Atención, estamos de lleno en la temporada álgida de cortejos sexuales. El agua del Mediterráneo está subiendo de temperatura y los pepinos de mar están a punto de desatar sus orgías. Si se les ocurre practicar esnórquel, puede que tropiecen con alguno de estos «espectáculos». En el centro, el pepino más dispuesto se yergue vertical y en un momento dado se da la señal para que todos, machos y hembras, colocados a su alrededor, lancen al aire —al agua, perdón— una lluvia de esperma y óvulos que deberían encontrarse y fecundarse. Es probable que entre sus aficiones no se encuentre la del estudio de los cortejos reproductivos de los holoturoideos. De hecho, no resulta fácil encontrar información inteligible para un profano ni siquiera en Internet. Hemos tenido conocimiento de este curioso comportamiento —absolutamente cierto— gracias al buen oficio de una magnífica guía del mundo subacuático. Y es que resulta imposible sustituir a un buen guía ni con toda la tecnología del mundo.
La costa de Terres de l’Ebre atesora espacios marinos de gran belleza y valor natural que todavía son escasamente conocidos. La mayor concentración de posidonia oceánica de toda la costa catalana se encuentra precisamente aquí. Y este es el mejor indicador de biodiversidad y de la calidad de las aguas. Los científicos no dejan de subrayar el inmenso valor de esta planta marina, absolutamente esencial para mantener la vida de nuestras costas e incluso para protegerlas de fenómenos erosivos.




Con solo colocarse unas gafas y meter la cabeza bajo el agua es suficiente para empezar a saborear el espectáculo natural de este mundo subacuático. Pero claro, los pepinos de mar no hablan. Nadie les explicará que el pez verde (Thalassoma pavo), inconfundible por su vistoso colorido y relativamente fácil de encontrar por estas latitudes, es en realidad un pez tropical llegado desde el Atlántico. Los entendidos no lo consideran una especie invasora, pero sí indicadora del cambio climático. Se ha adaptado bien a nuestro mar sin alterar el ecosistema, añadiendo, eso sí, un toque de color y alegría.
Además, se trata de peces «transexuales». Sí, sí. En el caso de que el número de machos no sea suficiente, las hembras pueden decidir cambiar de sexo. Queda claro que la afirmación de que los machos son necesarios para la reproducción ha dejado de ser incuestionable, también en el mar. En el caso de algunas estrellas de mar, la Cocinasterias tenuispina por ejemplo, la cosa ya va mucho más allá. Es probable que alguna vez hayamos visto alguna a la que le falta uno de sus brazos. No siempre se trata de ningún accidente o mordedura sino de la reproducción asexual. A veces, la estrella se desprende de una de sus extremidades para que acabe convirtiéndose en un nuevo individuo.
De los pepinos marinos a las estrellas de mar hay todo un mundo que las guías del centro de buceo Plàncton Diving ayudan a vislumbrar, a comprender y a valorar. Se trata de verdaderas especialistas —biólogas marinas y oceanógrafas— que han apostado y mimado desde hace años el esnórquel familiar, que para algunas empresas de submarinismo no pasa de ser considerada una actividad residual.
Las actividades empiezan siempre con una amena explicación de la vida bajo el mar, repleta de nuevos puntos de vista que ayudan a reflexionar, como por ejemplo, la urgente necesidad de empezar a ver las playas como lo que son, verdaderos ecosistemas naturales en continuo cambio. Así, la llegada de restos de posidonia a las playas es una analogía de las hojas otoñales de un bosque, contribuyendo a proteger la playa de los temporales.


La pasión por el mar de estas profesionales se transmite al conjunto del grupo. Al final de la actividad los participantes se van con un inmenso regalo, una visión y una sensibilidad por el mundo marino que la mayoría no había imaginado. Una verdadera experiencia de lo que ahora se ha venido a llamar turismo responsable. Yo prefiero denominarlo turismo con alma.
En el siguiente vídeo se puede ver la extraordinaria calidad de las aguas del litoral de las Terres de l’Ebre.
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