Cuando Carlos III puso fin la prohibición de comerciar con las Américas, Reus fue la segunda población más importante de Cataluña gracias a que, junto con París y Londres, controlaba el cotarro del aguardiente. Más tarde llegó el florecimiento de la burguesía, que plantó de modernismo la ciudad. A principios del siglo XX, los grandes arquitectos diseñaban fábricas, escuelas, teatros, casinos, bodegas y viviendas, arquitectura funcional con la estética del momento que, poco a poco, fueron modulando hacia el noucentisme, de tendencias más racionales y sobrias.
En Reus se puede aplicar lo de al César, lo que es del César. Si Gaudí ha sido el arquitecto exportable, el gran reclamo de la Barcelona Modernista, a Lluís Domènech i Montaner le debemos los mejores edificios de Reus. Pero claro, tirando otra vez de dicho, unos crían la fama y otros cardan la lana. Al turista que llega en bermudas y chanclas, con su guía debajo del brazo, no le hables de nadie más que Gaudí.
Sin ánimo de entrar en polémica con Riudoms, que también reclama la paternidad, vamos a decir que Antonio Gaudí nació en Reus en 1852. Lo que es seguro es que vivió allí hasta los 16 años y que fue bautizado en la iglesia de Sant Pere. Aunque no fue profeta en su tierra, ya que no dejó ninguna obra en su ciudad natal, la primera visita que hay que hacer en Reus para entender el periodo modernista es al Gaudí Centre.
La singularidad no la encontramos en la arquitectura del genio reusense sino en que el museo se visita al revés, empezando por la tercera planta donde vemos al Gaudí universal, un espacio donde se puede toquetear y sentir una serie de maquetas, además de ver un interesante audiovisual proyectado en varias pantallas. En la segunda planta nos encontramos con el hombre y lo enigmático de su obra. Los misterios de cómo organizaba los espacios en función de elementos como el agua, la luz y el aire, quedan allí al descubierto. La primera planta es un espacio donde ver objetos personales y el único cuaderno manuscrito de Gaudí que se conoce. Asimismo, en esa planta, lejos de estar la salida del centro interpretativo se abre la puerta a la Ruta Modernista que propone Reus, hasta un total de 26 edificios señalizados e identificados con una placa con el nombre, la fecha de construcción y el arquitecto.
Domènech i Montaner era amigo del político Pau Font de Rubinat, que fue alcalde de la ciudad durante un par de años. Ese hecho, antes y ahora, suele traer alguna que otra alegría en forma de licencia para construir. Son obras suyas la Casa Rull, con sus leones en la fachada de obra vista, y la Casa Gasull con sus mosaicos y esgrafiados. Pero por encima de todas destacan dos edificios: la Casa Navàs, a la que sólo se accede mediante una visita guiada cuando los propietarios lo permiten; y el Instituto Pere Mata con su espectacular Pabellón 6 o de los Distinguidos, porque hasta para la locura hubo clases.
La sombra de Domènech no debe esconder la obra de otros insignes arquitectos que dejaron hasta cien edificios modernistas en Reus, como Pere Caselles, Joan Rubió y Pau Monguió.
Visitar esas joyas del modernismo es una buena excusa para visitar Reus. Y una vez hechos los deberes de todo viajero no hay que dejar de acercarse a algún de los bares clásicos y tomarse un apertivo con el excelente vermú de grifo que por aquí elaboran.
Excelente recomendación, Antonio.
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Muchas gracias por la recomendación, María.
Saludos.
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Hermanon Quien es..Giovana?