap Hornier. Aunque no se doble el Cabo de Hornos —se entra por el Norte, detalle sin importancia que obviaremos para dar enjundia a nuestra particular hazaña— adquiriremos el derecho a ponernos un aro en la oreja izquierda, a no saludar con una genuflexión al rey, a comer con el pie encima de la mesa como un presidente de gobierno en Texas y a mear a barlovento. Si se consigue desembarcar, a la vuelta al barco nos entregarán un diploma para colgar en el salón y dar envidia a las visitas.
Australis es la compañía que hace la navegación desde Punta Arenas hasta Ushuaia y vuelta. Los desembarcos se realizan en isla Tucker, el Parque Nacional Agostini, isla Magdalena, bahía de Wulaia o Cabo de Hornos entre otros, siempre que el tiempo lo permita.
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