Abro la ventana de mi habitación. Está atardeciendo y el cinturón de Venus se deja ver con claridad en el horizonte; la luna, rotundamente llena, acaba de salir y todavía aguantará algunos minutos más con ese tono rojizo que hace a nuestro satélite tan cautivador. Una ligera brisa trae algunas gotas de agua del mar hasta mi rostro, mar que está a pocos metros; el olor a salitre es profundo, el rumor de las olas embriagador. Apuesto a que hoy voy a dormir plácidamente. Por si fuera poco, está el peso de la Historia: el hostal Empúries está junto al lugar por el que griegos y romanos entraron en la península.
Menudos listos estos romanos, con su sistema de baños públicos. Aunque tiene bastante más peso la versión que dice que la palabra spa proviene del pueblo del mismo nombre en Bélgica, que, precisamente, desde época romana tiene fama por sus aguas termales, hay otra versión que dice que podría ser un acrónimo de salus per aquam. Así que como se suele decir, se non è vero, è ben trovato!
Empezaba el viaje por la Costa Brava. Uno de esos viajes porque sí, de un día es un día, un “me lo merezco” en toda regla. Un par de días de absoluta desconexión —sí, móvil en modo avión incluido—, saltando de actividad saludable a tratamiento, de terapia a la buena mesa.



El hostal Empúries nació, como Villa Teresita, para dar cobijo y sustento a los primeros arqueólogos que trabajaron en las excavaciones de las ruinas de Empúries. Desde entonces, el compromiso con la historia y el respeto por el medio ambiente han sido dos de las señas de identidad del establecimiento. Claudia Lucas, responsable del spa, me recibe en el jardín de plantas autóctonas que hay a la entrada de ese pequeño rincón dedicado al hedonismo. «Para nosotros es muy importante el territorio en el que nos encontramos. Uno de nuestros tratamientos surge tras un profundo estudio de las ruinas y de la cultura griega. En nuestros productos incluimos una línea elaborada con hierbas y plantas que encontramos en el Empordà, y nuestros aceites esenciales, hasta una docena, tienen aromas tan sugerentes como el del petricor. Queremos que la persona que recibe el masaje se traslade a ese momento en que las primeras gotas de lluvia sacan todo el aroma de la tierra», me cuenta Claudia.
Las prácticas sostenibles, como la vegetación en los techos, el aprovechamiento máximo de la luz natural, la filosofía de kilómetro cero y el empleo de huerta propia en la cocina, hicieron que el hostal Empúries fuera el primer hotel en Europa en obtener la etiqueta Leed Gold, una de las certificaciones ecológicas con los criterios más exigentes.
El viaje continúa por tierras más al sur, en apenas media hora de conducción llego a la capital del Baix Empordà, La Bisbal d’Empordà, un pueblo tradicionalmente conocido por la elaboración de cerámica. Tras más de dos décadas de recibirlas en su centro de estética, algunas de las clientas de Laura Irla le comentaban que el único momento de relajación lo encontraban cuando tenían hora para depilarse. Eso le llevó, hace un año, a abrir Unique, el centro que todos quisiéramos tener cerca de casa. Su sistema de abonos, sin pago de matrícula ni mensualidades, sino por clases, favorece al cliente ocasional, al que está de paso o al que, simplemente, quiere probar para saber si el yoga, el pilates o el electrofitness son lo suyo. Las clases son reducidas y personalizadas, para Laura es muy importante algo tan sencillo como aprenderse el nombre de las personas. Al traspasar la puerta, será por la decoración y tonalidad de las paredes, será por la calma que transmite Laura cuando habla, la predisposición es máxima para probar la disciplina que tienen preparada: el aeroyoga.



Mar Bufi, la profesora que dirige la clase, detalla los beneficios de esta actividad, muy actual entre nuestras fronteras pero que en India se lleva practicando desde hace mucho tiempo. «Juegas con el espacio que ocupas y tienes la sensación de volar. Queremos que la gente pierda el miedo, que se aventure a quitar los pies del suelo. La tela suspendida te ayuda a profundizar en los estiramientos, favorece la descompresión intervertebral —doy fe, en el primer intento de elevación suenan varios crujidos, no solo los propios—, y trabajas la fuerza además de la flexibilidad. Además, se oxigena mucho el cerebro y la compresión hace que corazón y pulmones trabajen más. La gente sale de aquí con mucha energía». Aunque doy por buenas las explicaciones de Mar, tras la primera clase la energía más bien se ha agotado, pero me prometo volver a probar el aeroyoga, echar a volar de vez en cuando.
De la calma de Unique, busco el camino de Roses para encontrarme con Mònica Traviesa en el hotel Terraza. Nada más subir a la última planta, donde se ubica el spa, caigo en lo acertado del nombre: por un lado las vistas de la Ciutadella, por el otro la espléndida bahía de Roses. La especialidad de Mònica es contar historias sobre la piel de las personas. Nada más entrar, noto un olor dulce, hermoso. «Aromatizamos con plantas del Cap de Creus», me dice Mònica, que define su spa como de autor y de proximidad. La proximidad, lo de ponerse la Costa Brava en la piel en definitiva, lejos de ser una metáfora, es un hecho. Algunos de los productos son de la marca de cosmética Giura, que recoge plantas en bosques cercanos como el de Calonge para elaborar sus potingues y ungüentos.




Los tratamientos están creados a medida para el sitio, en la carta podemos encontrar masajes inspirados en la Ciutadella, muy minerales y que sirven, como el propio monumento, para proteger. Pero el que más me llama la atención es el ritual que está inspirado en el cuadro Rosa meditativa de Dalí. Mònica averiguó la paleta cromática del cuadro y resulta que coincidía bastante con la gama de los chakras. Ella actúa como un pintor y la persona es el lienzo. Para remover la “obra” del cuerpo utiliza esencia de trementina, que, casualmente, es uno de los ingredientes de los disolventes que utilizan los pintores. Todo cuadra. También ha encontrado inspiración en las trementinaires, las mujeres que iban recorriendo los pueblos de Catalunya a pie para recoger y vender hierbas, plantas y sabiduría. «Todos mis tratamientos tienen una historia cuya finalidad es acariciar las emociones. Hasta nuestros peinados tienen una historia detrás, sujetamos el moño con un pincel, siempre preparadas para dibujar experiencias».
El arte iba a ser el nexo de conexión con la siguiente propuesta, pasando de la pintura a la música. Más concretamente a unos particulares y agudos sonidos. Por una carretera que no pierde de vista la sierra de la Albera, llegamos al hotel Can Xiquet, en Cantallops, un privilegiado mirador sobre la plana del Alt Empordà. Tres de las promociones de Can Xiquet reciben los nombres de Escapada relax, Experiencia hedonista y Placeres de la Albera: masajes, sesiones de bienestar y gastronomía. En los jardines del hotel está a punto de empezar una sesión de masaje sonoro con cuencos tibetanos, conducida por Edgar Tarrés de Mindfulkit. No dudo en apuntarme. Tras descalzarme, Edgar me invita a recostarme en una tumbona y a cerrar los ojos. Escucho perfectamente el sonido que el viento produce sobre las hojas de los árboles. Hasta que llega el primer gong, momento en que ya no me llega ningún otro sonido más que el metálico de los cuencos. Diferentes frecuencias; ahora más cerca, el siguiente más lejos, el otro por el lado contrario. Te envuelve la música. Tras muchos minutos —no puedo precisar cuántos—, lo reconozco, al borde de caer dormido, Edgar habla y vuelvo a escuchar el viento.


Nos reúne a todos los participantes en un círculo, sentados sobre el césped, para preguntarnos por la experiencia y pide una última cosa, que nos pongamos en pie, cerremos los ojos y nos dejemos llevar por sus instrucciones. Bueno, de hecho por las instrucciones de los cuencos, teniendo que caminar hacia el lugar de donde proviene el sonido. Tras el silencio, nos dice que mantengamos un rato más los ojos cerrados y tratemos de llegar al punto de origen. Hay algunas aproximaciones, pero ninguno acaba de acertar; la forma ya no recuerda en nada al círculo inicial. La actividad finaliza con un té en la terraza. La atmósfera está realmente limpia y se alcanza a ver el mar, en completa calma ahora que ha cesado el viento. Como nosotros.



El viaje no estaría completo sin la experiencia en la mesa, así que me traslado hasta la comarca de La Garrotxa. Cuando hace algo más de cuatro años, Clara Pallarès y Jordi Curtadellas vieron un anuncio en el periódico supieron que iba dirigido a ellos: “Casa rural en traspaso, abstenerse curiosos”. Buscaban un cambio de aires y vaya si lo encontraron. Fue en Can Felicià, en el pequeño —minúsculo— pueblo de Beuda. «Te acostumbras muy rápido al ritmo de aquí, no al de la gente de aquí que realmente es otro», apunta Clara, la responsable de lo que sale de los fogones y de los talleres de cocina consciente y gourmet. Así que antes de la cena hay que poner las manos en la masa para preparar el menú, basado en productos saludables, sostenibles y, casi siempre, de proximidad. Más allá de los ingredientes, donde destacan por encima de todo los vegetales y las verduras, más allá del divino punto que Clara tiene con todo lo que elabora, está la honestidad. Porque, como dice la pareja propietaria, poner un plato en la mesa habla de ti. Jamás hubiera imaginado todo lo que unas endivias —¡unas endivias! —, que me sirvieron en la cena, me contaron sobre ellos. Y el humus, la quinoa, el postre hecho con plátano…
Clara se confiesa apasionada del picante en todas sus formas, lo que me encanta, aunque siempre hay que adaptar la potencia del plato al gusto del cliente. Complementan la oferta gastronómica con retiros de yoga con pensión completa. Por la noche, ya en mi habitación, se advierte un placentero silencio. Un silencio que se puede tocar.
Ya por la mañana, tras haber dado cuenta del suculento desayuno, le propongo un intercambio: algunas recomendaciones sobre el sudeste asiático, destino que está en el horizonte de Clara y Jordi, por el secreto del humus de la cena. Secreto que por supuesto no voy a desvelar aquí. Para conocerlo tendrás que plantearte un viaje. Porque sí.
Texto: Rafa Pérez / Fotos: Òscar Domínguez
Más información en la página de Turismo de la Costa Brava / Pirineu de Girona.
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